La temporada grande 1936-37 fue el parteaguas histórico que liberó a la tauromaquia nacional de ancestrales complejos de inferioridad frente a la española. Pero eso no habría ocurrido –inclusive sin "el boicot del miedo" y la guerra civil que ensangrentó la península– de no contar México con una baraja de toreros y una explosión de su ganadería brava que no guardan comparación con ningún otro momento: no por lo menos en nuestro país y difícilmente en España.
Como cuando en Atenas coincidieron simultáneamente en cuerpo, vida y obra Sócrates, Platón, Herodoto, Hipócrates, Fidias y, entre otros genios irrepetibles, los más célebres autores dramáticos de la Grecia clásica; uno puede imaginarse el día de 429 a.C. en que Sófocles estrenaba su "Edipo Rey", con Esquilo y Eurípides, sus dos rivales más enconados, asistiendo desde cerca con mirada inquisitiva y escéptica. Y es probable que tampoco faltaran la mayoría de las celebridades de aquella Atenas habitada por apenas 45 mil ciudadanos de pleno derecho. Guardadas las distancias, nada nos impide imaginar, entre la multitud que colmaba El Toreo los domingos de temporada grande, a la crema y nata del México postrevolucionario, desde políticos prominentes hasta figuras señeras del arte, la ciencia y la cultura de un país gobernado entonces por el presidente Lázaro Cárdenas, el Pericles del siglo XX mexicano.
En materia de toros el mandón era Fermín Espinosa "Armillita", blanco principal del boicot perpetrado por sus "colegas" hispanos en la primavera de 1936, con España a las puertas de una terrible guerra civil. Pero Fermín no estaba solo, porque al mismo tiempo levantaba su regiomontana voz y su figura inconfundible Lorenzo Garza, cuyos partidarios acudían en masa al coso de la Condesa dispuestos a rugir de entusiasmo en cuando el Ave de las Tempestades se descarara ante un astado de San Mateo cruzado al pitón contrario, la muleta en su zurda prodigiosa y el estoque apoyado en la cadera. Una estampa clásica.
Temporada inolvidable
Empezó tarde, venciendo la incertidumbre creada por la obligada ausencia de los boicoteadores hispanos y el asesinato del empresario de El Toreo Eduardo Margeli, a manos de un novillero resentido. Fue Benjamín Padilla, experimentado precursor de Margeli, quien asumió las responsabilidades organizativas. Y solamente contrató a los cinco ases de la baraja –Fermín "Armilla", Alberto Balderas, Jesús Solórzano, Lorenzo Garza y Luis Castro "El Soldado"–, juzgándolos con fuerza suficiente para soportar la temporada en sucesivos manos a mano. No se equivocó, tuvo plaza llena desde el primer día, cuando la sosería de los bichos laguneros malogró la confrontación Balderas-Solórzano. Alberto se desquitó a la semana y Garza fue despedido a cojinazos. ¿Y Armilla? Su mano a mano con Lorenzo abarrotó la plaza al domingo siguiente –20 de diciembre–, y la apoteósica recepción que se le dispensó iba a empalidecer ante la histórica tarde del saltillense, resumida en seis orejas, dos rabos y la pata de "Pardito" de San Mateo.
Y casi repite el 27, pues paseó cuatro auriculares y par de rabos frente a El Soldado que se presentaba, resultó cogido por su primero y, con pantalón de monosabio, volvió de la enfermería para cuajarle al sexto, de Piedras Negras, una faena apasionante. Armillita seguiría coleccionando victorias sobre Balderas (10-01-37) y Luis Castro (31-01-37), pero Lorenzo tuvo la satisfacción de batirlo en su segundo mano a mano al cortarle las orejas a "Sarnoso" de Xajay, ganadería dura, muy del gusto de Fermín, que pasó inadvertido.
Garza y El Soldado –oponentes directos en la recordada serie madrileña de 1934 que los erigió en ídolos novilleriles– se enfrentaron dos veces, y si el regiomontano remontó el vuelo en la primera, con el faenón a "Tortolillo" de Torrecilla por el que el periodista José Jiménz Latapí, conocido como "Don Dificultades", lo nombró para los restos como "El Ave de las Tempestades" (03-01-37), Luis tomó revancha al cortar el único rabo de la segunda confrontación, a un sobrero de La Laguna que parchó el encierro de Xajay (28-02-37). En el ínterin, Solórzano había bordado inolvidablemente a otro lagunero, "Redactor", en mano a mano con Garza. Esa faena, con el prólogo de su media verónica imperial, lo registra la película "Ora, Ponciano", protagonizada por Jesús.
Intratable Fermín
Se había celebrado ya, entre tanto mano a mano, un festejo de terna –Armillita-Balderas–Solórzano –en que el berrendo de Piedras Negras "Malagueño", bravísimo, tuvo petición de indulto; Alberto no logró ponerse a su altura y Armilla, oreja en mano, volvió a alzarse con el triunfo (14-02-37). Luego, para ajustar en seis espadas el cartel de la Oreja de Oro, el elenco de la temporada se reforzó con la participación de Luciano Contreras. No hubo caso, porque Armilla inmortalizó a “Arpista”, le tumbó el rabo y se llevó el trofeo, disputado de cerca por un inspirado Solórzano, que le cortó las orejas al suyo, "Alafuerte", de La Laguna como los cinco restantes (07-03-37).
