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La consolidación de El Ranchero Aguilar

Lunes, 25 Dic 2023    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Durante la Temporada Grande 1952-1953 de la Plaza México
La Temporada Grande 1952-53 de la Plaza México, seguramente fue la temporada estrella de Alfonso Gaona. Cuando logró conjuntar en un elenco a lo mejor de la torería mundial, no solamente hispanomexicana. Aquí estuvieron también Manolo dos Santos y César Girón, las dos principales figuras históricas de Portugal y Venezuela, respectivamente. Y, al lado de lo más granado del país –Carlos Arruza, Jesús Córdoba, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Rafael Rodríguez, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Silverio Pérez, ya de salida, y Jorge Aguilar "El Ranchero", que fue una revelación extraordinaria–, no faltó lo mejor de la baraja hispana, empezando por Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, nada menos. 

¿Y el ganado? Porque justo la temporada anterior, había acusado un bajón marcadísimo. Pero no esta vez. Desde el primer día, cuando Zotoluca puso el buen ejemplo –y con las inevitables excepciones–, se sucedían toros y corridas enteras que embistieron y permitieron que los resultados artísticos estuviesen a la altura de las expectativas creadas.

Naturalmente, los llenos eran completos y todo México estaba metido en toros. ¿Qué por qué no se sostuvo ese ritmo en años subsecuentes? ¿No se dieron cuenta –Alfonso Gaona o cualesquiera otras empresas– que cuando las cosas se plantean y preparan con la máxima categoría, los resultados tienden a ser óptimos? Son preguntas sin respuesta. Habrá que imaginar que en este otoño-invierno del 52-53 ocurrió algo así como un milagro, y que lo normal, en el mundo de los toros, seguirán siendo los carteles cicateros, los encierros decepcionantes y el desencanto casi siempre silencioso de la gente, interrumpido por las contadas tardes de fortuna que valen por el resto y mantienen viva nuestra afición.      

Pero estamos en diciembre de 1952. Ya han ocurrido, entre otras de legítimo interés, las memorables faenas de El Ranchero a "Montero" de San Mateo; de Arruza a "Bardobián", de Zacatepec, y de Capetillo a "Fistol", de Zotoluca. Jorge Aguilar es por ahora el máximo triunfador –seis orejas y un rabo en tres tardes–, pero la gente ha quedado hondamente impresionada con Luis Miguel Dominguín, que tuvo una presentación apoteósica el día de la Guadalupana, un viernes. La cautela empresarial aconseja no quemar las cartas fuertes en una confrontación directa a las primeras de cambio, pero, por una vez, los anhelos de la afición van a tener cumplimiento. Y es que este domingo, insertado en mitad del novenario de posadas, los desplegados anuncian la confrontación de los dos ases mayores del ciclo: Luis Miguel Dominguín, de Madrid, y Jorge "El Ranchero" Aguilar, de Tlaxcala. De ahí mismo, de Rancho Seco, serán los toros. Pocos prestan atención al primer espada, que es Andrés Blando. La gente desborda las taquillas y agota el boletaje.

Luis Miguel, en su sitio

Leamos a Carlos León, que ya hizo de su crónica de la triunfal confirmación de alternativa del madrileño una especie de panegírico, ensalzando al diestro y poniéndolo muy por encima de todos los habido y por haber: es el non plus ultra de los ruedos, según se atrevió a describirlo y repetirlo en todos los tonos.

Sobre su desempeño de esta tarde opina lo siguiente: "Desde que saludó a "Cañí", segundo del encierro de Rancho Seco, se vio torero, mandón, sereno y poderoso (…) Castigado el toro con exceso, la autoridad tuvo que multar al varilarguero de confianza. Y mientras la gente se entretenía en abuchear al picador sancionado, vino la desgracia de Juan Espinosa, que al colgar el primer par se llevó gravísima cornada. (Novedades, 22 de diciembre de 1952)
Luis Miguel encontró poco toro en "Cañí" y, no obstante, tras darle muerte saludó desde el tercio. 

