La viñeta publicada el martes por Jorge Arturo Díaz Reyes es sacudidora, por elocuente y realista. La analogía hecha por el médico de Cali es tremenda y evidente, en una época de tanta incertidumbre. Primero, la que genera la pandemia; después, la que se desprende de un sector donde abunda la desunión.
Así que no resulta impensable el hecho de que las instituciones que rigen el orden de la Fiesta se debiliten, y cada quien salga huyendo ante el barco haciendo aguas, con el clásico: "¡sálvese quien pueda!", como ya lo había apuntado Díaz Reyes en otro de sus esclarecedores artículos.
Y mientras en México no exista un urgente liderazgo para unir la mayoría de las voluntades, anteponiendo cada quien su cuota de humildad, será muy difícil evitar una hecatombe taurina, agravada por una economía que, según el Banco de México, tardara una década en encontrar un punto de estabilidad. Por lo tanto, la tendencia es que la Fiesta sufrirá más de "lo que no está en los escritos", como decía Juncal.
No se trata de ser fatalistas, pero salta a la vista lo que está ocurriendo, y cada uno hace lo que puede por sobrevivir, como ya lo habíamos observado desde hace varios meses, cuando el confinamiento debió ser aprovechadas para ponerse de acuerdo; ajustar situaciones a mediano plazo; realizar acuerdos favorables; idear y echar a andar las adecuaciones que necesita el espectáculo en distintos de sus rubros.
Entretanto, insisto, el aficionado es el que mejor imagen ha dado de su amor por la tauromaquia, con una serie de iniciativas para tratar de refugiarse en su propio entusiasmo; un entusiasmo muy estimable, al que parecen dar la espalda muchos profesionales, muchos de ellos empeñados en ejercer el mutismo, la evasión, o la falta de acciones que el aficionado, entiéndase "el cliente", tiene que soportar.
Si la Fiesta no muere de esta circunstancia tan adversa, será un milagro. Literalmente. Y por más buena voluntad que tengamos y ganas de hacer varias cosas, así como la esperanza de un futuro halagüeño, lo cierto es que no se ve por dónde pueda surgir ese liderazgo que tanta falta le hace a los toros, en un medio cargado de viejas rencillas, de pleitos internos, de continuas descalificaciones. En resumen, de una ausencia de objetividad y la consiguiente reacción ante una serie de problemas que cada vez son más notorios y preocupantes.
Además de esta complejidad, sigue pendiente de resolverse lo que interesa a la sociedad en general: el problema de salud que empeora conforme pasan los días, con una amenaza latente de una segunda oleada, tal y como está ocurriendo en España, donde una pésima gestión gubernamental ha agravado la situación. Y todo apunta que en México ocurrirá otro tanto igual. Y bien dicen que, hasta que no haya una vacuna, esto va para largo, por desgracia.