La gran aficionada doña
Roxana Ramírez Díaz, falleció a los 90 años el día de ayer, en su casa de la Ciudad de México, y como consecuencia de causas naturales, lo que ha provocado un profundo dolor en la familia de la dinastía de los
Ramírez, parientes del maestro
Alfonso Ramírez "Calesero".
Nacida en Aguascalientes el 22 de febrero de 1933, doña Roxana fue la hija mayor del matrimonio conformado por doña Magdalena Díaz y Jesús Ramírez "Chito", quien durante 42 años fuera empresario de la plaza "San Marcos" de Aguascalientes, donde debutó su hermano Alfonso como novillero en 1927.
Desde pequeña, gracias a la influencia familiar, doña Roxana se hizo aficionada a los toros y durante muchos años conservó sus Derechos de Apartado en la Plaza México, donde se le veía con frecuencia en compañía de su padre, al que estuvo siempre muy unida. De su mano aprendió muchas historias taurinas, producto de la relación de éste con el medio.
La afición de Roxana fue en aumento cuando su padre fue empresario, y también en los años en que sus primos hermanos Alfonso, José Antonio y Curro Calesero, continuaron con los pasos de su padre, el célebre maestro Calesero, del que Chito fue vecino durante varias décadas, cuando ambos construyeron sendas casas, una frente a la otra, en la calle de Indianápolis, en la colonia Nápoles.
Doña Roxana fue una mujer muy trabajadora, sobre todo después de que enviudó, siendo aún considerablemente joven, de don Jaime Cardoso, se dedicó a vender seguros a lo largo de muchos años para sacar adelante a sus hijos, a la par que seguía alimentando su afición taurina y sentía un enorme respeto por las figuras de la época de oro, varias de las cuales tuvo ocasión tratar en su casa y de ver torear, sobre todo en la Plaza México. Era una persona muy alegre y a la que le agradaba mucho recordar el pasado de su padre como empresario.
Desde estas breves líneas queremos expresar nuestras más sentidas condolencias a sus hijos Roxana, Jaime, Joaquín y Miguel Cardoso Ramírez, así como a sus hermanos Javier, Cristina, Rosa y Alfonso, que han sobrevivido a Silvia y Jesús, y demás miembros de una numerosa y querida familia taurina en la que ella siempre tuvo un lugar muy especial. Descanse en paz.