Entre cierta división de pareceres. Todo mejoró en su siguiente turno. Sigamos con Carlos León:

"En los quites, Luis Miguel desbordó afición y no escatimó esfuerzos durante toda la jornada. Faroles de rodillas, la mariposa, las tapatías. En todo instante, buscó lucir de acuerdo a las condiciones de los bichos. Y cuando salió "Trianero", jugado en el lugar de honor, Dominguín le hizo una lidia completa, de principio a fin, hasta labrar un triunfo que ya no pudieron arrebatarle sus gratuitos detractores (…) Él mismo se encargó del segundo tercio, galleando con portentosas facultades y clavando hasta cuatro pares de banderillas, los dos últimos al quiebro, al hilo de las tablas.

Brindó el trasteo a Agustín Lara, y tuvo que luchar con la tendencia del bicho a refugiarse en los tableros de acuerdo con su mansedumbre. No fue fácil, pues, la ligazón de la faena (…) pero hubo instantes extraordinarios de toreo en redondo, lo mismo sobre la diestra que en esos naturales, tan largos, tan templados, que Luis Miguel alcanza magnitudes torerísimas en lo fundamental del arte (…) cuando ya fue humanamente imposible sacar al manso de las tablas, Dominguín tuvo que pelearle ahí, ya sin la calidad del bien torear, pero con recursos valerosos y de adorno que también hay en su repertorio. Y para que nada faltara en lidia tan completa, Luis Miguel consumó el volapié limpia y certeramente (…) Le concedieron la oreja y dio dos vueltas al ruedo entre aclamaciones". (Novedades).

Arrollador, el Ranchero tlaxcalteca

Prosigue Carlos León, luego de confesar que Jorge no le gustó nada en su primero: "A "Náufrago", el sexto, le cuajó una faena pletórica de emotividad, de las que llegan hondo a las masas, tanto por el valor que derrochó como por las excelsitudes que alcanzó en instantes de buen toreo.

"Náufrago", que fue el único bravo del encierro y pesaba además 548 kilogramos y traía pujanza y fiereza, ayudó a hacer más impresionante la labor de Aguilar. Desde los muletazos iniciales, por alto, en que la fiera embestía arrolladora y El Ranchero se mantenía inmóvil, la emoción dramática se apoderó de los espectadores. Pero después de aquel preámbulo estoico, Aguilar encendió aún más los entusiasmos al correr la mano en derechazos de angustioso corte, pero mandando sobre la fiera. Igualmente en sus naturales, el moreno se recreó, saboreó lo que hacía, logrando que en ningún momento se perdiera el ángulo dramático y emotivo, que culminaría cuando se echaba al toro por delante en el garbo de los forzados de pecho. Con el ruedo lleno de sombreros y con la muchedumbre enloquecida, desorbitada por el angustioso toreo del mexicano, ya lo de menos fue que Jorge pinchara y enseguida rematara su labor con un espadazo algo caído. El público sólo quería que se muriera el toro para izar sobre sus hombros al ídolo popular de la presente temporada. Y tras concederle las dos orejas, en volandas se lo llevaron". (íbid).

No llegó Carlos León a establecer la clara superioridad emotiva y taurina de la faena de El Ranchero en comparación con la de Dominguín, pero Juan de Triana no se recató de cabecear en la primera plana del Esto lo que era vox populi al finalizar la corrida: "El Ranchero borró a Dominguín", se leía, al lado de una foto a toda plana con Jorge en hombros. Aunque en la cabeza, la noticia principal del día refería: "Gravísima cornada a Juan Espinosa "Armilla"; el segundo toro le desgarró el vientre". (Esto, ídem).

Tras sanar, al cabo de los meses, de tan terrible cornada, Juan Armilla, que actuaba a las órdenes de Luis Miguel Dominguín, no toreó más. Andrés Blando, el primer espada, “no tuvo toros”. Y tampoco estaba en aptitud ni sitio para contender con los dos monstruos que partieron plaza a su lado.

Si Jorge Aguilar hubiese mantenido el paso arrollador de aquellos dos meses venturosos del otoño-invierno de 1952, a saber quién hubiera podido con él. De cualquier manera, nos legó "Montero" y "Náufrago", dos obras de arte mayor.


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