Eclosión ganadera
Pero si los encontronazos de los ases sacaban chispas, la disputa entre los alquimistas de la bravura no se quedó atrás. A la clase extraordinaria de los bureles zacatecanos de la familia Llaguno –San Mateo y Torrecilla– los González de Tlaxcala habían replicado a gran nivel con el picante piedrinegrino y la suavidad de los laguneros, sin menoscabo de que la queretana de Xajay pusiera a contribución dos encierros serios y exigentes. Faltaba La Punta, fuera del elenco de la temporada, pero la Junta de Covadonga se reservó para su festejo un corridón de los señores Madrazo y el tercer vis a vis Armillita-Garza, que Fermín coronaría confirmando su incontrastable hegemonía al inmortalizar a "Cerillero" y "Carolino", para otro par de dos rabos en su haber (21-03-37).
Insólito cartel
Sin embargo, Lorenzo ya había dado un golpe formidable, acaso la faena de su vida. Para el 14 de marzo, la empresa, prescindiendo de Armillita, reunió a sus restantes cartas fuertes en un mismo cartel. Y don Antonio Llaguno, con ganas de inclinar la balanza ganadera a su favor, les destinó ocho dijes finísimos y de gran nota. Los toros de San Mateo derrocharon casta y clase, que de eso se trataba, y los cuatro alternantes salieron a comerse el mundo. Solórzano, enrachado, torerísimo, le cortó las orejas al segundo, "Mirlo"; Balderas, rabioso, valiente a decir basta, dio sendas vueltas al ruedo en los dos suyos, mas cuando remataba su bravo quite al octavo "Suertebuena" lo trincó y le infligió una cornada de dos trayectorias. Más grave aún fue la del mismo astado a El Soldado al reunir un par de banderillas, cuando Luis, sin suerte en su primero, ponía toda la carne en el asador. Simón Cárdenas, monosabio de temeraridad bien acreditada, se arrojó sobre el cuerpo del torero para evitar que "Suertebuena" volviera a ensartarlo.
Lorenzo el Magnífico
Pero el milagro de la tarde y uno de los hitos de la temporada había ocurrido en el tercer sanmateíno, "Amapolo", con el que Garza se remontó a alturas insospechadas. Este es el relato de Duque de Veragua (Armando de Maria y Campos):
"No debemos olvidar la fecha del 14 de marzo de 1937 porque en ella se inicia una nueva era del arte de torear. La era de Lorenzo Garza. Lo que realizó el regiomontano en esta tarde inolvidable no tiene precedente en la historia del toreo. Si hace treinta o cuarenta años hubieran existido un Julio Verne o un Wells de la crónica taurina y nos hubiera vaticinado lo que Garza ha llegado a hacer con los toros no lo hubiéramos creído. Porque mucho más difícil que adivinar la navegación submarina o el dominio de los aires es imaginar que se pudiera torear al natural rodilla en tierra hasta formar el pase en redondo con una naturalidad sobrenatural. Y eso es lo que ha hecho Lorenzo Garza con el maravilloso "Amapolo" de San Mateo. Nunca se han complementado mejor el gran toro y el excepcional torero… El torero corriendo la mano con un temple y una naturalidad que pasman, y el toro haciendo alarde de una potencia inagotable. Así se produjo la faena memorable. Con sólo correr la mano, aguantando y mandando, Garza convierte a la fiera en dócil corderito. Pases maravillosos con la derecha y con la izquierda, de pie y de rodillas. Lorenzo es un monstruo de la naturaleza, como Lope de Vega lo fue en el Siglo de Oro. No encontramos otra comparación más acertada. ¡Toda la faena fue extraordinaria, pero esos naturales rodilla en tierra son de esencia divina! ¡Solo el hombre ante la muerte, el increíble prodigio del arte y el valor!. Cuando "Amapolo" cayó de media estocada, el delirio se apoderó del público. Las orejas y el rabo, las vueltas al ruedo interminables, clamorosas, no son nada ante tamaña proeza". ("El Eco Taurino"!, 18 de marzo de 1937).
Finiquito contable
La temporada de la Independencia Taurina Nacional arrojó, en entradas brutas de 14 corridas, un millón 96 mil 772 pesos (78 mil 335 pesos por tarde); los toreros cobraron en conjunto 405 mil 405 99 pesos; los ganaderos 99 mil 533; en otros gastos la empresa erogó 67 mil 383 pesos; el pago de impuestos ascendió a 165 mil 489 pesos, y la Beneficencia Pública recibió $52 mil 746 pesos. Negocio redondo. Para que nos vengan ahora con que la transparencia es uno de los grandes logros democráticos del siglo XXI.