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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 05 Mar 2020    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...Valdría la pena realizar un estudio sociológico, acompañado de..."
Desde hace tiempo he insistido en la necesidad de hacer un cambio de formato de la Temporada Grande de la Plaza México, que vaya acorde a los tiempos que corren y la forma en que hoy día se observan las conductas del público capitalino en materia de ocio.

Valdría la pena realizar un estudio sociológico, acompañado de una encuesta, para conocer cómo se comporta el público ante una amplísima oferta de ocio, en una ciudad donde la diversidad de entretenimiento alcanza niveles insospechados.

Organizar una temporada taurina de doce festejos seguidos resulta obsoleto en unos tiempos en que el público busca solo el imán de los grandes carteles o las fechas tradicionales, y fuera de eso el interés se reduce considerablemente.

Desde luego que, para hacer cualquier cambio a este formato, primero habría que modificar la Ley para la celebración de espectáculos públicos, que obliga a la empresa de turno a dar la docena de corridas consecutivas que ampara la venta del Derecho de Apartado.

Y una vez hecho esto, se tendría que hacer un análisis minucioso de esos meses o semanas, inclusive, más propicias para dar toros. Porque no se trata únicamente de hacer un ajuste en la cantidad –vienen siendo unos 30 festejos, entre corridas y novilladas al año–, sino de fortalecer la calidad del espectáculo y adecuar la programación a una estrategia de mercadotecnia moderna, reforzada con una promoción impactante y más eficaz.

¿Por qué no pensar en "partir" la Temporada Grande en dos o tres bloques bien diferenciados? ¿Acaso no convendría dar toros en octubre, o en marzo y abril, quizá cada quince días, aprovechando el clima tan agradable de estos meses? ¿O arrancar con la temporada de novilladas antes de que llueva a cántaros? ¿O pensar, tal vez, en intercalar algunas novilladas con toreros punteros en medio de las corridas? Éstas son sólo algunas preguntas para las que cada uno tendrá distintas respuestas.

La fiesta de los toros requiere una urgente actualización, una revisión de fondo en toda su estructura, pero sin perder su esencia. Y esta propuesta forma parte de un todo que represente un revulsivo de cara al público de los años por venir.

El reto no sólo es en dicho sentido, sino llevar a cabo una saludable reforma que permita hacer visible y atractivo un espectáculo con una gran fuerza interior, único en su concepto, por dramático y realista, y con una forma de proyectarse que contrarreste ese aluvión de oferta de ocio que lo mantiene marginado.


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