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Hacia una nueva independencia taurina

Sábado, 18 Sep 2021    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Obra de Enguix   
"...La crisis hace que sea complicado importar figuras, así que..."
Durante casi 500 años se han celebrado corridas de toros en México. La ganadería de reses bravas tuvo tal importancia desde el arribo de los españoles al Nuevo Mundo que Hernán Cortés encomendó a su primo Juan Gutiérrez Altamirano las tierras en el Valle de Toluca para que en 1528 formara Atenco, la primera ganadería formal. La tauromaquia evolucionó en paralelo en México y en España, con poco intercambio entre ambos países.

Y así como en algunas regiones de la Península Ibérica surgieron formas distintas de enfrentarse a los toros salvajes (por ejemplo, los "matatoros" de Navarra), la sensibilidad, creatividad e idiosincrasia de los mexicanos los hizo crear estilos propios.

Estas expresiones autóctonas alcanzaron su máximo nivel con Ponciano Díaz (1858-1897). Destacó por su habilidad como charro, fue diestro con la reata y como jinete, a tal punto que se hizo caballerango de la ganadería de Atenco. Es interesante anotar que la primera edición mexicana del tratado de la Tauromaquia de Pepe-Hillo, el editor Juan C. Aguilar le aumentó el uso de las suertes locales (la reata y el jaripeo) que entonces practicaba Ponciano Díaz.

El primer sincretismo entre las tauromaquias española y mexicana se dio con Bernardo Gaviño, un torero gaditano que llegó a México alrededor de 1835. Gaviño no sólo fue quien enseñó a Ponciano Díaz el toreo a la usanza española, sino que estableció las jerarquías entre los toreros mexicanos e instauró la ceremonia de la alternativa. La primera se la otorgó precisamente a Ponciano Díaz en Puebla en abril de 1879.

A partir de entonces, los toros en México se volvieron dependientes de España. Se importaba ganado y acudían a México las principales figuras peninsulares. De esta manera, actuaron en territorio nacional toreros como Rafael Guerra "Guerrita", Rafael González "Machaquito" o Ricardo Torres "Bombita".

Rodolfo Gaona convirtió en bidireccional el influjo del conocimiento taurino: de España a América, pero también de México a España. El llamado "Indio Grande" no sólo alcanzó la cima del toreo, sino que se sostuvo en ella en tres períodos distintas. Primero, brillando por encima de Bombita y Machaquito; luego, en la Época de Oro, rivalizando con Gallito y Belmonte; y, finalmente, en México, como primera figura mundial, enfrentando y superando a Ignacio Sánchez Mejías y a Marcial Lalanda.

Entre 1930 y principios del 1936 hubo grandes triunfos de toreros mexicanos en ruedos españoles. El año de 1935 fue excepcional. Armilla encabezó el escalafón con 64 corridas, Garza toreó 43; El Soldado 29; Carnicerito de México 23 y Ricardo Torres, seis. A esta cifra hay que agregarle las novilladas del propio Ricardo Torres, Edmundo Zepeda, Eduardo Solórzano, El Indio, Julián Rodarte, El Vizcaíno y Silverio Pérez.

Para evitar la competencia, los toreros españoles organizaron lo que se conoció como "El boicot del miedo". Las consecuencias de dicho boicot fueron desastrosas para los españoles e, irónicamente, favorables para la tauromaquia mexicana. Poco tiempo después inició la guerra civil española y los toreros peninsulares no pudieron venir a México donde inició lo que se conoció como la Edad de Oro del toreo mexicano. Sin el concurso de los españoles, México alcanzó su independencia y autonomía taurina.

En 1944 se restableció la concordia entre México y España, pero no perdimos nuestra independencia. Toros y toreros mexicanos siguieron siendo el eje de la fiesta. Y si bien, toreros españoles como Manolete, Paco Camino y Pedro Gutiérrez Moya "El Niño de la Capea" fueron ídolos, siempre rivalizaron con las figuras nacionales del momento.

Fue hasta el retiro de Manolo Martínez y Eloy Cavazos cuando, tristemente, México perdió su independencia taurina. Empresarios y otros profesionales del mundillo taurino fueron seducidos por los encantos de los diestros hispanos y les entregaron la Fiesta. Los coletas peninsulares fueron exigiendo no sólo un toro comodito, sino una Fiesta a modo que fue alejando a los aficionados de las plazas.

Los toreros mexicanos fueron relegados a un segundo plano, disminuyeron las novilladas y hasta en plazas de tercera se anunciaban toreros españoles, la mayoría de ellos sin representar interés alguno para los aficionados.

La pandemia nos brinda la oportunidad de recuperar nuestra independencia. La crisis hace que sea complicado importar figuras, así que algunas empresas han anunciado que "se la juegan con mexicanos", lo que supone una apuesta de futuro. Al tiempo, Isaac Fonseca está triunfando en España lo que hace recobrar la esperanza de que surja un torero nacional que, como Gaona, Armillita o Arruza, se vuelva figura en los dos lados del océano.


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