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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 21 Nov 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...En esa conducta irrepetible de cada toro, muchas veces..."
Los últimos minutos de la vida del toro legitiman su existencia y justifican ese titánico trabajo "artesanal" de los ganaderos, que buscan dotarlo de unas características que enaltezcan su lidia y propicien la magia del toreo. Por ello, es muy importante estar atento a todo cuanto hace desde que sale al redondel.

Para empezar, es preciso observar sus hechuras: ver si es alto de agujas o bajo; si tiene cuello largo y es "descolgado" o no; y la forma de su lomo: si es corto o alto de manos; y cómo es la conformación de sus pitones, o si está en el tipo de su encaste.

Después es preciso ver si remata o no en los burladeros al llamado de los banderilleros, y cómo lo hace; es decir, si con la cara arriba o abajo, así como su fuerza, analizando la forma en que apoya los cuartos traseros sobre la arena, la cadencia de su galope y la largueza de esas primeras embestidas.

El gran atributo de la "fijeza" se puede determinar con mayor claridad cuando se le coloca para ser picado, y constatar si, efectivamente, se queda en el sitio donde lo rematan; si es obediente a los "toques" del capote, y la forma en que toma el engaño, ya sea humillado y con temple, o si lo hace echando las manos por delante o atropellando la tela.

Posteriormente, hay que analizar la voluntad de arrancarse al caballo de picar y la forma en que embiste en el peto: si lo hace con entrega, metiendo los riñones y recargando con la cara debajo del estribo, y si es con uno o ambos pitones; o si lo hace de manera reservona y violenta, sin emplearse.

El juego del toro en banderillas da pie a observar nuevamente su fijeza, así como la obediencia a las telas, y a los cites a cuerpo limpio, donde es fácil advertir si se acuesta y corta el viaje, o embiste con nobleza y buen tranco, lo que ayuda a los banderilleros a reunirse con más facilidad al momento de clavar los palos.

El comienzo de la faena de muleta también favorece para observar si el toro tiene recorrido largo, mediano o corto, y el planteamiento que hace el torero para ir descubriendo esta condición, que es fundamental para el desarrollo posterior del trasteo.

Son estos múltiples aspectos los que configuran el comportamiento de un toro durante su lidia, y que van determinando, palmo a palmo, la estructura de una faena en función del entendimiento y la capacidad de los toreros.

Y una vez advertida la conducta del toro, también hay que procurar analizar su estilo: la manera en que humilla y mete la cara en la muleta, y hasta donde alarga su embestida siguiendo la muleta. En consecuencia, adentrarse en su juego y, sólo entonces, juzgar la labor del torero para valorar, en su justa medida, el mérito de lo que va haciendo en cada uno de los tramos de la lidia.

En esa conducta irrepetible de cada toro, muchas veces sorpresiva, y alentadora, se esconde el misterio del toreo, que es gracia, caricia y engaño. En suma, "poesía en movimiento", como bien dijo Octavio Paz.


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