La semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que podría hacerse un plebiscito sobre la continuidad de la tauromaquia en nuestro país.
La afición a los toros la conserva una minoría de minorías. Sin embargo, ese gueto tiene derecho a que su espectáculo predilecto perviva, a pesar de las intenciones liberticidas de quienes atentan contra las garantías individuales y malentienden el ritual que se escenifica en la plaza. Tan sencillo como esto: quienes estén en contra, que no asistan a las corridas.
No todo se puede poner a consulta. El peligro de un posible interrogatorio a la población sobre este polémico tema es que el resultado puede provenir de la desinformación, de la falta de reflexión.
No se puede opinar de lo que se desconoce, y desafortunadamente la gente que habla de la Fiesta como barbarie, crueldad, anacronismo y maltrato animal, verdaderamente no tiene idea de lo que es la tauromaquia como arte, patrimonio cultural y actividad con fuerte implicación ecológica.
Existe una profunda ignorancia del tema taurino. Mal va la cosa cuando los encuestados pueden basarse en el "borreguismo" y los sentires superficiales, no así en argumentaciones pensadas. La oposición desde la ignorancia es lo verdaderamente peligroso. Una consulta con desconocimiento es una consulta a ciegas.
Si una de las prioridades del presidente actual es fomentar el empleo, hay que pensar en los miles que genera la actividad taurina y de toda esa gente que se quedaría sin trabajo en caso de que se concretara la indeseable prohibición.
Resulta aberrante que lejos de luchar por preservar nuestras tradiciones, queramos acabar con ellas, dando entrada a nuevas costumbres, generalmente provenientes de Estados Unidos.
A quienes dicen que hay que acabar con la Fiesta porque “ni siquiera es mexicana”, hay que recordarles que si bien es cierto que la tauromaquia es española, ¿cómo no va a ser también una tradición mexicana si las corridas llevan realizándose casi quinientos años en este país?
La celebración del día de los Reyes Magos también es española y la piñata es china pero, ¿alguien se atrevería a negar que son igualmente tradiciones muy mexicanas?
Y no podemos perder de vista que el tema está muy politizado. No siempre se persigue a la tauromaquia con verdadera convicción, sino que muchos políticos oportunistas lo hacen por conveniencia, para escalar peldaños.
Los antis no han cesado en su labor de desprestigio ante el pasmo, la parálisis de los taurinos. Solo hasta la llegada de una entidad como Tauromaquia Mexicana Siglo XXI empezó a desarrollarse una defensa más enfática y mejor organizada del toreo. TM se encarga de buscar blindarlo jurídicamente, implementar leyes modelo de protección animal donde quepa la tauromaquia, fundar capítulos autosustentables en todos los estados de la República, brindar asesoría a todos los integrantes del sistema taurino y dar a conocer la verdadera cara del espectáculo.
Hay acoso, pero esperemos que no haya derribo. El toreo es una resistencia cultural ante el embate de la globalización.