...Los trece mil asistentes al coso del Baratillo pidieron...
También en Sevilla, Andrés Roca Rey marcó diferencias. Hasta donde es posible, claro. Porque, este año, los presidentes de la Maestranza están resultando fervientes patriotas. Agitaron presurosos el pañuelo si se trataba de premiar hazañas de sus paisanos españoles, pero se mantuvieron parcos y distantes cuando la plaza solicitó trofeos para los insurrectos diestros sudamericanos que osaron profanar el noble albero con sus personales tauromaquias.
Pasó el domingo 28 con el caleño Luis Bolívar, autor de una faena mandona y maciza, rematada con ejemplar estocada en la suerte de recibir que se quedó sin el premio solicitado por el tendido, poco antes de que la misma persona –una señora consejala– concediera una oreja harto generosa al sevillano Rafael Serna por un trasteo bastante menor; sólo dos días después el usía en turno tuvo el alivio de ver como pinchaba Joaquín Galdós, peruano, tras de haber soliviantado a las masas con torero y entregado quehacer, pero lo del viernes 3 con su coterráneo Roca Rey ya fue el colmo: el graderío nevado de pañuelos y voces en solicitud del rabo de ·Encendido" de Núñez del Cuvillo, y el hombre del palco aguantando a pie firme sin moverse de las dos orejas usuales… para una faena absolutamente inusual, por lo menos a los ojos del público sevillano.
Yo no sé si el faenón del inca fue de rabo, renuncio a meterme en la fina piel de la volátil afición sevillana –cuantimás en la del representante de la autoridad–. Sólo puedo hablar de lo evidente: que los trece mil asistentes al coso del Baratillo pidieron febrilmente el máximo galardón, y que el juez de plaza desoyó esa petición unánime.
Aleteaba el recuerdo de la Puerta del Príncipe que El Juli había franqueado la víspera tras sumar tres orejas, otorgada graciosamente y sin necesidad de petición la primera, y las otras dos por una gran faena, aunque en la comparación con la del peruano desmereciera, y eso la gente lo sentía, lo sabía y lo subrayó al sostener su petición de rabo. De modo que Roca Rey, que hubiera podido abrir por primera vez el mítico portón maestrante porque su faena inicial era de oreja –asimismo denegada–, se quedó con las ganas.
No vamos a descubrir a estas alturas el muy relativo valor de apéndices de menos o de más, o de esas salidas en hombros de un cargador a sueldo, pero de que en Sevilla hubo mano negra, vaya si la hubo. Y no hablaré de Luis David porque su única oportunidad resultó tan relativa como ya lo habíamos previsto: contendió con dos rumiantes de La Palmosilla, sosote uno y el otro directamente inválido, que por supuesto convirtieron su solitaria ocasión en humo, así lo hayan llamado a saludar desde el tercio a la muerte de su primero.
¿Aguascalientes, la Sevilla mexicana?
Expansivos y festejadores por naturaleza, los hidrocálidos tienen en su rumbosa feria de San Marcos su anual clímax de alegría. Y en el centro de sus celebraciones, las corridas de toros. ¿Qué los Juli, Manzanares, Ponce no se pusieron este año a tiro, unos por razones crematísticas, el valenciano por culpa de su lesión rotular? Pues allí están El Fandi, López Simón y Román para reemplazarlos, aunque ni los unos ni los otros llenen la Monumental si no van bien acompañados por algunos de sus pares mexicanos, mejor aún si se tratara de nativos del bendito solar hidrocálido.
¿Qué en España ni por casualidad encuentran un hueco decente en las ferias los diestros mexicanos? Problema suyo, porque Aguascalientes mantiene el carácter hispanomexicano de su cartelería y de ahí no se apea; feria internacional, según presumen, y por eso incorporaron también a Castella y Roca Rey, además de Morante, Ferrera, Perera y Ginés Marín.
Y claro, encantados todos ellos de colaborar a la tan mentada internacionalización de la llamada primera feria de América, sabedores de que reparte orejas al son de La pelea de gallos lo mismo por faenas meritorias que por volteretas y bajonazos. Con razón Roca Rey, paradigma de la autenticidad torera que el post toro de lidia nuestro ha convertido en borrosa entelequia, se encuentra allí un tanto fuera de ambiente. Aunque haya cortado apéndices, para no perder la costumbre. Va a resultar que, como decía el gran Calesa, trianero de pro, Aguascalientes es la Sevilla mexicana.
