En 1918, Joselito y Francisco Posada estaban anunciados para la corrida de la feria de Colmenar. Diez días antes, Curro Posada sufrió una cornada. A la semana siguiente, José se enfermó de fiebre gástrica; quince días cuando menos duraría el tratamiento.

En Colmenar ni podían suspender su corrida de feria, ni tampoco anunciar un cartel flojo. El empresario habló con Manuel Rodríguez Vázquez, apoderado de Rodolfo Gaona. Enseguida llegaron a un acuerdo. El Califa tenía la fecha libre, sería el único matador; cobraría las 5 mil pesetas que iba a ganar Joselito, las 2 mil de Posada y se encargaría de matar todos los toros. Hace un siglo siete mil pesetas era muchísimo dinero.

Se supo en el pueblo la cantidad que cobraría el gran torero leonés. Ninguno había cobrado allí ese dinero. Empezaron los comentarios… "¿Cómo es posible ?”... "Siete mil pesetas en dos horas"… "Eso no se puede aguantar ".

Se agotaron las localidades. Rodolfo Gaona hizo el paseo al frente de las cuadrillas llenado el ruedo con su empaque de gran figura. Los tres primeros toros fueron mansos y presentaron muchos problemas.

Gaona los lidió bien; los dominó pronto y se los quitó de enfrente con desahogo. El público esperaba más y en cierto sector de la plaza no dejaban de recordarle la cantidad que estaba cobrando: "Mexicano, ganas siete mil pesetas". "Cobras mucho… Estás llevándote siete mil pesetas".

Con el cuarto de la tarde, más propicio, Gaona se lució mucho al torear con el capote, fue ovacionado. Clavó dos magníficos pares de banderillas, se le aplaudió con mucha fuerza…. Cerró el tercio con un par ¡monumental !… puso al público en pie.

El Califa, caminando muy despacio se dirigió a la zona de la plaza en donde más le habían recordado que estaba cobrando siete mil pesetas y,  encarándose con el público, dijo en voz muy alta, casi gritando:

"¡El último par… sólo ese, vale mucho más de siete mil pesetas, para que se enteren!"