El arte taurino, constituye en sí mismo, un arraigado pilar que, junto con otros, conforman nuestra rica tradición cultural, de tal forma que la tauromaquia, floreció en diversas regiones del mundo y desde hace mucho tiempo ha despertado intensas pasiones y controversias, como muchas de las dicotomías que vivimos a diario.
En razón de lo anterior, podemos decir que, para quienes son ajenos a la fiesta brava, es absolutamente posible que no dimensionen la importancia que tiene sumergirse en la experiencia de la tauromaquia, es comprensible que escape a su mirada la libertad que adopta una dimensión única y compleja que trasciende la simple observación de una corrida de toros.
Impedir y prohibir son acciones que impiden la libertad, toda vez que, la libertad conceptualmente se manifiesta en la elección consciente de participar en esta expresión artística y cultural. Los seguidores del arte taurino, como el que suscribe la presente, no somos meros espectadores pasivos, sino individuos que han decidido adentrarse en un mundo donde el valor, la destreza y la conexión entre el hombre y el toro se entrelazan en una danza ancestral.
Ahora bien, desde esta perspectiva, la libertad se presenta como la capacidad de apreciar la tauromaquia en toda su complejidad, reconociendo sus elementos estéticos, históricos y emocionales. De ahí que la elección de abrazar este arte implica un ejercicio de libre albedrío, donde cada seguidor encuentra significado y belleza en la tradición taurina.
Asimismo, la libertad se manifiesta en la conexión emocional que establecemos los aficionados con los toreros, los toros y la propia experiencia taurina. En medio de la tensión y la emoción, los que somos proclives al arte taurino encontramos en ella la liberación de nuestras emociones, que nos permite conectarnos con una parte fundamental de la condición humana: el enfrentamiento con lo desconocido y la celebración de la valentía.
En ese sentido, podemos afirmar categóricamente que la plaza de toros, lejos de ser simplemente un escenario, se convierte en un espacio de libertad donde se despliegan las habilidades artísticas y atléticas de los toreros.
En ese contexto, la tauromaquia se convierte en un ritual que celebra la habilidad humana para enfrentar el riesgo y la adversidad, recordando a los seguidores que la libertad va de la mano con la responsabilidad y el respeto por la vida.
En virtud de lo anterior, convocamos a unificar esfuerzos para impedir que actos de autoridad como el ejercido por el juez de Distrito de Jalisco, Luis Alberto Márquez Pedrosa, quien ordenó suspender de forma provisional los festejos taurinos en Guadalajara, a causa de un amparo judicial promovido por el grupo Anima Naturalis, el cual determina impedir la celebración de los festejos que faltaban por realizarse en la plaza "Nuevo Progreso".
Dicha orden se debe a una propuesta realizada por el grupo animalista, la cual consiste en no otorgar los permisos necesarios a la plaza para poder llevar a cabo los festejos taurinos de la ciudad de Jalisco, es evidente que con este tipo de circunstancias que prohíban el libre ejercicio del arte taurino, se violenta la libertad y se mutila salvajemente uno de los rasgos culturales que formaron y forman parte de nuestro patrimonio luchemos por la preservación de nuestros rasgos culturales y de nuestras costumbres, pero sobre todo no dejemos que nos roben la libertad, la libertad de disfrutar y compartir la fiesta brava.
A manera de conclusión, para nosotros, los seguidores del arte taurino, la libertad no es simplemente la ausencia de restricciones, sino la elección consciente de participar en una expresión cultural que despierta emociones profundas y celebra la conexión entre el hombre y la bestia.
A través de la tauromaquia encuentran la libertad de explorar la complejidad de la condición humana, y de sumergirse en una tradición que, para muchos trasciende el tiempo y el espacio. Tenemos la libertad de elegir, preservando nuestras tradiciones y reconociendo nuestros rasgos culturales, así como la herencia de nuestros antepasados.