¿Las Ventas no deja utilidades?
Esto es, por lo menos, lo que Simón Casas afirma. Hace un par de semanas se sinceraba con la prensa declarando que además de trabajar sin sueldo su gestión pierde dinero. Esta aseveración encerraba una crítica de las condiciones impuestas por la Comunidad de Madrid, que como propietaria del coso es quien fija los requisitos de licitación de la Monumental.
Al quejarse del pliego de condiciones que le impusieran los políticos, motivó Simón las contradeclaraciones de Manuel Ángel Fernández –director gerente del Centro de Asuntos Taurinos (CAT)– para aclarar, entre otras cosas, que una de las cartas de triunfo del nimeño al quedarse con Las Ventas fue que su oferta superó en más de 4 millones de euros el mínimo fijado por el CAT a los aspirantes.
Indudablemente, Casas y su grupo operaban sobre un cálculo de utilidades irreal, muy superiores a los 23 millones que, en números redondos, estaban obteniendo anteriores administraciones. Tan mal midieron sus posibilidades que si en su primer año –2017– obtuvieron un beneficio bastante magro, en 2018 el balance les arrojó números rojos por 3 mil euros, déficit pequeño pero significativo: evidentemente, al francés el tiro le ha salido por la culata.
También es cierto que la Comunidad le canceló que Plaza 1 la posibilidad de programar eventos no taurinos para hacer caja, aduciendo ciertos trabajos de remodelación que aún están en marcha. Y aunque para el San Isidro que está a punto de comenzar cuenta la empresa con 15,268 abonados –asistentes cautivos a la feria más larga y monótona del mundo–, Simón aguarda su desarrollo con el Jesús en la boca.
Había prometido revolucionar el medio, internacionalizar la feria, montar el devenir de la Fiesta sobre los cauces del proceloso siglo XXI, y por diversas razones, que él debe conocer mejor que nadie, la isidrada sigue siendo una feria abocada al aburrimiento, con predominio de carteles flojos, toradas inservibles y público malhumorado. Algunos triunfos significativos habrá, como cada año, pero eso ni les garantiza un mejor mañana a los eventuales triunfadores –sobre todo si son toreros ajenos a los grupos que mueven el tinglado–, ni hará menos adusta a la afición de Madrid –fanática de hacerles la vida pesada a los ases, aunque el día menos pensado amanece triunfalista– ni suavizará la difícil marcha de la Fiesta en las circunstancias actuales. Con bombo o sin bombo. Con Simón o sin Simón.
Modelos alternos
Si un tipo tan imaginativo y astuto como el francés no le ha encontrado la cuadratura al círculo, mal podría pretenderlo uno desde aquí, aun descontada la ventaja que nos proporciona ver los toros desde la barrera con una perspectiva de años. Pero está claro que la fórmula de estirar la liga de la feria isidril hasta el límite sólo se puede justificar porque desde hace casi cuatro decenios es del único evento capaz de proporcionar pingües utilidades a quien maneje Las Ventas.
El resto del año taurino no funciona la ecuación (abono masivo + carteles baratos = beneficios seguros), y lo mismo corridas con segundones que novilladas con principiantes arrojan pérdidas cuantiosas, lo que, al menos en apariencia, cancela la esperanza de volver a ferias programadas para el aficionado –las de la década del 60, por ejemplo–, con menos corridas, mejores carteles, encierros con hechuras de embestir y mayores posibilidades de disfrute para todo mundo.
¿Qué espacio habría, entonces, para los espadas modestos que hoy copan en San Isidro el 70 por ciento de la cartelería, anunciados con encierros desmesurados y obligados a actuar ante un público indiferente? Tal vez la creación de un abono más barato y una programación dinámica –que es lo contrario de fijada con meses de antelación–, capaz de devolver interés y gente a la temporada veraniega, al amparo de una promoción que fuese modelo de creatividad con sentido contemporáneo. Para lo cual, sería también preciso que el tema taurino volviera a la prensa generalista y los medios audiovisuales. Aunque la empresa tenga que invertir en ese empeño algo de su generoso presupuesto.