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El Viti y "Peinadito", una faena de culto

Lunes, 26 Abr 2021    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
En la feria sevillana de 1962 cuajó aquel toro de Samuel Flores
Existe una rara unanimidad en Sevilla al considerar la faena de Santiago Martín "El Viti" al toro "Peinadito" de Samuel Flores –negro, astifino, 462 kilos– como una de las más completas, artísticas e impactantes de los tiempos modernos en el amarillo albero. Algo semejante a lo que, con casi medio siglo de diferencia, sostuvo la afición sevillana sobre la de Rodolfo Gaona al toro de Gregorio Campos en el lejano abril de 1912.

Y cuidado que el año 1966 fue pródigo en gestas memorables en los anales del Baratillo: Paco Camino cortó por primera vez en la Maestranza las dos orejas del un mismo astado, Manuel Cano "El Pireo" abrió la Puerta del Príncipe con tres apéndices como contraseña, y Curro Romero tuvo una apoteósica encerrona en la corrida de la Cruz Roja, coronada con el corte de ocho auriculares; hasta Joaquín Bernadó, de tan escasa presencia en Sevilla, se alzó con la oreja de un miura, lo mismo que Emilio Oliva. Y un maduro Miguel Báez "Litri", más torero y templado que nunca, desorejó a un ejemplar de Fermín Bohórquez y luego a un toro de Celestino Cuadri en la tarde estelar de Camino.

Pero no hubo caso

Lo de Santiago Martín con el sexto de Samuel Flores iba a quedar como el suceso mayor de esa y de muchas ferias. Y qué mejor demostración que su admirativa supervivencia en la memoria de quienes la presenciaron y hasta de quienes sólo la han conocido por tradición oral o en video: aquel 20 de abril de 1966, miércoles, Santiago Martín hizo suya la plaza que tanto se le había resistido –debutó allí el año de 1962–, y entró para siempre en la historia taurina de Sevilla con una auténtica obra de arte, a la que incluso le iba a dedicar una pieza especial el jazzista Gerard Wilson, presente en una barrera.

Sevilla 1966

Santiago Martín Sánchez (Vitigudino, Salamanca, 18-07-1938) se presentó en la tercera feria con Camino y El Cordobés y toros inservibles de Carlos Núñez. Era su séptimo paseíllo sevillano y aún no tenía una sola vuelta al ruedo en su haber. De modo que cuando el día 20 asomó por la puerta de cuadrillas, muy bien vestido de grana y oro, casi todas las miradas convergían en Curro Romero (añil y oro), ninguna en Victoriano Valencia (pistache y oro) y muy pocas en Santiago Martín, tan enjuto y austero como siempre. En toriles aguardaba una corrida de Samuel Flores con muchos pitones y no demasiado cuerpo que iba a resultar noblona y algo sosa. Valencia y Romero pasaron de puntitas, igual de flojos que sus astados y de morosos con la espada. Todo lo contrario de El Viti, decidido a quebrar por fin la desdeñosa indiferencia del público sevillano.

Su primera oreja

Dicho y hecho. A "Bombillo", el tercero (469 kilos), lo lidió sabia y templadamente desde su aparición en la arena, midió el castigo en varas y salió dispuesto a todo muleta y espada en mano. Antonio Díaz-Cañabate lo certificaría: "Faena valerosa, apretadísima e inteligente. El toro echaba la cara al suelo, escarbaba y era remiso en la acometida. Ello encarece los méritos del trasteo, llevado a cabo a dos dedos de los pitones, con arrogancia y mando superlativos. Tras señalar admirablemente en la suerte contraria, repitió El Viti en la natural y cobró una estocada, en cuya ejecución se conjugaron la majeza y la técnica más depurada. Por petición mayoritaria le fue otorgada una oreja". (ABC, 21 de abril de 1966). Era su primera oreja en Sevilla. Pero faltaba lo mejor.

