Como el título anuncia, la intención del autor será proponer la hipótesis de que el toreo a pie, que después daría lugar a la corrida actual, tuvo sus principios en Cádiz, a partir del último cuarto del siglo XVII, como fecha de mayor probabilidad, la de 1677, de esta manera, lo que mueve al autor a proponer tal conjetura y fecha es que, en ella, y por constancia de acta municipal, son contratados tres "hombres vaqueadores que piquen con vara larga a mañana y tarde".
De esta manera, a lo largo de los capítulos primero y segundo y para reforzar su tesis, el autor se esfuerza en contraponer las fiestas de toros que se desarrollan en la plaza de la Corredera con las que tenían lugar en la de San Antonio, sugiriendo que el primer ámbito era preferido para las fiestas taurinas de tradición aristocrática y financiación municipal y el segundo para fiestas que hoy podrían considerarse de estructura más popular, en que el público debía pagar sus asientos, incluso cuando el espectáculo era caballeresco.
El lector podrá extraer sus propias conclusiones aunque el erudito prologuista Rafael Cabrera Bonet, con singular prudencia, estima que el tema debe quedar "en un ligero suspense". Así pues, independientemente de que la hipótesis más audaz pueda o no aceptarse, el libro, obviamente, es mucho más que ella y constituye un notable acopio de informaciones precisas y fundamentadas sobre el papel de Cádiz en el panorama taurino de la época que trata, con inusitada y original intensidad en el siglo XVIII.
Por otra parte, abundantes serán las noticias sobre el matadero de la Plaza de San Roque y los tratos que se producen allí de los mozos, con los toros traídos para el consumo humano, dichos personajes darán más bien la impresión de tener más que ver con el aprendizaje de algo que desembocó en un toreo a pie que otros argumentos que el mismo autor llega a proponer con entusiasmo y que sostienen y debaten diversos especialistas como Luis Toro Buiza, Pedro Romero de Solís y Antonio García-Baquero.
En todo caso, Boto Arnau, lo reconoce así, titulando al matadero de Cádiz como "escuela de toreros", apoyándose para todo ello en documentación municipal de 1685 y en textos recogidos del dominico padre Labat.
De este modo, el libro está lleno de información y noticias curiosas sobre la actuación y protagonismo municipal en las fiestas de toros gaditanas, además de los típicos pleitos sobre preeminencias, costos económicos de las fiestas y el expreso atractivo que ejercen sobre autoridades., aristocracia (de la sangre o el dinero) y la masa popular.
A partir de la mitad del capítulo tercero se van glosando, con mayor o menor extensión, figuras de toreros gaditanos, pero ya del siglo XVIII, citados en fuentes bibliográficas y otras documentales.
Forma parte todo ello de la aportación quizás más fructífera y de mayor interés historiográfico de la obra: poner en pie y. documentar la verdaderamente singular importancia del espacio gaditano en el desarrollo inicial del toreo del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX.
En lo formal, se trata de una edición tipográficamente bien cuidada , desde la portadilla al colofón y, especialmente, en las elegantes viñetas de finales de capítulo o las reproducciones de viejos carteles de toros gaditanos.
En suma, un libro indispensable para expertos y aficionados pero igualmente útil para historiadores de la cultura popular y el papel del poder municipal tanto en su promoción como en labores meramente administrativas.
Bibliografía:
Boto Arnau, Guillermo. "Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858)". Industrias Gráficas Gaditanas. Cádiz. 2003.