La tauromaquia es atacada desde distintos frentes. Los políticos oportunistas quieren subirse "a la moda", obtener fama, votos (y quizá alguna dádiva de grupos abolicionistas financiados desde el extranjero) y proponen la prohibición de un espectáculo que no entienden y que escandaliza porque contiene sangre y muerte.
Rubén Amón en su interesante libro "El fin de la Fiesta" (Debate, 2021) dice: "La situación es desesperante, pero no desesperada. La minoría aguerrida que se identifica en las libertades y los placeres de la Fiesta está llamada a la movilización y a la reivindicación en una sociedad hostil e infantilizada". A partir de esta idea, el periodista español explica que la tauromaquia es un escándalo, que debemos salvar.
Si bien el libro está escrito bajo el contexto español y hay claras diferencias con lo que sucede en México, está muy bien redactado, invita a la reflexión y propone argumentos para estructurar no sólo una defensa, sino el fortalecimiento de la tauromaquia. Rubén Amón revela que desde sus orígenes, las actividades taurinas representan la ruptura, la transgresión y una incomodidad que escandaliza. Esto hace que, en un mundo frívolo y globalizado, los taurinos nos identifiquemos con la diferencia y la excepción.
El texto desarrolla las características que Amón considera distintivas de la Fiesta de los toros: son una expresión cultural vanguardista, que expone los tabúes de la sociedad actual y amenaza a la banalidad a través de la virilidad, la liturgia, el sacramento pagano y el héroe clásico que enfrenta y vence a la muerte. La Fiesta (Rubén Amón la pone en mayúscula para resaltar su singularidad) es un espectáculo de estética abundante que transita entre erotismo y muerte.
Coincido con Rubén que el debate no debe ser "toros sí, toros no", porque eso implica una confrontación de la sociedad y promueve un escenario espantosamente polarizado. "El problema de prohibir los toros –dice Amón– no reside tanto en el predicado como en el verbo". Como grupo minoritario, debemos de tender puentes y defender no sólo nuestro derecho de ir al espectáculo que nos de la gana, sino que existan las libertades propias de una sociedad democrática. Que se permitan las "creencias" y las "opiniones" y que no se imponga autoritariamente un pensamiento único.
"El fin de la Fiesta" nos invita a luchar contra la hipocresía de lo "políticamente correcto". La sociedad urbana se relaciona con los animales de forma artificial y, con algunas mascotas, incluso de manera enfermiza. En la tauromaquia, al contrario, se respeta la naturaleza del toro bravo y se crean ecosistemas que protegen flora y fauna.
La tauromaquia no es un videojuego. Tal como lo expone Rubén Amón: "La sangre se derrama de verdad, en su fórmula eucarística y en sus expectativas catárticas. La corrida de toros no suscita la violencia. Todo lo contrario: nos previene de ella y nos libera de ella". La comparación de la "mentira" (un videojuego) la "verdad" de una corrida de toros se ha expresado desde la época de Rafael Molina Sánchez "Lagartijo" (1841-1900) quien decía que en los redondeles no se muere de "mentirijillas" como sucede en los teatros.
Esta fascinación por la muerte viene del encuentro de Eros (el dios griego de la atracción sexual y fertilidad) con Tánatos (la personificación de la muerte). Por eso perturba a colectivos frívolos e infantilizados que intentan esconderla.
Si bien el libro tiene algunas imprecisiones (por ejemplo, le cambia el nombre a Rodolfo Gaona y lo llama Rafael, en un error lamentable dada la importante del torero leonés), es una invitación a sentirnos orgullosos de ser taurinos, como minoría estrafalaria y reivindicativa. La Fiesta brava reclama la diferencia, la liturgia, el descaro y se opone a negar o esconder tabúes incómodos.
Defender las corridas de toros es salvaguardar nuestro derecho a ser distintos. Como lo dice Rubén Amón: "El rito, la muerte, la idolatría al uro, la virilidad, el heroísmo genuino, el estupor estético, la sangre, el desenfreno lúdico, el éxtasis transforman la tauromaquia en un acontecimiento singular. La única manera de observarlo".