Ceret cerró ayer una miniferia que no por haber carecido de figuras y alharaca torerista pueda soslayarse. La cosa era el toro, su estirpe… "Arqueología taurina" rotuló desde antes Paco Aguado para la agencia EFE. Justa metáfora.
Sí, es eso lo que ha hecho la centenaria plaza de los Pirineos franceses, excavar y mostrar a quien pudiera interesar los vestigios de dos castas fundacionales de la cabaña brava española: Navarra y Raso de Portillo. Sepultadas bajo las arenas del consumismo que se adueñó del mundo y el negocio taurino desde hace más de un siglo.
La una, que al menos desde 1690 ya corría en las fiestas de Pamplona. La otra, que desde los tiempos de Isabel la Católica tenía, por antigua, el privilegio de abrir las corridas reales con divisa blanca. Sangres que prosperaron hasta cuando se consolidó la revolución belmontina y luego, bajo el inri de indocilidad, se las fue despreciando, desplazando, no comprando.
Sus caracteres comunes, que aprobaban Cúchares, los viejos aficionados, y destacara Filiberto Mira: "veletos, menudos, nerviosos, de codiciosa y ágil bravura", no facilitaban el nuevo estilismo y marcaron su caída en el mercado del bravo.
Sin embargo, sorpresivamente con llenos, han reaparecido este fin de semana. Las lidiaron Sánchez Vara, Chacón y Pacheco, el sábado. "Resucita la tauromaquia del siglo XIX con dura corrida de Reta (Navarra)", reseñó la COPE.
Al otro día, Robleño, Gómez del Pilar y Solera, torearon los Raso de Portillo. "La terna se va de vacío ante un serio encierro que tuvo posibilidades en Ceret", escribió A. Boticario para Aplausos.
Entre las dos, corrió una novillada matinal con rancios hierros: Concha y Sierra, Saltillo, Barcial, Dolores Aguirre, Yonnet, Los Maños para un solo espada, Francisco Montero; "Encerrona de máximo pundonor y entrega", reconoció Mundotoro.
Dos días, dieciocho faenas, valor, compromiso, vieja torería y ningún trofeo. Seguramente la inmensa cofradía de la oreja, la que ha derogado para sí aquello de que cada toro tiene su lidia, se sintió refrendada y abundó en el ¡ya lo sabíamos!
Bueno, yo no vi ninguno de los tres festejos, confieso, ni siquiera en video. Pero a la antigua, leyendo crónicas, me remonté sin poder evitarlo al discurso: "Elogio de la dificultad" del filósofo Estanislao Zuleta, cuando hace treinta y un años recibió en Cali su título honoris causa de la Universidad Del Valle.
…La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte...
Sí, esa adicción a lo fácil, propia de nuestra época distópica, escapista, esclava del confort, que ya no entiende ni tolera los recios valores del toreo y reclama su reconversión total a lo "light", al toro que "se deje", a la industrialización del triunfo y al culto a una clientela que a la salida de las plazas diga como una vez Graham Greene: "Fui tan feliz, pero me aburrí tanto".