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Tauromaquia: Gaona conquista Sevilla

Lunes, 13 Abr 2020    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Con aquella célebre faena al toro "Desesperado" realizada en 1912
"Esa tarde del 21 de abril realicé la mejor faena de mi vida. Fue en mi primer toro, que era bravísimo. Toda la corrida fue brava, pero este sobresalió por su tipo, por su poder y por la nobleza que demostró hasta que lo arrastraron las mulas: lo cambié de rodillas, lo toreé por verónicas y gaoneras de modo superior. Le hice cuatro o seis quites superiores, porque el toro peleó magníficamente en varas. Y tomé las banderillas y le colgué cuatro pares en las péndolas. Todo dentro de una constante ovación.

La faena de muleta fue breve y artística: quince muletazos magistrales, solo, derecho y toreando con los brazos, y lo tiré patas arriba de una estocada sin puntilla. Aquella fue una brega redonda: todo me salió de maravilla… nos juntamos los dos elementos: el toro y el torero, sin cuya reunión no puede hacerse nada perfecto.

Esa faena no la han olvidado en Sevilla. Fue una faena seria, sin arrodillamientos, sin molinetes ni cogerse de los pitones. Nada: toreo clásico, del que yo sabía y del que yo sólo ejecutaba por entonces, porque Fuentes ya apenas toreaba. Los pases fueron ligados todos, en el terreno que yo quise y haciendo del toro lo que me dio la gana. El público de Sevilla la vio de pie y cada muletazo arrancó una ovación de ese público que es el que más sabe de toros y toreros. Porque en Sevilla todos torean y todos entienden. Allí no puede darse gato por liebre". (Quirós, Carlos "Monosabio". "Mis veinte años de toreros", México, 1925. pp 151-153).

El testimonio es del autor de la gesta reseñada, Rodolfo Gaona Jiménez, natural de la ciudad mexicana de León, donde naciera el 22 de enero de 1888. Históricamente, Gaona fue, sobre todo, torero de Madrid –¡81 veces hizo el paseíllo en la vieja plaza de la Carretera de Aragón!–, aunque en el mismo libro autobiográfico declara su predilección por el Chofre de San Sebastián. 

No sólo fue un as indiscutible, su trayectoria, especialísima, resulta por diversos motivos irrepetible: se trata del primer matador no español que llegó a posicionarse plenamente como figura, rango que, aun con altibajos, mantuvo  a través de tres generaciones perfectamente definidas: la dominada por Ricardo Torres "Bombita" y Manuel González “Machaquito” durante los doce primeros años del siglo XX –Rodolfo tomó la alternativa en Tetuán de las Victorias (31-05-08)–, la que sería denominada Época de Oro, con José Gómez “Gallito” y Juan Belmonte como paradigmas, entre 1914 y 1920, y la posterior a la muerte de José, cuando Gaona se erigió en mandón absoluto de la torería nacional ante los indómitos Ignacio Sánchez Mejías o Manuel García "Maera", artistas tan finos como Manuel Jiménez "Chicuelo" y Antonio Márquez y espadas cuya nombradía se extendería hasta más allá del fin de la guerra civil española, como Marcial Lalanda.

Evidentemente, deben haberse requerido cualidades superiores, tanto taurinas como psicológicas e intelectuales para ir adaptando sus procedimientos a los de la época históricamente más cambiante de la tauromaquia, sin perder el sello ni el señorío que caracterizo siempre al Indio Grande, como popularmente se llamó a tan inmenso torero, también denominado por sus fieles "El Califa de León" y "El Petronio de los ruedos".

Lucha sin cuartel

No fue nada fácil para Gaona afirmarse como figura en España. Nunca lo fue para los toreros mexicanos, pero Rodolfo, primero de ellos en el tiempo, encontró en Bombita y Machaquito a dos mandones celosos de su privilegiada posición, que habían mantenido a través del famoso "pleito de los miuras" de 1909, y antes y después del mismo maniobrando contra la añeja solera de Antonio Fuentes, ya de salida, y el empuje emergente del madrileño Vicente Pastor y el gitano Rafael Gómez "El Gallo".

