Hace treinta años que se fue el maestro Pepe Alameda. Sin embargo, su recuerdo pervive entre los aficionados por la calidad de su trabajo periodístico y literario, además de sus crónicas de radio y televisión, que se han convertido en un referente del imaginario colectivo.
Y fue por azares del destino que el maestro, nacido en la madrileña calle de Goya, haya aterrizado en los toros, un mundo en el que se sintió cómodo y del cual hizo su modus vivendi, dejando a un lado su verdadera vocación de poeta.
El nivel de su inteligencia era para haber escalado peldaños en el terreno de la poesía, pero no únicamente la de temática taurina, sino en la dedicada a otros asuntos que tanto le interesaban como la pintura, el teatro, la literatura, la poesía, la historia... o la vida misma.
Su facilidad de palabra y su peculiar estilo estaba tocado de ribetes seductores, y desde la sensibilidad de su ingenio imprimió un toque único e inigualable a todo cuanto hizo en el periodismo taurino, al que se entregó con mucho éxito durante medio siglo.
Si se hubiera dedicado más horas a su trabajo como poeta, el maestro Alameda hubiese formado parte del selecto grupo de intelectuales mexicanos de su época, de quienes no se fiaba del todo, y entre los que generaba ciertos resquemores.
En la cúspide de su carrera periodística acudió a Bilbao en 1970 a narrar la alternativa de El Capea, que se transmitió a través de la pantalla de Televisión Española. Y cuando parecía que iba a regresar a su tierra como el hijo pródigo, convertido en una figura destacada, tampoco ahí lo dejaron pasar.
Por fortuna, su acusada vena poética quedó plasmada en dos textos que, lamentablemente, son poco conocidos entre los aficionados a los toros. Se trata de "Seis poemas al Valle de México", editado en 1974, "4 libros de poesía", aparecido en 1982; éste último fue publicado en la cúspide de la fama que le dio "Brindis Taurino", su popular programa de televisión que se emitió durante una década.
En esos años vio la luz la mayor parte de su producción literaria, que aún sigue vigente debido a la riqueza de sus vivencias, a redondez de sus conceptos, y a la gracia de su talento.
Al maestro Pepe Alameda no se le debe clasificar como cronista taurino, ni remotamente. Y por tanto no se le puede comparar con los de antes o los de ahora, simplemente porque su trascendencia en este nicho no tiene parangón.
A Alameda hay que recordarlo como un ser sensible, un intelectual de alto bordo, y un consumado poeta, cuya capacidad queda fuera de toda duda y a la que, por desgracia, no dedicó la mayor parte de su existencia, aunque nos hubiese dejado huérfanos dentro del periodismo taurino.