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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 20 Ene 2022    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...ni siquiera con protocolos estrictos se puede garantizar que..."
Conforme transcurren estos días, las cancelaciones o aplazamientos de festejos taurinos se han venido sucediendo unos detrás de otros. Y si primero fueron las corridas programadas en Jalisco, ahora también son las de Yucatán o Quintana Roo, de tal manera que la incertidumbre vuelve a sobrevolar encima de nuestras cabezas.

En estas semanas por venir, y ya con la Feria de León puesta en marcha, todavía no se sabe qué pasará con las corridas de anunciadas en distintas plazas, un hecho que viene a recordarnos la fragilidad del espectáculo en medio de estas complicadas condiciones de salud.

¿Especular es la cuestión? Posiblemente. Pero, ¿cómo aguantar hasta el final para cancelar un festejo cuando ya se hicieron diversos gastos o se vendieron boletos? ¿Actuar entonces con prudencia antes de animarse a programar un festejo?

Son éstas y otras preguntas las que acechan en la mente de los taurinos, ávidos de respuestas asertivas para no ver diezmado el negocio, que de por sí ya viene arrastrando una carga económica considerable, no sólo en el campo bravo, que ha sido el más golpeado, sino también en las finanzas de un sector que hoy mismo depende completamente de las circunstancias sanitarias.

Porque nunca en la historia de la tauromaquia se suscitó tal grado de corresponsabilidad entre autoridades y empresas taurinas. Y es que la salud de las personas es un hecho prioritario que debe anteponerse a todo, ya que, inclusive con la doble dosis de vacuna, y hasta el refuerzo, el peligro de morir está latente.

La experiencia acumulada en los últimos dos años tal vez no sea suficiente todavía para garantizar la celebración de eventos masivos en tiempos del Covid. Porque ni siquiera con protocolos estrictos se puede garantizar que un lugar público sea seguro, teniendo un enemigo invisible, a veces tan desesperante y traicionero.

Así que estamos ante un dilema difícil de afrontar, porque si lo políticamente correcto es cancelar eventos y evitar contagios, quebrantar de nuevo la economía del toro y truncar la comprensible necesidad de entretenimiento de la gente, quizá no sea la decisión más saludable.

Vivir encerrados no es la solución, eso ya lo sabemos; pero tampoco podemos vivir atemorizados. No hay que bajar la guardia y relajar las medidas a las que, a fuerza del paso del tiempo, ya nos hemos ido acostumbrando y comienzan a ser una parte cotidiana de nuestra existencia.

Y mientras la pandemia sigue su curso, y el Ómicron hace crecer la cifra de contagios, la fiesta de los toros se ha quedado maniatada por la incertidumbre, navegando a la deriva en un mar revuelto que tampoco ha favorecido un cambio de fondo, con una profunda reflexión que nos haga replantearnos tantas cosas. Pero parece que seguimos viviendo con la ingenua idea de que, en breve, todo volverá a ser como en los mejores meses del año 2019.


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