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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 10 Dic 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...La gran incógnita será qué ocurrirá cuando llegue realmente...
Desde hace varias semanas ha ido en aumento la celebración de festejos en México, tanto públicos como privados, formales o informales, con toreros retirados y veteranos, o novilleros y aspirantes… todos con la misma ilusión de ver un pitón y echar capa, eso ni duda cabe.

Sin embargo, también se ha incrementado la organización de festejos en la clandestinidad del campo bravo o en cortijos, y en distintos escenarios de los que quizá el aficionado nunca haya escuchado hablar. No es sino el afán de supervivencia que las fuerzas del toreo están haciendo con tal de generar determinados ingresos que ayuden a su subsistencia.

Y esto se ha dado de manera espontánea, tan libre y natural, además de improvisada, que quizá al comienzo de la pandemia alertó a las agrupaciones, que se alarmaron al ver que este tipo de "empresarios" debutaban con la urgencia de dar toros para recuperar gastos o ganar algunos pesos.

Desde luego que esta atípica circunstancia ha sido generada, en gran medida, por la necesidad de los ganaderos, que han preferido vender sus toros a precio de carne o inclusive regalarlos, para verlos lidiar y tener una idea más clara del rumbo que debe seguir su trabajo, en una época que los ha obligado a hacer diversos ajustes.

Así como en España se han tenido que enviar cientos de toros y vacas al rastro, en México muchos ganaderos están haciendo los recortes pertinentes a sus hatos. Por principio de cuentas, sacar los toros más hechos, aquellos que cuesta más mantener una vez que ya estaban “puestos” para lidiarse en las citas de importancia, y también han tenido que hacer una “limpia” de vacas de vientre.

Porque no tiene ningún sentido conservar el hato completo si eso va a seguir generando costos de producción que no serán compensados ante la falta de festejos, una situación que se prevé continúe a la baja por lo menos en los próximos años, y mientras la crisis económica que ya se siente desde hace varios meses, se mantenga en el mismo estado de emergencia.

La gran incógnita será qué ocurrirá cuando llegue realmente la llamada "nueva normalidad", y no una "normalidad aparente", que ha permitido organizar todo tipo de festejos a puerta cerrada o con público, y muchos de ellos de manera informal, salvo en las contadas excepciones en la que los empresarios más experimentados han contado con el permiso de las autoridades, tanto municipales como de salud.

Y aunque pensemos en que de aquí a un año ya todo mundo estará vacunado contra el Covid-19, lo cierto es que la situación económica obligará a hacer muchos otros cambios en la gestión de la Fiesta, motivados por esa irremediable reducción de festejos que será lo habitual de cara a las temporadas por venir.

Para ello, los empresarios profesionales ya tendrían que estar trabajando en proyectos viables que ayuden a afrontar el complicado panorama que se avecina.


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