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Torear como los ángeles

Sábado, 25 Dic 2021    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
"...pero descartaron la idea. El ángel está toreando por placer..."
En momentos de gran inspiración, a los toreros de pellizco y arte exquisito, suele decírseles que torean como los ángeles. A los lectores de Al Toro México, como regalo de Navidad, quiero compartirles la historia de un ángel torero, uno que hacía méritos toreando para ganarse las alas.

Gonzalo Santonja, doctor en filología, académico, escritor e investigador taurino, ha recorrido España realizando un riguroso trabajo de arqueología para tratar de entender los comienzos del toreo de a pie. Ha estudiado archivos municipales y eclesiástico de Castilla y León y rebate la idea de que el toreo se originó exclusivamente en Andalucía y por la guerra de la Reconquista.

Sus libros aportan referencias de que existían ganaderías de bravo, al menos, desde el siglo XIII y toreros profesionales, es decir, con contratos, desde el siglo XVI. Asimismo, presenta evidencia de catedrales españolas del siglo XIII en donde se observan imágenes de hombres haciendo suertes a toros bravos.

La historia que nos ocupa hoy aparece en el libro "Por los albores del toreo a pie" (Editorial Everest, 2012). Gonzalo es originario de Béjar, al sur de Salamanca, España en donde se encuentra el Real Monasterio de Guadalupe. Santonja explica que en el monasterio siempre ha encontrado sosiego y que las piedras, las imágenes y los cantorales, han sido para él un espejo de luz.

En dicho monasterio hay un scriptorium que data del siglo XIV. El término scriptorium se refiere a un lugar para escribir, se usa para referirse a la habitación de los monasterios de la Europa medieval dedicada a la copia de manuscritos por los escribas monásticos. En el scriptorium se elaboraban los códices miniados que eran libros especializados realizados por los monjes con caligrafía artística y esmero doctrinal para los propios monasterios, las iglesias o, incluso, para los reyes.

En el scriptorium de Guadalupe hay una colección de códigos litúrgicos formados por 89 libros miniados de los siglos XV al XVIII. En el cantoral 61 elaborado en el XVI se observa a Santiago Apóstol realizar la suerte del volapié. Esto es interesante porque en la historia de la tauromaquia se le atribuye al diestro Joaquín Rodríguez "Costillares" (1743-1800) la invención del volapié. Pues en el imaginario de monjes guadalupanos, san Santiago realizaba dicha suerte doscientos años antes del nacimiento de Costillares. ¡Así de antigua es la tauromaquia en España y así de fuerte su vínculo con la religión católica!

De las viñetas taurinas del scriptorium del Monasterio de Guadalupe, la más entrañable es una figura del siglo XVIII que aparece en el Cantoral 75 y de la que reproducimos un detalle para ilustrar este artículo. Tal como la describe Gonzalo Santonja:

«Una figura angélica asoma entre los arabescos de una orla florida para recoger la acometida de un toro en puntas, animal pronto, impetuoso, musculado, noble y obediente al toque. Un toro, no un novillo. Lo acreditan el desarrollo de la encornadura, la pujanza de sus atributos viriles, su trapío, el ilustre del pelo y el rizado de la frente. El astado depara una embestida de ensueño o, si se prefiere, divina: al galope y metiendo la cabeza, humillado con prontitud alegre, codicioso y franco, pendiente de los vuelos del engaño. La criatura torera emerge como una emanación de las flores y extiende el capote a dos manos, recreación idealizada de los capotes que desde ventanas y balcones saltarían al encuentro del ganado para robar alguna embestida por calles y plazoletas».

Al lado derecho del ángel, pero al margen, se observa a un arcángel –según Santonja puede ser San Miguel– alanceando a un dragón infernal. La lanza lleva la Cruz de Lorena o de Anjou que está basada en la cruz ortodoxa del imperio bizantino. Gonzalo Santonja explica:

«La Fe reafirma por la leyenda del segundo travesaño, anatema de Poncio Pilatos convertido en signo de profesión: "Jesús de Nazaret, Rey de los judíos". Fiera abatida, con la lengua infernal asaltada por los estertores. Si por la boca muere el pez, por la boca salían y morían las herejías de las bestias. Lucha y juego, las dos caras de la vida».

Pero, ¿qué pretende el ángel torero? El profesor Santonja propone dos hipótesis: Embarcar al toro en el engaño para tirar de él y llevárselo al Cielo; o, salir unos instantes de la vida eterna y gozar, como los toreros, de los placeres humanos. 

Sin embargo, como buen investigador, no se quedó con la duda y acudió a teólogos expertos, entre ellos don Olegario González de Cardenal, Premio Ratzinger de Teología (que es algo así como el equivalente a premio Nobel para los teólogos). Le confirmaron que es un ángel. Los sacerdotes consultados primero pensaron que podía estar echando un capote a alguien en apuro, pero descartaron la idea porque no hay nadie. Así que el ángel está toreando por placer.

Otro de teólogo afirmó que se trata de un ángel oblato. Etimológicamente un oblato se refiere a una entrega, alguien que se ofrece a Dios. La característica de una ofrenda es que es un don percibido por los sentidos, como una declaración externa, vinculada con la divinidad. En la Edad Media se usaba el vocablo oblato para llamar a los niños que eran ofrecidos a las órdenes religiosas. Sucedía especialmente con benedictinos y franciscanos en donde, para corresponder a una gracia concedida, los padres ofrecían a jóvenes a Dios. Los religiosos los aceptaban en calidad de oblatos con el doble propósito de ayudar en las tareas del convento y de formarlos en la espiritualidad de la orden religiosa.

Los ángeles oblatos hacía ofrendas, méritos, para que le concedieran las alas. Así que el ángel de nuestra imagen está ofreciéndole a Dios un angelical manejo con el capote para ser digno de usar las alas.

El doctor Santonja lo llama "El Ángel torero de Guadalupe" y explica la escena:

«A la bravura del toro noble corresponde la caricia de un capote seráfico; la furia de la perdición del dragón satánico recibe la respuesta de una lanza purificadora que, atravesando la cueva de su boca, se incrusta en la garganta. Predicación por los dos extremos, hagiografía o exaltación versus descalificación o anatema. Lo de este ángel es más rotundo: su capotazo se revela gratuito. Desde la eternidad del Cielo, los dedos se le harían huéspedes, incendiado el ángel por el fuego de una atracción irresistible. Admirando la estampa altiva de un toro, baja a la Tierra, presta un capote, el animal acomete. Aspiración cumplida. No cabe mayor muestra de fervor ante el Arte de Cuchares».

La viñeta del Monasterio de Guadalupe corrobora que es posible "torear como los ángeles". Por lo que es esta Navidad quiero desearles bendiciones para que los taurinos lectores de Al Toro México, realicen faenas angelicales.


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