De unos años a la fecha, las corridas temáticas se han puesto de moda en México, y las distintas empresas que las han organizado, pretenden conferir un rasgo de identidad especial a determinada fecha, con el objetivo de ofrecer un valor añadido para el público asistente.
El primer festejo temático en la historia de la tauromaquia posiblemente haya sido la corrida goyesca escenificada en Zaragoza el 12 de mayo de 1927, y acto seguido la novillada con el mismo formato que hubo en "El Toreo" de la Condesa, el 31 de julio de ese mismo año. Por tal motivo, la goyesca, posteriormente la famosa corrida goyesca Ronda, instaurada por el maestro Antonio Ordóñez en 1954, se haya convertido en el evento temático por antonomasia.
En épocas recientes se han inventado la corrida picassiana de Málaga o la magallánica de Sanlúcar de Barrameda, entre otras. En México, hace tiempo se inventó la Corrida de Las Luces de Huamantla, que ha sido exportada a otras plazas, y por allá del año 2016 se dieron un par de corridas en "La Petatera" denominadas "charro-taurinas", y también montaron una corrida "ponciana" en Aguascalientes, que no tuvo nada de particular o que fuera distinto a las de Villa de Álvarez.
Habría que sumar a esta lista hecha a vuelapluma la corrida "mexicana" realizada en Apizaco en marzo pasado o la famosa Corrida de la Insurgencia de San Miguel de Allende, recientemente organizada en la plaza "San Marcos", además de la corrida "josealfredista" que el sábado anterior se sacaron de la manga en la plaza "La Luz" de León, con motivo del 50 aniversario de la muerte del inolvidable compositor.
En este sentido, se agradece a las empresas el toque de creatividad. Sin embargo, en algunos casos concretos, habría que pulir todavía más la producción de dichos eventos, con la finalidad de que se conviertan en una experiencia diferente para el público, pero sin perder de vista que la base del espectáculo es el trapío del toro y la calidad de los carteles, sobre todo en las plazas de mayor jerarquía.
De esta manera, lo demás se convierte en un agradable accesorio, que tampoco debiera prodigarse al grado de tener tantas corridas temáticas en el calendario con cualquier excusa, sino pensar en ellas como algo absolutamente excepcional, que verdaderamente tenga un contenido artístico y un significado especial.
La tauromaquia posee tal fuerza expresiva, emanada de la relevancia que representa el toro bravo, sustento de un ritual que tiene un gran argumento intrínseco y una forma de ser tan personal, que no requiere aditamentos o parafernalia de ninguna especie, y mucho menos si la producción escenográfica de esos festejos temáticos carece de una calidad contrastada.
Porque… a fin de cuentas, el motivo temático tendría que aparecer siempre en un segundo plano y no pretender erigirse en lo fundamental de una corrida. Así que no hace falta querer inventar el hilo negro.