Precisamente con Rafael alternaba Rodolfo la tarde del domingo 21 de abril de 1912, en la corrida final de la feria sevillana. Era el año de la presentación del leonés en la Maestranza, que le abrió espacio en tres de sus cuatro carteles. Ampliamente aprobado por la cátedra maestrante pero aún sin romper, hizo su tercer paseíllo flanqueado por El Gallo a su derecha y por el veterano Enrique Vargas "Minuto" como primer espada. A esas alturas, la cátedra sevillana lo tenía ya calado y aprobado, pero faltaba el golpe definitivo, insinuado en sus dos comparecencias anteriores.

Escueto relato de la faena

En unos tiempos atenidos a la urgencia de los cables, el reflejo de las corridas foráneas en la prensa de Madrid se reducía a breves reseñas toro por toro, que no entraban en detalles ni lo pretendían. Lo que el ABC publicó de la faena de Gaona a "Desesperado" cupo en pocas pero expresivas palabras: "El tercero, negro, listón, bien armado. Gaona toreó de capa con clasicismo puro, escuchando una grande y justa ovación. El toro, que fue bravo aunque de poco poder, tomó seis varas y mató un caballo. Gaona cogió los palos y puso un par al quiebro; otro al cuarteo, bueno y cerró con uno superior (Ovación). Con la muleta toreó cerca y tranquilo, haciendo en conjunto una magnífica faena. Al entrar a herir lo hizo por derecho, logrando un magnífico volapié, del que el toro rodó sin puntilla. (Ovación y petición de oreja, que no concede el señor Bandera, presidente de la corrida)". (ABC, 22 de abril de 1912).

Ojo al detalle

A primera vista, una reseña rutinaria más. Pero la clave de la nota está en la "petición de oreja". Porque en Sevilla, el reglamento de la época tenía específicamente prohibida la concesión de apéndices (de hecho, la primera oreja concedida en la Maestranza, paseada por Gallito el 29 de septiembre de 1915, le costó el puesto de por vida a Antonio Firpo, el juez que atrevidamente la otorgó). ¡Qué dimensión artística alcanzaría la faena del mexicano que los sevillanos pugnaron por romper la tradición agitando frenéticamente sus pañuelos, aunque sin llegar a conmover a quien presidía aquella corrida de 1912!

Para la historia

Hubo crónicas algo más explícitas, como esta de Lucio Serrano "Onarres": "Tercero, negro. Gaona, aguantando asombrosamente, da un cambio de rodillas piramidal… lo que sigue es un derroche de clasicismo, arte y elegancia en varias verónicas de todos los estilos, incluso de las llamadas gaoneras. La ovación es grande. Con bravura y codicia recibe el bicho cinco varas y mata un caballo. El mexicano toma banderillas y al cambio prende un par superior. Repite con uno de frente y cierra con otro al cuarteo, soberbio. Los tres fueron ejecutados con el dominio de un maestro. Ovación y música. Luego toma los trastos y ejecuta una faena asombrosa, de las que podrá haber alguna igual, pero mejor, jamás. Después arranca a volapié y coloca una estocada en lo alto que tira al astado sin puntilla. La ovación es imponente. Mucho público pide que se le conceda la oreja, a lo que se negó el presidente". (El Noticiero Sevillano, 22 de abril de 1912).

Por su parte, Don Modesto, factótum de la prensa taurina española, publicó lo siguiente: "Un gran aficionado, cuyo nombre me reservo por no estar autorizado a publicarlo, me decía la otra mañana, hablándome de las corridas de la feria de Sevilla: "He visto torear un toro a Gaona como nunca lo había visto. Ni siquiera a Lagartijo. Un asombro. Si eso lo hace aquí en Madrid verá usted la que arma". (El Imparcial, 27 de abril de 1912).

Por lo pronto, los maestrantes mandaron instalar una placa para conmemorar el histórico trasteo de Rodolfo Gaona a "Desesperado" de Gregorio Campos. Placa que, al parecer, desapareció durante la guerra civil de 1936-39. 


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