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Espectro: Héroes literarios

Sábado, 07 Sep 2019    Morelia, Mich.    Jorge Raúl Nacif | Opinión   
"...El misticismo no debe desaparecer del torero..."
Si externamos que el toreo no es en sí un deporte, tampoco el torero debe ser considerado un atleta en la extensión misma de la palabra. Profundizaremos párrafos adelante, pero el profesional del toreo es más un artista y, de manera quizá simbólica, una especie de sacerdote que celebra un rito.

Lo anterior, y en una opinión muy personal, entendiendo al toreo como un rito. La definición de éste es, según la Real Academia Española, la "persona dedicada y consagrada a hacer, celebrar y ofrecer sacrificios".

Finalmente, el toreo deriva en un sacrificio consagrado por el torero que, con su estoque, da muerte al toro luego de lidiarlo. Es precisamente el que oficia y lleva al espectador a la concepción misma de afirmar la vida a través de la muerte. Es, justamente la muerte uno de los elementos intrínsecos a la Fiesta, y si la quitásemos estaríamos mutilando una parte esencial.

El torero no solamente oficia, sino que también se coloca en la posibilidad de morir. Esta situación representa un sentido de profundidad muy intenso, ya que, de alguna forma, es una alegoría del hombre que ofrece su vida en pos del sacrificio cruento del toreo, que siempre está impregnado de una muy especial liturgia.

Sin embargo, el torero no se queda en el ámbito del sacrificio, base fundamental de la tauromaquia, sino que su figura es también la de un artista, la de un ser humano que es capaz de crear un caudal de sentimientos y emociones delante un toro bravo, unión de dos almas que se conjugan entre la vida y la muerte.

El torero, en esta acepción, requiere entonces esa capacidad para crear, para generar arte ante el peligro que representa el toro. La belleza plástica en la ejecución de las suertes es lo que genera la emoción en el buen aficionado, misma que debe ir acompañada siempre con el sentimiento que expresa un torero. 

Y es que, por más plasticidad que exista, si el torero no se emociona o se entrega en su obra, haciendo las cosas con corazón, la trascendencia no será superior, sobre todo en la concepción del toreo actual.

La figura del torero requiere, de suyo, contar con una muy definida personalidad, la cual también proyecta hacia la afición; ser torero, pero también parecerlo y sentirlo, tanto en el ruedo como fuera de él, así como un sacerdote es y debe sentirse como tal aunque no se encuentre oficiando.

El misticismo no debe desaparecer del torero, pues finalmente son seres que se juegan la vida delante un toro. En este sentido, llegan a ser héroes literarios, como aquellos que ganaban batallas a sangre y fuego, convirtiéndose en leyendas, pero siempre con el objetivo de dejar su sentimiento y valor en el ruedo. 


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