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¡La fiesta en México está viva!

Sábado, 24 Dic 2022    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
Tenemos motivos para ilusionarnos en esta Navidad...
Para los católicos, la Navidad es sinónimo de esperanza. Celebramos porque nace Jesús, el Mesías. Dios se hace uno de nosotros con precariedades, marginado, lejos del poder y de la abundancia. Se hace presente en la historia y con ello le da sentido a la existencia humana. La fuerza de la esperanza cristiana está en la confianza en un porvenir diferente, en una vida plena señalada por el mismo Jesús presente en la historia. 

Como taurino , en la Navidad del 2022 me siento lleno de esperanza que quiero compartir con los lectores de Al Toro México.

Benedicto XVI escribió la Carta Encíclica Spe Salvi (en Latín: Salvados en esperanza) en donde explica que la esperanza es un don que surge del encuentro con Cristo. El hoy Papa emérito explicaba que ante el sombrío panorama de conflictos bélicos, desequilibrios económicos, problemas medioambientales, corrupción política, inseguridad y violencia, muchos caen en el pesimismo y abandonan la lucha. 

En Spe Salvi,  Benedicto XVI presentaba un horizonte de esperanza y animaba a trabajar y a esforzarse para hacer frente a las dificultades, combatiéndolas con coraje: "Quien tiene esperanza –dice el santo Padre– vive de otra manera, una vida nueva".

La elucidación de Benedicto XVI parece dirigida a los taurinos mexicanos. La situación actual con la Plaza México cerrada, el crecimiento de movimientos animalistas, oportunismo político, desunión de los taurinos, escases de bravura, falta de casta en la mayoría de los encierros y de imaginación empresarial, haría que reinara el pesimismo y que los taurinos renunciáramos a la lucha. Pero si revisamos algunos hechos ocurridos en fechas recientes, tenemos motivos para ilusionarnos en esta Navidad.

Durante la pandemia vimos como surgieron muchos grupos de aficionados que buscaron mecanismos para, pese al confinamiento, seguir hablando de toros. Parecía que los aficionados se les iban por delante a los llamados profesionales taurinos. Pero hay también ganaderos que apuestan por el futuro. El domingo pasado, en el programa Fórmula Taurina, Heriberto Murrieta y Alejandro Silveti entrevistaron a Santiago Pérez Salazar, ganadero de San Fernando y de Arroyo Zarco quien explicó que en este año se realizó la que ha sido, probablemente, la mayor importación en la historia de México de sementales y vacas bravas procedentes de ganaderías españolas. 

Se han traído cerca de 340 cabezas de ganado provenientes de distintos encastes como Domecq vía Garcigrande, Domingo Hernández, Victoriano del Río, López Gibaja; Santa Coloma procedente de las ganaderías La Quinta y Flor de Jara; y Murube de las ganaderías de la familia de El Capea y el Canario. ¿Cómo no entusiasmarnos ante esta apuesta para refrescar la sangre de la caballa brava mexicana? ¿Harían este esfuerzo que implica una inversión millonaria si la fiesta de los toros en México no estuviera viva?

Pero no son sólo los ganaderos. Hay al menos cuatro toreros jóvenes mexicanos, recién alternativados, que tienen la calidad y el valor como para convertirse en figuras que ilusionen en México y en el extranjero: Héctor Gutiérrez, Juan Pedro Llaguno, Isaac Fonseca y Arturo Gilio. Si esto fuera poco, la semana pasada Pedro Haces anunció el proyecto de construcción de una nueva plaza de toros en la ciudad de México. 

Para continuar con las noticias que me harán brindar esta Noche Buena por el prometedor futuro de la fiesta brava en México, el novillero tapatío Santiago López-Ortega participará en la gran final del certamen de invierno de escuelas taurinas de España el próximo 30 de diciembre en la Venta del Batán. No sólo eso, está anunciado para abrir la temporada española en la novillada sin picadores de la emblemática plaza de Valdemorillo.

En síntesis, no son sólo los aficionados con sus tertulias los que mantienen viva la llama de la afición taurina en México. Hay un grupo de chavales que demuestran que la vocación de ser torero es tan fuerte en el siglo XXI como lo fue en las épocas de Ponciano Díaz, de Gaona o de Armillita. También hay ganaderos que están dispuestos a invertir su patrimonio porque regrese la emoción a las plazas de toros y nuevos empresarios que, esperemos, le impriman imaginación y competitividad para que terminen el amodorramiento del espectáculo taurino mexicano. 

En Spe Salvi,  Benedicto XVI escribió que "somos libres porque el cielo no está vacío, porque el Señor del universo es Dios que en Jesús se ha revelado como Amor". Con esa esperanza y con la ilusión de una fiesta brava mexicana que sigue viva, les deseo una muy feliz Navidad. ¡Qué Dios cuide a la tauromaquia y reparta suerte!


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