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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 19 Sep 2019    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...sería relevante que los maestros se enfoquen en trabajar..."
De unos años a la fecha se ha incrementado el número de alumnos inscritos en las escuelas taurinas, esos centros de enseñanza que tan buenos resultados han dado a la fiesta de los toros, convirtiéndose en auténticos semilleros de soñadores de gloria.

Han transcurrido más de 40 años desde que el inquieto Enrique Martín Arranz creó la Escuela de Tauromaquia de Madrid en las instalaciones de El Batán, en la Casa de Campo, donde antiguamente se podía admirar los encierros que iban a lidiarse en la Feria de San Isidro.

Y copiando ese modelo comenzaron a surgir otras, como la que hubo en la Plaza México a mediados de los noventa, y que daba en llamarse Escuela Taurina "Ponciano Díaz", de la que egresaron buenos profesionales.

Tiempo después, hace unos 15 años, se fundó la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes como consecuencia de la revolución provocada por El Juli, y desde entonces se ha convertido en una de las más destacadas. Y tal como ésa fue constituida la de Guadalajara, que continúa trabajando con el mismo entusiasmo y a la espera de alumbrar un torero importante.

También existieron otros esfuerzos con un concepto propio, como el caso de la Academia Taurina de Pastejé, que en su día fue alentada por David Silveti Antonio Corbacho, o esa otra escuela sui generis denominada Tauromagia Mexicana, que Martín Arranz estableció en Querétaro con magníficos resultados.

La moda de formar toreros en escuelas se ha venido extendiendo en los distintos países taurinos, y aunque exista un estigma de que todos lo que pasan por sus aulas "torean igual", se trata de una apreciación quizá un tanto desmedida, porque no hay que dejar de reconocer que, en esa etapa de su incipiente carrera, los toreros todavía no han desarrollado un estilo propio.

Por tal motivo sería relevante que los maestros se enfoquen en trabajar dicho aspecto, para tratar de que cada uno encuentre un camino expresivo que vaya acorde con su forma de ser y de sentir el toreo. De esta manera, se potenciaría la creación de esa variedad interpretativa que tanto bien le hace a la Fiesta.

Al margen de ello, resulta evidente que en la actualidad es más fácil formar toreros en centros establecidos y bien organizados, que como se hacía en el pasado, pues en esta época escasean los profesionales que están dispuestos a aportar sus conocimientos de manera aislada.

El toreo siempre fue una tradición oral que se transmitía de generación en generación, pero de una manera un tanto encriptada, con el celo natural de quienes no quieren enseñar lo que tanto les costó aprender. Es ahí donde se esconden esos secretos del toreo que hacen de este arte una materia en constante aprendizaje, que exige seguir explorando en sus profundidades.


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