Para la tradición cristiana, la Cuaresma es tiempo de penitencia y de renovación. Se trata de los cuarenta días destinados a la preparación espiritual para la fiesta de la Pascua. A través del ayuno, la oración y la realización de obras de caridad los católicos buscan purificación e iluminación interna.
A propósito de la Cuaresma, anda circulando en redes sociales el video de una homilía de un sacerdote español que pone como modelo de persona a Antonio Bienvenida. Recuerda que, en sus tardes de triunfo, al dar la vuelta al ruedo iba murmurando, como jaculatoria, Deo omnis gloria (para Dios toda la gloria). San Josemaría Escrivá de Balaguer explicaba que Deo omnis gloria es una confesión categórica que Jesucristo lo es todo. "Nosotros, sin Él, nada valemos: nada. Nuestra vanagloria sería eso: gloria vana; sería un robo sacrílego; el ‘yo’ no debe aparecer en ninguna parte" (Camino, 780).
Hay una tertulia del propio San Josemaría –también disponible en Internet– en donde invita a amar a Dios con el mismo temple con el que Antonio Bienvenida se recreaba en la suerte.
Antonio Bienvenida fue ejemplar como cristiano y como torero. Dio muestra de valentía e integridad dentro y fuera del ruedo. A principio de los años cincuenta del siglo pasado encabezó una lucha contra el afeitado a los toros. Declaró al diario ABC que “no estaba dispuesto más que a torear toros en puntas".
Para el torero de la dinastía que fundó Manuel Mejías Bienvenida "El Papa Negro", "la culpa es de todos menos de los empresarios. De los toreros por comodidad en la ausencia de peligro, de los ganaderos porque se dejan llevar de los que pueden imponerse, y del público que se deja engañar". Remató categórico: "lo que no puede hacerse en ningún caso es torear becerrotes desmochados y considerarse matadores de toros".
Las figuras intentaron vetarlo. Él aprovechó que era presidente del Montepío de los toreros para anunciarse en la corrida que en Madrid se toreaba todos los años a beneficencia de esa institución con un encierro serio y cornalón del Conde de la Corte. Aquella corrida del 12 de octubre de 1952 representó un punto de inflexión en su lucha contra el fraude.
Como los toreros españoles de moda se negaban a torear con Bienvenida, alternó con Juan Silveti Reynoso, quien en mayo de ese mismo año había triunfado en las Ventas ante una imponente corrida de Pablo Romero, y Manolo Carmona. Los tres salieron a hombros. Después de aquella tarde Antonio Bienvenida declaró en Radio Madrid: "He sido el primero en haber toreado toros afeitados, como todos. Por el futuro de la Fiesta y para mantener su grandeza debemos exigir a la autoridad que controle este infame fraude de la manipulación de los toros".
En otra ocasión dijo: "Observé que lo del afeitado le quitaba prestigio a las corridas y a los toreros. El desmochar –aunque fuera sólo un poco de los cuernos– perjudica a la categoría que siempre debe tener un torero. Comprendí que tenían razón las opiniones de tantos en contra del afeitado".
Ahora que la Fiesta Brava mexicana vive una crisis acrecentada por pandemia del coronavirus, nos hace falta un Antonio Bienvenida que alce la voz y mande un mensaje que recupere la grandeza de la tauromaquia. Podría ser algún torero de gran valor y oficio como Joselito Adame o Arturo Macías el que salga a los medios a decir que quien quiera alternar con él –peninsular o mexicano–, lo debe hacer con toros cinqueños en puntas. O Diego Silveti, que comparte espiritualidad con Antonio Bienvenida y en recuerdo a la gesta de su abuelo, quien recupere el prestigio y la ética que debe tener un matador de toros.
Un torero, como héroe que es, debe asumir la responsabilidad de ser modelo ante la sociedad. Las obras de caridad espiritual, propias de la Cuaresma, incluyen dar buen consejo y corregir a los que se equivocan. Así desde aquí el llamado a Joselito, a Macías y a Diego para que, aprovechando este tiempo de penitencia y renovación, den un mensaje contundente que realce y dignifique la tauromaquia mexicana.