El comentario de Juan Antonio de Labra
Jueves, 11 Jun 2020
CDMX
Juan Antonio de Labra | Opinión
"...A veces, tanta prudencia no es recomendable, por más que..."
Mientras muchos aficionados se esmeran por compartir interesantes contenidos taurinos en las redes sociales, labor que ha hecho más llevadero el confinamiento, los distintos estamentos que conforman la Fiesta parece que han adoptado una actitud pasiva que se desprende de su silencio.
Porque desde el 24 de abril, cuando emitieron un comunicado de prensa en el que se conminaba a toreros y ganaderos a abstenerse de participar en eventos on-line, ya fuera cobrando o de forma gratuita, no han vuelto a manifestarse en absoluto.
A reserva de la imperante preocupación por el futuro de la Fiesta en México, que distintos protagonistas han hecho pública a título personal, las agrupaciones taurinas no han dicho nada al respecto de su sentir, y si acaso están trabajando en algún proyecto específico para cuando las plazas abran nuevamente sus puertas.
A estas alturas del grave problema provocado por la pandemia del coronavirus, lo suyo sería que los directivos de dichas agrupaciones estuvieran haciendo un llamado interno de unidad, y a partir de ahí, buscaran la consolidación de un liderazgo colectivo para sacar adelante a la tauromaquia de esta funesta problemática que le cayó encima de manera tan inesperada.
Entretanto, muchos toros están muriendo en el rastro todas las semanas. Otros están siendo lidiados a puerta cerrada con la finalidad de paliar, en cierta medida, las cuantiosas pérdidas económicas que representa este reto que llegó de súbito para arrasar con la economía del campo bravo.
También se sabe que varios toreros están yendo al campo a torear esos toros, pues es preferible mantenerse en forma, a un bajo costo, o a veces sin que ello implique un gasto, y evitar que esos cuatreños mueran sin dignidad en la oscuridad del matadero. Pero estas acciones que cada uno está llevando a cabo por su cuenta, distan mucho de ser lo que el aficionado espera de las instituciones que están encargadas de dirigir el destino del espectáculo.
Y aunque, aparentemente, no se pueda hacer gran cosa por el momento, se tiene tiempo de sobra para dedicar horas a una hipotética lluvia de ideas que permita poner sobre la mesa aquellos aspectos en los que se podría hacer una mejora sustantiva a la tauromaquia.
A veces, tanta prudencia no es recomendable, por más que así dicte la razón. En ocasiones puntuales es preferible actuar en sentido contrario y empleando la lógica. Y todo apunta a que llegó la hora de pensar seriamente en una actualización de la tauromaquia aprovechando esta coyuntura de la crisis.
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