Emilio de Justo estuvo muy torero con el generoso quinto. Con planta firme, muleta delantera, planchada, baja, ligada en redondo, de rodillas y de pie. Por la derecha, pero sobre todo por naturales de gran factura en series hasta de seis con sus remates ortodoxos. Las trincheras los pases de pitones a rabo matizaban la sólida y estética obra. Acompañada de pasodoble y oles más reverentes que fiesteros.
Pero un pinchazo arriba, bien marcado y una estocada notable que actúo al tiempo con el aviso no merecieron reconocimiento por el palco. La gente ofendida le hizo dar la vuelta al ruedo en desagravio por la flagrante inequidad. El arrastre también fue aplaudido. El errático comportamiento de la presidencia alteró el resultado peludo de la tarde, que por lo demás tampoco se mostró a la altura de su encopetado cartel y su expectativa.
La faena de la tarde fue con ventaja la primera de Tomás Rufo, al tercero, que comenzó embistiendo con la cara alta y poco entregado, pero tras la buena vara de Viloria, los dos estupendos pares de Rodríguez, y una mandona tanda de siete doblones genuflexos, el toro tomó el paso, echó el morro a la arena y siguió la muleta con fijeza y son.
En cinco series templadas y rimadas por la derecha y otras tres de naturales de igual cadencia. Coreado todo con gran alboroto. Gran momento, cuando tras minuciosas igualada, dos veces dio en hueso antes de que sin estoquear aplicara cinco crucetazos y escuchara avisos. La gente no quiso dar todo por perdido y lo sacó a saludar.
Con el sexto, soso a morir, porfió contra la desidia del venteño, pero no lo suficiente para romper el marasmo. La estocada que debió dar al buen tercero se la dio a este y parte del público como por resarcirlo, gritó y "pañueleó" convenciendo al palco que dio la oreja de baratija.
Alejandro Talavante pasó sin pena ni gloria con el manso y e inestable primero, encimándole un espada baja, envainada y tendida de la cual se echó el malo.
Con el cuarto, tristón y desclasado, sacó repertorio: molinetes, pases de las flores, desdenes, guiños desplantes, cambios por la espalda, rodillazos… en una brega deshilvanada, que no faena, a la cual los amigos de lo accesorio jaleaban a todo pulmón. Una estocada caída y delantera, mató y Usía, como es su costumbre, señalando al público de manera acusatoria sacó el pañuelo. Manes de Pilatos.