Con "Peinadito", una obra mayor

Templado pero parco con el capote, Santiago Martín estaba reservando para el tercio final una auténtica joya de faena. "Peinadito" era un toro vareado, largo, astifino y descarado de cuerna pero de suave embestida. Terminó apurado de facultades y más de una vez amagó con doblar los remos. Había que llevarlo a la altura exacta y templarlo al milímetro. Muy claro lo tuvo el torero, los duendes sevillanos lo acompañaron y lo que surgió fue una faena prodigiosa, en cuyo decurso los pitones jamás tropezaron una muleta conducida con pulso maestro, singular lentitud y arte supremo. 

Solo en los medios, El Viti le fue dando forma sin el mínimo tropiezo, inverosímilmente ajustado a la embestida y consiguiendo desde el principio –¡qué manera de llevarlo del tercio a los medios, enlazando el pase de la firma al de trinchera en tres pareados soberanos!– la unidad del conjunto. En el atardecer sevillano, una como luz cenital acompañó el cadencioso, poético muleteo, con sus redondísimos redondos y su canto eterno al pase natural, la cintura quebrada con suave señorío, la muñeca curvando y conduciendo la noble trayectoria del bicho, y hasta tres afarolados en cadena, todo con la zurda, como el monumental pase de pecho del remate. 
Así una y otra vez, bajo un clamor creciente por debajo del cual latía la admiración que solo despiertan los grandes sucesos.

Incluso después del primer pinchazo –en la suerte de recibir– y del segundo –sin abandonar el matador tan clásico procedimiento–, el salmantino proseguía su sereno ligar de pases naturales. Acertaría hasta el quinto intento, recibiendo siempre, aguantando el envite y deslizando la pierna del cite para juntar los pies y herir en lo alto. Dobló al cabo el noble toro de Samuel Flores. Los sevillanos, que no había dejado de ovacionar los pinchazos, siguieron aplaudiendo mientras el torero se refrescaba acongojado junto al estribo, y aplaudiendo aplaudiendo lo sacaron al tercio hasta que la ovación, ya clamorosa, lo obligó a recorrer por dos veces el anillo. Seguramente había perdido el rabo. Un rabo que ninguna falta le hizo para entrar en la historia grande de la Maestranza.

Que hable la cátedra

Tengo a Luis Bollaín por uno de los cronistas más competentes y conocedores de la época. Nunca fue vitista, pero ese día se rindió incondicionalmente. "¿Faena de antología? Esto se ha dicho muchas veces. El calificativo está muy desacreditado. Pero es que, de verdad, la faena de El Viti es antológica. ¿Faena "indescriptible"? También éste término se aplica con alegre superficialidad, incluso a los engendros antitoreros y mentirosos que hoy nos abruman y nos tienen estragado el estómago. Pero yo juro, "con la mano puesta en el corazón y la mirada en las alturas" –como dijera un gran cronista de antaño– que la faena de Santiago Martin –¡«SU MAJESTAD», y vaya majestad la suya!–, no puede describirse… recreándose, transfigurándose, encendiéndose en inspiración de toque divino, levantó sobre el albero de la Maestranza uno de los más grandes monumentos toreros que hayan podido saborearse desde que la historia del toreo se puso en marcha. Contradiciendo el falso «arte de torear» que hoy impera, contradiciéndose a sí mismo en tantas otras faenas, que yo le he censurado con severidad por lo que encerraban de amaneramiento y falta de estética, ayer nos dio Santiago el más limpio, el más ejemplar baño de torería.

