Hablar de la pandemia del coronavirus se ha vuelto un tema recurrente por razones obvias. Y al parecer, ahora sí, el gobierno de México ha decretado las medidas sanitarias necesarias, que se debieron adoptar desde hace más de dos semanas.
Llegamos tarde, una vez más, no obstante que lo inevitable era muy evidente. Pero no hay que lamentarnos y mejor concentrémonos en tratar de contribuir a que el virus no se expanda a esos niveles que mantiene a varios países de Europa en vilo, mayoritariamente a España e Italia, donde, por desgracia, ha causado miles de muertes.
En este momento de incertidumbre, a la espera de que la curva de contagios no se eleve en México, y la atención hospitalaria no se vea desbordada, no sabemos como se va a "resetear" el planeta cuando termine esta silenciosa y acechante pesadilla que ha desquiciado al mundo
¿Qué pasará con la fiesta de los toros? Ahora mismo es la pregunta del millón. Porque ni siquiera esa sana intención de dar la Feria de Aguascalientes hacia finales de junio, aparece en el horizonte como un simple anhelo.
Será dentro de un mes, aproximadamente, cuando tendremos un panorama más claro del avance de la pandemia, y sólo entonces se podría hacer un diagnóstico más preciso de las circunstancias para ver si cabe la aplicación de un "Plan B".
Pero con la situación que se ha desatado, ahora mismo no hay un "Plan B" que valga, y la única certeza es que somos vulnerables en todos sentidos. Y para quienes todavía lo dudan, que supongo que ya no son tantos, esta pandemia va a acarrear una compleja situación en distintos órdenes, tanto así que nos obligará a modificar muchas conductas y cambiar en distintos aspectos.
Hay quienes afirman que en medio de las crisis siempre surgen oportunidades, y aquellos que hayan experimentado un gran triunfo tras una amarga racha de derrotas, saben que se trata de una ley de vida.
Y aunque no haya un "Plan B" sobre la mesa, lo cierto es que sí se puede hacer un boceto de determinadas acciones a seguir, a fin de encontrar una reestructura que garantice la pervivencia de la fiesta de los toros, entendida como una tradición de hondas raíces culturales que genera una significativa derrama económica.
Desde luego que en este instante hay muchas preguntas sin respuesta, que se derivan de esta angustiosa incertidumbre. Pero en vez de acobardarnos debemos crecernos al castigo, y plantear soluciones de la misma manera en que los toreros acaban imponiéndose a la adversidad. Con carácter y gallardía.