Como es habitual en esta época del año en España, en que termina la temporada, se suelen producir cambios de apoderamiento y los dos más significativos de los últimos días son el acuerdo entre Ginés Marín con Curro Vázquez y la ruptura de Paco Ureña con la Casa Lozano.
Los toreros no suelen dar detalles de los acuerdos o desacuerdos con sus representantes al llegar el final de una relación profesional, una cuestión que tampoco es relevante para el aficionado, ya que, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera sabe –o le importa– quién se encarga de apoderar a un espada determinado.
Después de su resonante triunfo en Madrid, la carrera de Ginés Marín busca en Curro Vázquez un punto de inflexión para posicionarse, y ahora caminará de la mano del experimentado maestro, que seguramente aportará más solidez a su esencia torera.
La intención del jerezano es dar el salto definitivo a los primeros puestos de la torería, sobre todo ahora que ha entrado en una agradable fase de madurez como torero y como persona, y al cabo de dos años de la mano de los hermanos Jacinto y Jesús Ortiz, y tras su etapa inicial con la FIT, ha puesto un nuevo rumbo a su proyecto.
Por otra parte, la decisión de Paco Ureña vuelve a sorprender, pues apenas tenía un año con la Casa Lozano, y tras una breve anterior relación con José María Garzón, el murciano se encuentra a la espera de ver quién se encargará de administrar sus asuntos. Tiempo tendrá de meditarlo y escuchar ofertas mientras se recupera de las distintas lesiones sufridas en la corrida celebrada en Abarán.
La imagen del apoderado independiente parece cobrar fuerza en esta época, luego de que Roca Rey se decantó por el maestro Roberto Domínguez, que a lo largo de su labor como apoderado solamente había gestionado la carrera de Julián López "El Juli" y, desde la presente temporada, la de peruano, que es uno de los toreros más rentables del momento.
Y es que depender de una casa de apoderamiento vinculada a intereses empresariales, no es cosa fácil de sobrellevar porque, en ciertas ocasiones, los toreros no saben qué gorra se pondrá su mentor, si la de apoderado o la de empresario, y a veces hasta la de ganadero, anteponiendo así sus intereses a los de su representado.
Estar en manos de un apoderado que no maneja una empresa taurina, siempre será una apuesta difícil si no se tiene la fuerza suficiente e imponer determinadas condiciones en los despachos. Pero al final es el camino de la libertad, como el que ha elegido Morante al apartarse de la poderosa Casa Matilla para venir a demostrar que una figura del toreo está obligada a hacer las cosas que quiere y no las que debe.
Esta rebeldía no agrada a los empresarios-apoderados, porque trastoca esquemas de negocio que favorecen a la patronal, pero habla bien de quiénes se atreven a dar el paso y lo justifican triunfando con rotundidad. Siempre delante del toro, que es el único pone a cada uno en su sitio.