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Oscar Wilde y su guiño a la tauromaquia

Viernes, 28 May 2021    CDMX    Juan Antonio de Labra | Infografía: LM   
Hace una alusión taurina en el cuento "El cumpleaños de la infanta"
El famoso escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900) hace una curiosa alusión a la tauromaquia en uno de sus cuentos. Se trata del relato titulado "El cumpleaños de la Infanta", que está ambientado en España y centra su asunto en una crítica humana y social.

En este caso, Wilde refiere, precisamente, el cumpleaños número doce una infanta real, en un texto que está dedicado "A Mrs. William H. Grenfell, de Taplow Cour". Y en la parte que más interesa a los aficionados a los toros, describe así uno de los pasajes de aquella corrida imaginaria destinada a entretener a los niños invitados a esa fiesta infantil:

"Una procesión de niños nobles, fantásticamente vestidos de toreadores, vino a su encuentro, y el joven conde de Tierra-Nueva, muchacho de unos catorce años, de maravillosa hermosura, descubriéndose, con toda la gracia de un hidalgo de nacimiento, grande de España, la condujo solemnemente a un pequeño sillón de oro y marfil colocado en lo alto de un estrado que dominaba el ruedo. Las muchachas se agruparon alrededor agitando sus enormes abanicos y murmurando entre ellas, y don Pedro y el gran inquisidor permanecieron riendo en la entrada.

"Hasta la duquesa -la camarera mayor-, como la llamaban, una dama delgada, de aspecto severo, con una gorguera amarilla, no parecía tan malhumorada como de costumbre, y algo parecido a una fría sonrisa vagaba sobre su arrugada cara y crispaba sus finos labios exangües.

"Fue ciertamente una maravillosa corrida de toros, mucho más bonita, pensó la infanta, que la auténtica corrida que había presenciado en Sevilla con ocasión de la visita del duque de Parma a su padre. Algunos de los muchachos caracoleaban sobre caballos de juguete ricamente enjaezados, blandiendo largas picas adornadas con alegres banderolas de brillantes telas; otros iban a pie agitando ante el toro sus capas escarlatas y saltando la barrera cuando los embestía; como un toro vivo, aunque fuera solamente de mimbre forrado de cuero, y a veces insistiese en correr en dos patas por el ruedo , lo cual no hubiera nunca soñado en hacer un toro vivo. De todos modos, se portó tan magníficamente que las muchachas, excitadas, acabaron por subirse a los bancos y, agitando sus pañolitos de encaje, gritaron: <<¡Bravo, toro! ¡Bravo, toro!>> Exactamente igual que si fueran personas mayores.

"Por último, después de una prolongada lidia, en la que fueron corneados varios caballos y desmontados sus jinetes, el joven conde de Tierra-Nueva logró que el toro se arrodillase, y habiendo obtenido la venia de la infanta para darle el coup de grace (el golpe de gracia), hundió su estoque de madera en el morrillo del animal con tanta violencia que la cabeza se desprendió, descubriendo el rostro sonriente del pequeño monsieur de Lorraine, hijo del embajador francés en Madrid".

Pocas líneas después de la descripción sobre este juego de toros, Wilde desvela al otro personaje central de la historia: un enano de aspecto grotesco y bondadosa actitud, que viene a desentrañar el argumento central de un relato cuya moraleja final es el artificio de la aristocracia contrastado con el humanismo del aquel simpático enano.

Pero al margen del cometido final de la obra, resulta interesante el hecho, en sí mismo, de la descripción de aquellos niños jugando al toro que está escrito con la característica frescura y el donaire de uno de los autores más connotados del siglo XIX.

Este cuento de Oscar Wilde se publicó por primera vez en 1889 en una edición de Paris Ilustré, y tres años más tarde formó parte de un libro titulado "Una casa de granadas", que incluía una recopilación de cuatro cuentos.

Bibliografía

Wilde, Oscar. "Cuentos". Aguilar Ediciones, Madrid, 1951. Págs. 287-289.


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