Frente al encimismo, la distancia justa al citar y al pasarse el toro. Frente a la monotonía, la variedad. Frente al adocenamiento de los pases sueltos, "programados2 ya desde el hotel, la faena ligada, consecuente, arquitectónica, que va surgiendo allí mismo, al toque mágico de una genial inspiración. Frente a la chabacanería, la elegancia. Frente a la constante enmienda de pies, el prodigioso juego de brazos que permite a los pies no moverse. Frente al pase de pecho preparado, el pase de pecho ligado sin enmienda –sin solución de continuidad– con el natural anterior, formando un solo pase. Frente al pase de pecho "de costado", el pase de pecho “de pecho”. Frente a los pies juntos, la suerte cargada; pero cargada como es de ley; avanzando, primero, la pierna contraria, y adelantando, después, la pierna de salida. Frente al dejar cerca, llevar lejos. Frente a la faena pasada –y pesada–, la faena de medida justa. Frente a la sacudida de latigazo, el temple exquisito. Frente a lo forzado, lo natural. Frente a la violencia y el descompás, la cadencia y el ritmo. Frente al toreo "circular", el toreo en arco tenso, pero abierto... No; no puede describirse. Es más: creo que una descripción, un decir que la faena se compuso de tantos pases naturales, y tantos afarolados, y tantos de pecho, y tantos con la derecha, y tantos de trinchera... es desvirtuarla; es tratar de ofrecer, en artificioso aislamiento, !o que de ninguna manera estuvo aislado; lo que fue un maravilloso bloque, un cautivador "conjunto monumental". Porque cada pase cristalizaba en el siguiente; cada pase, venia engendrado en las entrañas del anterior.

Y para final, la suerte de recibir ejecutada cinco veces con una limpieza y una derechura admirables. Nos perdimos, por esta mala puntería, el espectáculo de un delirio de toda la plaza, que no sé a qué grado habría podido llegar. Pero a mí, particularmente, esta desgracia –vamos a llamarla así– no me hizo mella. Más bien me produjo alegría; porque me permitió saborear cinco veces una suerte hoy en desuso, a la que El Viti daba gran realce.

Espectáculo inenarrable el de la Maestranza –tan coto cerrado, al decir de muchos, para los toreros "de Despeñaperros para arriba"–, absorta, subyugada, entregada con frenesí al gigante de la quinta de Feria. Pero con frenesí de paladeo ante lo selecto y sublime, bien lejano de ese otro frenesí histérico de barricada antitorera. Y yo, tan poco adicto al Viti de cuello largo y toreo corto, de cite frontal adulterado, sosería y desangelamiento..., me declaro roto de emoción y felicidad ante el toreo, ¡toreo! –el que estuve pensando durante los cinco primeros toros, mientras pensaba en Belmonte– en versión de un hombre seco y sin “duende”, que nació en Vitigudino”. (Sevilla, diario. 21 de abril de 1966).

La pluma de Filiberto Mira no fue menos entusiasta: "… Conforme avanzaba la faena se recrecía la emoción… fruto del estilo belmontino realizado sin una brizna de barroquismo, pero sí con la exuberancia de un temple fundamental, agrandado hasta el infinito… Se empeñó El Viti en coronar en la suerte de recibir a un toro ya inmortalizado por el histórico faenón… (pero) el agotado burel no le ayudó y tuvo que entrarle varias veces a matar… los fallos con el pincho no empañaron la sublimidad del trasteo. Como se dice en el argot, "ENTRÓ" S.M. EL VITI per secula seculorum en la Maestranza. Con un faenón que convirtió en vitistas a cuantos lo vieron". (Medio siglo de toreo en la Maestranza 1939-1989. Edit. Biblioteca Guadalquivir. Sevilla, 1990. p. 245)    

Parco pero claro

Mucho se habló de la faena de Santiago a "Peinadito" y de la honda huella que dejó. Y bien vale rescatar el punto de vista del propio torero, entrevistado a los pocos días de firmada su ingente obra: "Alguien ha dicho que tu faena en la quinta de feria es la más importante en veinticinco años. ¿Será cierto?"… –"Yo sólo puedo hablar de seis o siete años a esta parte. Y digo que sí"…– "¿No hay soberbia en tu postura?...– No quiero que se me malinterprete. Digo que de cuantas faenas he visto o realizado en estos años es la mía, la del Samuel, la más importante. No afirmo que otros no la hayan hecho o no la puedan hacer". (El Ruedo, semanario. 26 de abril de 1966).

Y como final, esta pequeña perla: "En México era mi preocupación tan grande que no la superé tal vez hasta el segundo año, como me ocurrió también con Sevilla, con aquellas tardes grises de 1963 y 1964". (Zumbiehl, Francois. "El torero y su sombra". Espasa-Calpe. Colección La Tauromaquia. Tomo 9, p. 192).


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