El 1 de enero de 1972 la ganadería mexicana de Piedras Negras obtuvo un histórico triunfo en la plaza de "Cañaveralejo" de Cali, equiparable al que recientemente conquistó la divisa española de Victorino Martín, y al cumplirse 50 años de dicha efeméride aquí está la evocación hecha por el escritor Carlos Hernández "Pavón" en su libro "La legendaria Hacienda de Piedras Negras":
"El extrañado ganadero don Raúl González mandó un encierro superior para una tarde de dos indultos en el coso monumental de Cali, Colombia. Hoy en día este hierro conserva su importancia al mando de don Marco Antonio González Villa y sigue con la línea que siempre lo ha distinguido.
Esta fue una las notas periodísticas de ese día:
"Cañaveralejo", 1 de enero de 1972, sol, calor y lleno. Siete toros mexicanos de Piedras Negras, 7o., regalo, en Saltillo, nobles y bravos todos, indultados 1o. y 6o., "Postinero" y "Pluma Blanca", vuelta para 3o. y 4o., los otros tres ovacionados. Pepe Cáceres, dos orejas y dos orejas simbólicas tras indulto. Palomo Linares: Oreja, palmas, y dos orejas en el de regalo. Eloy Cavazos: Oreja con fuerte petición de otra, y dos orejas simbólicas tras indulto.
Pepe Caceres. No brindó. Al público se le había ido pasando el rencor pero al perecer a él no. Sin preámbulos, en el tercio, de frente se cruzó con el toro, erguido, lo citó de una vez por naturales, nada de pases de tanteo, con la espada en la derecha, tras el cuerpo y la izquierda por delante balanceando el estaquillador en la punta de los dedos, estremeció el trapo y el animal se arrancó tras él a galope, y lo siguió, y lo siguió, y lo siguió codicioso pero sin tocarlo. Solo girando sobre su pie derecho clavado a la arena como la punta de un compás, Pepe dio veintiún naturales bajos, cargados, lentos, largos, majestuosos, ligados en tres tandas de siete, sin enmendar el terreno y todas tres rematadas con el forzado de pecho pa dentro. Después de la primera, casi todo el público, olvidó los agravios, la bronca, el pasado y la sinrazón. La banda de músicos, alebrestada, suspendió el pasodoble y sopló, a todo pulmón, el Bunde Tolimense.
Sol General peló el cobre del nacionalismo y la plaza vibró, tras cada pase, con olés retumbantes. Pepe no levantó la mirada, no sonrió, solos el toro y él se trenzaron en una brega en la que uno no paraba de embestir y el otro no paraba de cargar las suertes de su largo repertorio. La faena siguió, in crescendo, más allá del reglamento. El público comenzó a pedir indulto, la cosa continuaba, la petición se generalizó, discusiones en el palco presidencial; ¿perdón o aviso? apremios en el callejón y en el tendido, pañuelos blancos, griterío. El indulto para "Postinero". Sí. Apoteosis. Las dos orejas simbólicas, la locura del público. Entre clamor y música, él, caminó ceremonioso, frente a la barrera se inclinó, recogió mi sombrero, y siguió con él en la mano, dando la vuelta despacito, en medio de aplausos, flores, prendas, y gritos de torero! torero! Sin alardes, sin concesiones, tan enfurruñado como sus recalcitrantes detractores que rumiaban amargura objetando el triunfo.
Con el cuarto, "Soy de seda", Pepe arrasó a sus malquerientes, crecido, toreó más y más, para sí, soberbio y jaleado mostrando la casta del animal. Repitió su apoteosis del primero y aunque no hubo indulto, con capa y muleta, esculpió una obra de arte, en esa piedra del clasicismo sobre la que había levantado el credo "Cacerista". Remató con estocada perfecta, como pocas veces, que le valió las dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero ni así se contentó con sus malquerientes.
Eloy Cavazos, diminuto con su toreo barroco, alegre y tan mexicano puso la plaza pata arriba, hizo sonar los corridos rancheros, en medio de furiosa petición de dos orejas recibió solo una que tiró al suelo y arrancó ruidosa vuelta al ruedo.
Eufórico, se superó a sí mismo con el quinto "Pluma Banca!, bravísimo, motivando su indulto para recibir trofeos simbólicos en medio del delirio, los sones de "Adelita" y el coro "¡México, México, México!"
Palomo Linares, capaz de cualquier cosa por no dejarse ganar, armó un escándalo con su toreo valiente, tremendista, de rodillas, de desplantes, pero con la espada malogró la faena del tercero. El ídolo de la grey "palomista", que tantos feligreses tiene en Cali, picado, vehemente al ver que en un cartel trinacional, España, representada por él, quedaba en minusvalía se arrimó como un poseso y arriesgó todo en el sexto, para terminar, otra vez, tardando con el estoque y recibir solo una oreja. Con desesperación pide otra oportunidad y permiso para lidiar el sobrero que, fiero, parte plaza y remata contra el burladero arrancándose el pitón derecho por la cepa.
Frustración y rabia. Definitivamente no estaba de suerte Sebastián. En gesto de hombría hace toda la faena a milímetros del indemne pitón izquierdo, el trasteo es impecable pero la estampa del toro, con la cara y el muñón del cuerno ensangrentados, impide que haya emoción diferente a la compasión por el animal. Mata en sitio, y recibe dos orejas del maltrecho.
De los siete cárdenos, Piedras Negras que abrieron el año, tres fueron aplaudidos en el arrastre, dos dieron la vuelta al ruedo y dos se fueron indultados. Como en los viejos carteles: 7 toros bravos 7".