Hace apenas unos días el gobierno de la Ciudad de México le entregó su nombramiento a Vicente Bandín Ruiz como nuevo presidente de la Comisión Taurina de esta capital, y en breve se conocerán los nombres del equipo de trabajo que debe conformar este organismo.
El deseo es que dicha institución, que en los últimos no se ha distinguido por hacer ninguna labor significativa, consiguiera cumplir a cabalidad con el cometido que le ordena el reglamento taurino, sobre todo en el aspecto referente a la promoción cultural de la fiesta de los toros.
Porque salvo el esfuerzo que hacen determinados grupos, como Bibliófilos Taurinos de México, la Asociación Nacional de Matadores o alguna que otra peña, la difusión del espectáculo, en sus diversas vertientes, se encuentra en un lamentable estado de abandono.
Y es ahí donde la Comisión Taurina podría ejercer como ese ente catalizador de esfuerzos, quizá con la colaboración de Tauromaquia Mexicana, para dar realce a la Fiesta Brava y posicionarla de cara al gobierno de la ciudad.
A lo largo de sus treinta y tantos años de historia, la otrora Comisión Taurina del Distrito Federal había jugado distintos papeles: a veces con talante combativo en contra de la empresa de turno, y otras como medio de conciliación de distintos intereses, pero muy pocas como promotora de la cultura taurina, que es una de sus encomiendas más puntuales.
Y de todos los personajes que la han encabezado, realmente han sido muy pocos los que han tenido un verdadero compromiso de trabajar para enaltecer los valores de la tauromaquia desde
una institución de carácter oficial.
Uno de esos aficionados ha sido el infatigable Sergio León que, durante varios años, y a costa inclusive de sus recursos económicos, en su oportunidad se buscó las vueltas para tratar de dar realce y categoría a la Comisión Taurina y procuró cumplir con el cometido para el que fue creada.
Sin embargo, a últimas fechas, los miembros de la comisión recién destituida se dedicaron a disfrutar de las corridas de la Temporada como un selecto grupo de aficionados, que contaban con el privilegio añadido de ocupar un burladero completo en el callejón sin ninguna razón de ser. Desde ahí se les veía transitar de un lado a otro durante los entreactos para hacerse selfies con los toreros.
Ahí tiene un buen reto delante Vicente Bandín Ruiz con esta tarea que le ha encomendado Claudia Sheinbaum, y sería importante que la Comisión Taurina recobre su relevancia como una institución preocupada por el adecuado devenir de la fiesta de los toros, atenta a velar por los intereses del aficionado y convertirse en esa institución que, de una vez por todas, se dedique a cumplir con lo que el reglamento taurino establece.