Las cosas de los toros en México estaban revueltas en España y en casa. Del otro lado del mar se negociaba un nuevo convenio taurino, roto desde marzo de 1957, cuando las cosas fiscales de este negocio no dejaron otra opción al doctor Alfonso Gaona que "tirar el arpa" y buscarse otro lugar en el cual ejercer su labor empresarial. Y es que ese diez por ciento sobre el ingreso bruto, adicional a todo impuesto y gravamen establecido desde 1945, era suficiente para arruinar a cualquiera.
El convenio vendría firmándose hasta el 22 de noviembre de 1961, dejando poco margen de maniobra al empresario –que ya lo era también de la Plaza México, por decisión de su nuevo arrendatario, Alejo Peralta– para organizar una temporada en condiciones, pero el doctor Gaona era un hombre de recursos y como veremos adelante, lo consiguió con creces.
En lo local, la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros decidió emplazar a la empresa de Cuatro Caminos por la celebración de un contrato colectivo de trabajo. Y comenzaron entonces los ires y venires para intentar hacer reconocer que los tribunales del trabajo ya habían tomado una decisión sobre ese asunto algunos años antes. La UMPYB al final reconoció que tenía un amparo interpuesto ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que esperaría el resultado de ese juicio, para seguir actuando por el momento “en las condiciones acostumbradas".
El anuncio del derecho de apartado
Así pues, el derecho de apartado se vino a anunciar hasta la víspera de la Navidad de 1961, cuando en "El Redondel" de esa fecha, se dio a conocer, en nota, el siguiente elenco:
“He aquí la lista de matadores contratados: Mexicanos: El Calesero, Antonio Velázquez, Rodríguez, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Jorge Aguilar, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, José Ramón Tirado, Jaime Rangel, Felipe Rosas y Antonio Campos "El Imposible". Españoles: Joaquín Bernadó, Luis Segura, Fermín Murillo, Paco Camino, Juan García “Mondeño” y además el rejoneador Ángel Peralta…
En cuanto al elemento toro hay comprados suficientes encierros de las ganaderías de Piedras Negras, La Laguna, Coaxamalucan, Xajay, Zacatepec, Rancho Seco, La Punta. Pastejé, Tequisquiapan, Peñuelas y Mariano Ramírez, siendo de esperarse que la lista se complete con nombres tan prestigiados como los de Valparaíso, Torrecilla, José Julián Llaguno, Las Huertas, San Miguel de Mimiahuapam, y algunas vacadas más…".
Se agregó que se ofrecerían diez corridas en "El Toreo" y 12 en la Plaza México. Al final de cuentas, las que se dieron en Cuatro Caminos fueron en total 19.
Concurrentemente con el apartado, en la misma nota se anunció la inauguración de la temporada 1961–62 con una serie de dos festejos que se llevarían a cabo el último día del año y el primero del siguiente. En el primer cartel se presentarían Antonio Velázquez, Juan Silveti y el aragonés Fermín Murillo ante toros de La Laguna y abrirían el nuevo año Alfonso Ramírez "Calesero", Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino, ante toros de Pastejé. Las entradas a ambos festejos se agotaron casi de inmediato.
Las impresiones sobre Paco Camino
El hecho de que el anuncio de la temporada de "El Toreo" de Cuatro Caminos dejó ver que gravitaría en torno a la figura de Paco Camino, que había toreado 68 corridas en la temporada europea recién terminada, quedando de tercero en el escalafón detrás de Curro Girón y Diego Puerta no le pareció adecuado a más de algún influyente opinador, como es el caso de don Alfonso de Icaza "Ojo", quien en su columna semanal "Nuestro Comentario", aparecida en el semanario "El Redondel" del 7 de enero de 1962, entre otras cosas, escribió:
"Hace tiempo que tenemos la creencia de que, actualmente, son mejores los toreros mexicanos que los españoles… Y no por el hecho de haber nacido aquí –que el sitio donde se ve la luz primera nada supone en el caso– sino por la distinta manera como se desarrolla la fiesta en uno y otro país… En México, el toreo es cosa de hombres; en España, de niños… Aquí, para ser figura del toreo, se requiere, además de poseer cualidades especiales, dominar la profesión, lo que no se consigue, salvo casos excepcionalísimos, sino después de muchos años de práctica…
"Así vemos que nuestros ases, Calesero, Procuna, Capetillo, Silveti, Leal o Joselito Huerta, para no citar sino a unos cuantos, llevan años y años de lidiar toros, años que les han servido para acumular conocimientos al mismo tiempo que para afinar su arte… En España, en cambio, se improvisan ídolos a cada momento… Y tan pronto es "primerísima figura" un jovencito de diecinueve años, como Paco Camino, que uno de veintiuno, como Diego Puerta, u otro improvisado aún, el ya famoso El Cordobés, que antes de tomar la alternativa, y nos atrevemos a decir que, sin ser todavía un auténtico torero, tiene ya un capital de quién sabe cuántos millones de pesetas…
"Las figuras del toreo no se improvisan… Aún los diestros especialmente precoces, como Joselito, Armillita y Arruza, necesitaron "cuajarse" para ascender a la primera fila… No se nace sabiendo, ni se puede ser maestro en tauromaquia de buenas a primeras… El toreo es cosa de hombres, tal y como se entiende en México, y no de criaturas como actualmente se estila en España...".
