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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 01 Oct 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
Sobre la decisión de Sebastián Castella de retirarse de los ruedos
Sebastián Castella ha tomado la sabia decisión de retirarse. La carta enviada ayer a los medios ha detonado las redes sociales, quizá porque nadie lo esperaba y, también quizá, porque ha sido el primero en dar un ejemplo a las veteranas figuras de su tiempo, algunas de ellas aún mayores, que le superan con creces en número de años en activo, y corridas toreadas.

Más de mil 200 paseíllos tiene Sebastián en su haber, en los que ha estoqueado cerca de 2 mil 400 toros, suficientes para haberse convertido en el torero francés más importante de la historia, que hizo una carrera con una gran proyección fuera de Europa, pues también en América conquistó muchos partidarios, sobre todo a partir de mediados de la primera década de este siglo, cuando venía embalado y mantenía la ilusión a tope todas las tardes.

De su solvente tauromaquia, que en su día se encargó de pulir el maestro José Antonio Campuzano, destaca un sólido valor, que fue la base de su toreo, fundamentado en la quietud y al que, posteriormente, fue añadiendo distintos matices artísticos propios de la madurez y el paso del tiempo.

Consciente en la actualidad de que a partir de la pandemia las cosas no serán fáciles para nadie, ha decidido marcharse dejando entrever que todavía no sabe si sólo será por un tiempo indefinido o para siempre. Sin embargo, a un torero tan comprometido con su profesión, acostumbrado a ponerse en el sitio tantas tardes, le resultaría difícil regresar ya cuando lo ha dicho todo. De cualquier manera, ahí deja un palmarés difícil de superar por algún otro torero no sólo francés, sino de cualquier nacionalidad.

En México se le recordarán muchas faenas relevantes, pero a mí me vienen a la mente dos en particular, ambas realizadas en el coso de Insurgentes en muy distintas etapas de su carrera. La primera con el novillo "Enamorado", de Real de Saltillo, en el año 2000; la segunda, la que cuajó al toro "Guadalupano", de Teófilo Gómez, que indultó el 12 de diciembre de 2012. Las dos tocadas de frescura, temple y naturalidad.

Y desde luego, también conservo en la memoria varias tardes triunfales que tuve oportunidad de narrar por la radio en la Monumental Quito, donde se consagró como un auténtico ídolo de la juventud, una especie de rockstar que era asediado por las jovencitas de hace algunos ayeres, tanto en Ecuador como en Colombia.

Para durar tanto tiempo con éxito en la profesión, solamente cabe una palabra: vocación, y Sebastián la ha demostrado sobradamene hasta que hoy, con la mente y la ilusión puesta en otras cosas, ha preferido quitarse. Y eso no es fácil. Para nada. Es la decisión de un hombre que se va del toreo con la frente en alto y el deber cumplido, prácticamente desde que dejó su casa siendo un niño y salió a perseguir el nebuloso sueño de ser figura del toreo.


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