El 28 de junio de 1951, de hace casi siete décadas, recibió la alternativa el que con el paso del tiempo se convirtió en uno de los toreros más representativos de la historia de la tauromaquia, el maestro Antonio Ordóñez, ceremonia de doctorado que tuvo verificativo en Las Ventas de Madrid.
Aquella tarde en el coso de la calle de Alcalá, Ordóñez llevó como padrino a Julio Aparicio, que a la sazón otorgaba la primera alternativa en su carrera. El testigo fue Miguel Báez "Litri", mientras que los toros procedieron de la ganadería de Galache y los tendidos lucieron llenos.
El ejemplar de la ceremonia llevó por nombre "Bravío", negro de pinta, y ante el que el maestro, vestido de azul celeste y oro, tuvo una actuación entonada y dejando ver las cualidades que lo llevaron a la alternativa. Destacaron los ayudados por bajo y, si no cortó una oreja, fue por fallar con la espada.
Un nuevo el mal manejo de los aceros impidió algo más tras lidiar al sexto de la tarde. El triunfador de la corrida fue Julio Aparicio, que se llevó tres orejas, mientras que Litri paseó un apéndice. Cabe reseñar que la corrida fue a beneficio del Montepío de la Policía.
Al día siguiente, en las páginas del diario ABC de Madrid, se ponderaba de esta manera la alternativa del maestro de Ronda:
"No ha sido, ciertamente, prematura la alternativa de Antonio Ordóñez. Así, pues, su alternativa era un acierto profesional y un aliciente en el cartel formado para la corrida a beneficio del Cuerpo General de la Policía. Ahí era nada: ¡Litri, Aparicio y Ordóñez!"
Antonio llegó a la alternativa luego de tres años en el escalafón novilleril. Debutó de luces el 29 de junio de 1948, en Haro, La Rioja. Su presentación en Madrid aconteció el 6 de octubre de 1949. Ya desde su etapa novilleril, Ordóñez apuntaba alto y así lo manifestaba en sus actuaciones.
Y ya desde aquel día de la alternativa, que hemos recordado con este pequeño texto, el hijo de El Niño de la Palma y miembro de una de las importantes dinastías taurinas, construía su propia leyenda con base en la pureza de su toreo y en el arte que brotaba en su quehacer.