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Ruedo: Detrás de la deserción de Castella

Miércoles, 10 Feb 2010    México, D.F.    Heriberto Murrieta / Foto: Archivo   
La columna de hoy en Récord

Se sigue discutiendo la actuación del francés Sebastián Castella el viernes pasado en la Plaza México. Hubo brotes de pasión en los tendidos, lo cual no sobra en un espectáculo que requiere de ella como la planta de la savia.

El último toro de la noche fue protestado por considerar el público que carecía de trapío. El ruedo se llenó de cojines y Castella, instigado por su subalterno Curro Molina, abandonó el barco y se metió en el callejón.

Aunque ciertamente es peligroso intentar torear entre almohadillas, Castella tuvo un gesto de vedetismo, negándose a salirle al toro, sin mostrar siquiera voluntad para matarlo. ¿Más temor a la borra que a los pitones?

En la historia del toreo ha habido centenares de cojinizas y los toreros abroncados no se escondieron en el callejón. Dieron la cara. No abdicaron. Se me dirá que El Soldado mató desde un burladero a "Corvejón" de San Diego de los Padres en 1942 bajo una tormenta de cojines. Por lo menos no se desentendió del fin último de la lidia, darle muerte al toro.

El tibio juez Eduardo Delgado miraba pero no actuaba. Debió obligar al galo a cumplir con su investidura de matador de toros y director de lidia, pero a cambio cedió ante el capricho del torero y a pesar de que el astado de Los Ébanos ya había sido picado, terminó sustituyendo al animal de marras y autorizando un toro de regalo que, por cierto, nunca saltó a la arena. Al final de la accidentada corrida, al ser cuestionado sobre la posibilidad de una sanción por desacato a la "autoridad", el diestro galo respondió con desenfado: "No pasa nada". En efecto, mientras en este país no se haga cumplir la ley, seguirá sin pasar nada en términos de civilidad.

Cuando cabía suponer que Delgado renunciaría automáticamente por su falta de aptitud, no sólo se mantuvo en su cargo ¡sino que presidió la siguiente corrida, apenas unas horas después del petardo, al fin que en la Plaza México no hay un vacío de autoridad!

En el fondo de la situación subyace una realidad irritante: los toreros extranjeros no toman en serio a la Fiesta mexicana. ¿Y saben por qué? Porque no hemos hecho lo suficiente para prestigiarla y volverla verdaderamente profesional. Vienen con demasiada comodidad, exigiendo encierros terciados y desprovistos de bravura, pero eso sí, cobrando mucho dinero y atando de manos a los empresarios que necesitan de ellos para llevar público a los tendidos pues los nuestros, con excepción de Arturo Macías, interesan poco.

El domingo último, cuando durante la transmisión de la corrida nuestro comentarista invitado Gonzalo Vega mencionó al comediante "Chespirito", me vino a la mente la frase de uno de sus personajes más representativos: "Se aprovechan de mi nobleza". Los toreros extranjeros, grandes figuras que lidian corridas muy serias durante la temporada europea, en México se aprovechan de la nobleza, de la ingenuidad y la condescendencia de un público que respinga muy de vez en cuando. Sólo cuando le colman su larga y franciscana paciencia.

Dejemos a Castella por la paz, olvidemos que le echaron para atrás cuatro toros en dos tardes (tres de ellos por su pobre imagen); hasta aquí la crítica que tanto enerva a sus simpatizantes. Vayamos al fondo del asunto. Mientras no nos demos a respetar, los diestros ultramarinos nos seguirán pintando la cara. Al fin que la autoridad está pintada.

Delicado

El ganadero Pepe Garfias se encuentra delicado de salud. Apenas el viernes de la  semana pasada se encontraba en un hospital de la Ciudad de México haciéndose unos estudios médicos exhaustivos. Desde este espacio le enviamos nuestros mejores deseos de una completa recuperación.

h.murrieta@diariorecord.com


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