Es decir, a juicio de uno de los principales periodistas taurinos de la época, dos de los toreros que encabezaban el escalafón europeo eran nada menos que unos “improvisados”, más que nada por su juventud. ¿Sería que "Ojo" no se percató del cambio que ya se estaba produciendo o fue simplemente el hecho de no haber visto a los toreros a los que se refería?
Así estaba el patio hace seis décadas. No parecía poder darse gusto a nadie.
La corrida del primer día del año 62
Se anunció un encierro de Pastejé para Alfonso Ramírez "Calesero", Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino. Las cosas se empezaron a torcer desde el inicio, pues los toros de Pastejé nada más no caminaron y dos de ellos fueron devueltos a los corrales, siendo sustituidos por uno de Piedras Negras (2o.) y otro de La Laguna (4o.).
Para don Alfonso de Icaza "Ojo", su valoración previa pareció haberse cumplido con la actuación del torero de Camas, pues su apreciación de esta tarde, es la siguiente:
"La primera impresión que tenemos del niño – torero hispano es que es habilidoso y que está muy puesto con el toro… A su primer enemigo, que huía hasta de su sombra, se empeñó en sujetarlo, y lo sujetó, con aplauso del público, pero a su segundo, que era más toreable, en lugar de pasárselo, optó por dar vueltas a su alrededor, entre pitos de la gente, que no gusta de paseos, sino del buen toreo, definido de tiempo atrás en tres palabras, que parece no conocer Paquito: parar, templar y mandar…".
Por su parte, Carlos León, en la misma coloratura, opinó:
"Camino se quedó en vereda… Cierto es que la corrida no fue manejable, pero el de Sevilla exageró su prudencia, confirmando las reservas y vacilaciones que ya observaba el crítico de Madrid. En pocas, en rarísimas ocasiones se pasó a los bichos con el percal o con la sarga, más cuando lo hizo fue a una distancia tan prudencial que no conmovió ni a su mozo de estoques.
En cambio, colocado a la defensiva mostró una evidente habilidad, lo mismo bregando con la capichuela que al manejar la pañosa. Siempre sobre piernas, sin fijeza en las azogadas zapatillas, encorvado y habilísimo para meterse a los costillares, parece mentira que con tales trucos haya logrado de pronto conmover al público, que le celebró lo que erróneamente tomaron por potencialidad de lidiador, cuando eso tiene otro nombre exacto y preciso: ratonerismo.
Mas, si con el tercero le festejaron su ratonera facilidad para huir de los pitones y refugiarse en los cuartos traseros, con el sexto le chillaron el truquito de jugar al tiovivo y zara-gatear lo más lejos posible de las astas. Como había brindado a César Balsa, tarde se le hacía al sevillano para irse de la plaza y seguir bailando en el Jacaranda. Pero, como es bastante malito con la espada, se le cansó el brazo pinchando hasta que optó por un ignominioso espadazo en el chaleco. Total: que, si Paco es Camino, Del Olivar es carretera. O tal vez, autopista de las que pueden llegar muy lejos…".
Como se ve, simplemente, para los dos cronistas citados, Paco Camino no tuvo manera de llegar a un entendimiento con su hacer delante de los toros.
El resto del festejo
Calesero fue abroncado al final de sus actuaciones, pero firmó un gran ramillete de verónicas ante el cuarto de la tarde "Perdigón" y Antonio del Olivar le realizó una valiente y dramática faena al quinto, "Barquillero", recibiendo como premio una oreja, que fue protestada por el espadazo defectuoso con el que despachó al toro, pero fue requerido para dar dos vueltas al ruedo con mucha fuerza.
Así se vieron las cosas un día como hoy de hace seis décadas. Una relación que después terminaría como una especie de romance con la afición mexicana, comenzó de manera tormentosa, pero el tiempo siempre pone las cosas en su sitio.