Mucho se ha debatido sobre si hay o no escuelas del toreo, entendiendo por escuela el conjunto de rasgos comunes y distintivos que caracterizan la tauromaquia de un grupo, de una época o de una región. Primero se discutió sobre las escuelas rondeña y sevillana, después sobre la castellana, la andaluza y, finalmente, la mexicana.
Al respecto, Antonio Ordoñez, torero rondeño por excelencia, comenta: "Para mí hay los que torean muy bien y los que torean mal. Pero no hay escuela andaluza, escuela castellana (...) Insisto, lo que hay son los que torean bien y los que torean menos bien, o si se prefiere los estilos personales. Unos tendrán más profundidad y otros más alegría" (citado en ·La voz del toreo" de Zumbiehl, F. & Vázquez, P. Alianza Editorial, 2002).
Pepe Luis Vázquez, sevillano por antonomasia, coincide con su colega de Ronda: "Yo nunca he creído en las escuelas, en el toreo sevillano, en el toreo rondeño. Yo creo que la escuela es única" (Ibídem, p.22).
Renato Leduc discrepaba y, en el epílogo del libro los machos de los toreros, escribió: "Quien niegue que hay una escuela o un estilo mexicano de torear es porque no vio torear ni a Rodolfo Gaona ni a Silverio Pérez. Rodolfo Gaona estimaba mucho a Silverio tal vez porque veía en él un continuador de su estilo… y cariñosamente le llamaba Care-vaca… La gaonera del leonés y la verónica y el trincherazo del texcocano son de la misma esencia…".
No sé si sea escuela, estilo, talante o acento, pero el toreo de diestros como Gaona, Silverio, Lorenzo Garza, Capetillo, El Ranchero Aguilar, el Callao y, más recientemente, Jerónimo y José Mauricio, provocan una experiencia sensorial y vertiginosa que hace emocionarse profundamente a los aficionados.
Guillermo H. Cantú en "Muerte de azúcar "afirma que la diferencia es que los mexicanos hacen un toreo lúdico, mientras que el de los españoles es lúgubre. Me cuesta trabajo coincidir con Cantú, pues cuando pienso en Silverio, El Callao o en David Silveti no los veo jugueteando lúdicamente frente al toro, sino con una seriedad casi mística que transmitía intensas emociones a los tendidos.
El maestro Raúl Ponce de León me explicaba que la clave está en el temple y en la forma que los mexicanos tienen de ligar en redondo: después del quinto muletazo ligado es cuando el aficionado, conmovido, empieza a levantarse de sus asientos.
Tal vez este toreo a la mexicana se derive de las enseñanzas de Saturnino Frutos "Ojitos", de la espiritualidad de los mexicanos o de su forma de entender la vida y la muerte. Pero más importante que entender racionalmente de dónde viene, es sentirlo. Pues no hay duda que los toreros mexicano de esta línea logran conmover y sugestionar a las multitudes.
Jerónimo ha bebido de esa misma fuente. Sus verónicas y sus naturales templados, largos, con profundidad hechizan a los tendidos. A pesar de su irregularidad –producto, quizá, de la falta de oportunidades– algunos aficionados me han dicho que su toreo les ha llegado cortar la respiración.
Recuerdo hace algunos años, después de una mala tarde en la México, mi papá me decía que si había esperado tantos años para ver a Silverio realizar la faena de Tanguito, por qué no esperar el doble a Jerónimo que lo emocionaba tanto o más que el Texcoco.
Mañana domingo 11 de enero de 2020 Jerónimo regresa a la México. Y con él, la ilusión de que volvamos a sentir esa sensación que hace que las manos suden, que parece que se nos corta la respiración y hasta que rueden las lágrimas. Y la esperanza se incrementa cuando lo vemos anunciado con un encierro de Pozohondo, encaste cien por ciento Torrecillas-San Mateo. Y lo hace alternando con otro diestro muy mexicano, el Zapata, torero tlaxcalteca y discípulo de El Pana.
No sé si hay o no una escuela mexicana del toreo, de lo que sí estoy seguro es que viajaré a la ciudad México con la emoción de ver a Jerónimo. ¡Qué Dios reparta suerte!