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Regresar a la plaza

Sábado, 23 Oct 2021    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
"...Óscar encabeza un proyecto que ya tuvo su primer éxito..."
Un día de toros es distinto a cualquier otro día. Recuerdo que a mi papá, desde temprano por la mañana, le sudaban las manos y se le secaba la garganta por la emoción de ir a la plaza. Le gustaba llegar temprano, ser uno de los primeros en sentarse y ver como se llenaban los tendidos.

Llevaba una libretita y anotaba lo que acontecía: pintas, nombres y pesos de los toros, colores de los ternos de los alternantes, comportamiento de los animales en el caballo, lances, quites, banderillas y el resultado en el último tercio. En mi casa –y en la de muchas familias mexicanas– un domingo de toros representaba un ritual especial.

Para mi abuelo, a los toros había que ir como se va a Misa. Preparado y en silencio. De manera intuitiva, él veía la fiesta brava como una sacralización litúrgica del arte, por eso había que asistir y observar en un silencio respetuoso. El silencio religioso de mi abuelo –como se observa en la Real Maestranza en Sevilla– mostraba que se concentraba en él mismo y estaba atento a lo que ocurría en el ruedo.

Fernando Savater explica que la ilusión de los aficionados taurinos está hecha del mismo material con que son tejidos los sueños. Para el filósofo, el público taurino está, por su propia condición, obligado a la frustración. Y es que "la pasión del verdadero espectador taurino –dice Savater– se fabrica con idénticos mimbres que la nostalgia y la desesperación". Y por eso, tal como sucede con los ensueños, posibilitan arrobo y goce.

En el ensayo "Caracterización del espectáculo taurino", Fernando Savater explica que el aficionado ya ha visto "la Faena, la única, la eterna, y puesto que ya la ha visto, no puede verla de nuevo. Gracias a su recuerdo de la Faena eterna, puede ver y disfrutar las faenas contingentes que se producen en las plazas, a través de la anamnesis de lo irrecuperable".

Según Savater, la gente asiste al espectáculo taurino por curiosidad, se aburre moderadamente o se indigna ante la sangre vertida, hasta que en cierta ocasión tiene una revelación y aparece la Faena eterna, se dice a si mismo: "así que era esto…" Un aficionado puede "ver a lo largo de su vida cien faenas mejores que aquella que sirvió de provocación a su despertar a la Fiesta eterna, pero tal despertar sólo tiene lugar una sola vez. A partir de ahí buscará esa sensación, como perdida para siempre, como irrecuperable".

El ayuno taurino que provocó la pandemia, nos ha hecho a muchos aficionados añorar con mucha mayor nostalgia e ilusión una tarde de toros. Por eso cuando se anunciaron los carteles de la plaza "Nuevo Progreso" en Guadalajara para este 2021, me sudaron las manos y se me secó la garganta como le sucedía a mi padre cada mañana de toros.

En los mentideros taurinos (hoy trasladados a chats virtuales) se criticaron los carteles. Que si faltaba "tal" o sobraba "cual", que si eran ganaderías comerciales, que si esos toros no embisten… Imposible poner de acuerdo a quiénes añoran la Faena eterna. Savater les diría: "Estás trivialidades son malentendidos que los aficionados se hacen a veces sobre la cuestión, por culpa excesivamente de su deficiente preparación metafísica. Claro está que el aficionado no ha visto a ningún determinado torero de carne y hueso realizar la Faena eterna".

A mi no sólo me ilusiona regresar a la plaza a sentir esas sensaciones únicas, mezcla de quimeras y emociones reales. Sino que me entusiasma ver anunciado a un torero local al que admiro por su profesionalismo y afición. Se trata de Óscar Rodríguez "El Sevillano". Lo he visto dirigir la Academia Taurina Municipal de Guadalajara con entusiasmo y servicio. A pesar de las dificultades y carencias económicas, no claudica en su vocación de transmitir pasión a las nuevas generaciones de toreros tapatíos.

Óscar encabeza un proyecto que ya tuvo un primer éxito internacional cuando Rubén Núñez triunfó en el certamen "Camino hacia Las Ventas".
 
En algunas teorías pedagógicas, se dice que quien más aprende es el que enseña. Años de aleccionar a los chavales, le han dado al El Sevillano conocimientos y solera. Además ha bajado de peso para prepararse para el que, quizá, sea el momento más importante de su vida como matador de toros. Quiero ver triunfar a Óscar, pero también a sus alternantes.

Sueño con ver llena la plaza y que todos salgamos toreando, embriagados de ilusión. Porque, tal como lo dice Savater, la Fiesta de los toros es una permanente orgía en la que ninguno de sus participantes puede permanecer sobrio.


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