En días recientes ha salido a los estantes –físicos y virtuales– una obra que es un acto de justicia que los aficionados no hemos sido capaces de hacer a favor de Antonio Velázquez, figura mexicana del toreo que recibió la llave de la “Edad de Plata” del toreo en México y representó con valor y con una enorme dignidad a su patria y a su tierra en cualquier ruedo en el que se haya presentado.
Afirmo que los aficionados no hemos sido capaces de hacer ese acto de justicia literaria a favor de la memoria de Antonio Velázquez, es porque ésta es limitada a tres o cuatro acontecimientos: el hecho de ser la última figura del toreo salida de las filas de los banderilleros; su tímido asomo a las filas de los matadores de toros aquella tarde del gran encierro de Pastejé en "El Toreo" de la Condesa; su resurgir del ostracismo una noche ante "Cortesano" de Torreón de Cañas o aquella horrorosa cornada que en Cuatro Caminos le diera el toro "Escultor" en la mandíbula, similar a la de Julio Aparicio en Madrid.
Pero, afortunadamente, el licenciado Antonio Velázquez de la Osa nos ha presentado, con el amor del hijo, pero al mismo tiempo con el rigor del profesional, un interesante recorrido por la vida del torero y del hombre desde que llegara a este mundo en el barrio del Coecillo, uno fundacionales de León, Guanajuato, donde en principio su destino parecía estar designado a ser parte del taller familiar de zapatería. Pero la afición de Antonio y su tenacidad le llevaron por las veredas de la fiesta de los toros y le convirtieron en uno de los símbolos de la torería mexicana.
La narración que hace Velázquez de la Osa es apasionada, pero anclada en la objetividad. Narra los triunfos de su padre y también presenta aquellas tardes en las que la suerte le fue adversa y procura, en la medida de lo posible, ligar su apreciación personal con la de aquellos que en los medios de comunicación de la época en la que los hechos se produjeron, para dejar claro el equilibrio de su narración. Y es que, me consta, hablar o escribir de la gente de uno, es una de las tareas más complicadas que existen.
Quizá algo que nos presenta la obra y es algo de lo que poco se habla en la trayectoria del torero, es su paso como dirigente de la Asociación de Matadores de Toros en el último tramo de la década de los cincuenta del siglo pasado. Le correspondió un asunto delicado para poner orden en las relaciones con la torería hispana, cuando, cuenta:
"En 1957, varios diestros mexicanos fueron a España con la mira de hacer campaña en cosos de ese país, lo cual casi nadie logró. Entre los toreros que fueron a la península estuvo Jesús Córdoba, quien tenía un cargo sindical en la asociación. Mucho después de su arribo a Madrid, vio con pena que ninguno de los mexicanos, ni él, eran contratados por las empresas españolas… se planteó en las oficinas del sindicato español, un problema. ¡Qué en México existía un adeudo con un diestro hispano!, y se le exigió a Jesús Córdoba… un espada mexicano que se encontraba en España debía liquidar un dinero que se debía…".
Al final, Antonio Velázquez, se dirigió al Sindicato Nacional del Espectáculo en España y declaró suspendido –roto– el convenio que permitía la actuación de toreros mexicanos allá y españoles aquí, pues decía que en cuanto llegara el invierno, casi de manera milagrosa, los problemas que impedían que los nuestros torearan allá se solucionarían para que los hispanos pudieran actuar aquí. Justicia a secas fue lo que impartió y al final, después de un par de años, se resolvieron las cuestiones de manera equilibrada para ambas partes.
Otra cuestión que aborda y que es algo de lo que la mayor parte de las veces poco o nada se habla, es de la silente y discreta labor de Lupe Vargas, su mozo de espadas, ese personaje de la fiesta que es un poco de todo. Escribe Antonio Díaz Cañabate:
"No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en el planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de su mozo de espadas…".
Lupe Vargas, nos cuenta Toño Velázquez de la Osa, se convirtió en la sombra de su padre, y en el decurso de la narración al hablar de quienes fueron integrantes de su cuadrilla, dejaba ver como era suficiente una mirada para poner orden en la lidia. En el caso del mozo de espadas, ni siquiera es necesario eso, él tiene que pensar en avanzada y anticipar lo que su torero quiere o va a necesitar, pues como escribió un día Conchita Cintrón, es una figura ejemplar del fiel servidor y Toño cumple, siguiendo la idea de La Diosa Rubia, el hecho de que nunca se le puede olvidar cuando ha servido bien a su torero, en este particular caso, hasta el último día.
"Antonio Velázquez. Corazón de León", nos relata cómo ganó el torero trofeos como la “Prensa de Oro” en 1944; la "Oreja de Oro" en 1945 y 1950; el "Estoque de Oro" en 1948; y la historia de los nueve rabos que cortó en la capital mexicana: dos en "El Toreo" de la Condesa el de "Cortesano" de Torreón de Cañas, y el de "Segador" de Rancho Seco; y siete en la Plaza México a los toros "Amapolo" de Piedras Negras; "Arlequín" y "Fandanguero" de Coaxamalucan; "Rey de Copas" de La Punta; "Bandido" de Piedras Negras; "Cubanito" de Torrecilla y "Asturiano" de Pastejé.
Amigo Antonio, has logrado una obra de prosa fluida, equilibrada, con testimonios que son invaluables, recabados con paciencia al paso del tiempo para estructurar una obra que recuerda y hace un sentido y justo homenaje a un torero, tu padre, al que, como decía al principio, los que tenemos afición por esto, no le hemos hecho la justicia que le es debida y tu obra es un acto que, puede y debe ser el punto de partida para que se revise la historia de nuestra fiesta y se le otorgue el sitio que le corresponde.
A los potenciales lectores, recurriré a la manida expresión que me transmitió Leonardo Páez, estamos delante de un libro de esos que no se caen de las manos. Se trata de un libro que puede servir de punto de partida para investigar historias particulares de la vida del torero y de las circunstancias particulares en la que ésta se desarrolló. En suma, es una obra que puedo recomendar –si en algo vale mi recomendación– de manera amplia. Y por la módica cantidad de 200 pesos, en Amazon. ¡Enhorabuena Antonio!
Bibliografía:
Antonio Velázquez. "Corazón de León". Antonio Velázquez de la Osa. Rafael Cue, Comunicación Taurina. 1a. Edición, 2020. 415 Págs. Sin ISBN.