A Jacobo Zabludovsky le hubiera gustado mucho este evento por la sencillez del mismo, y también porque estaban algunos de sus seres más queridos, entre los que se encontraba Sarita, su viuda, emocionada con esa discreción de gran dama, de aliada. compañera inseparable y cómplice del maestro.

La iniciativa, que partió de Marcos Guillén y encontró eco en Heriberto Murrieta, se cristalizó con la participación de Rafael Herrerías. Y en este acto breve, conciso, muy acorde a la enseñanza periodística de Zabludovsky, su presencia de espíritu se hizo presente.

Parte de la afición, amigos, familiares y diversos alumnos aventajados, como el propio Heriberto, Rafael Cardona o Fernando Schwartz, se dieron cita frente al palco número 35, aquel donde Jacobo disfrutó muchas tardes de toros, pues la Fiesta fue, conjuntamente con el tango, otra de sus grandes pasiones. Y desde sus diversas tribunas periodísticas, a lo largo de tantas décadas, siempre apoyó la difusión de noticias relacionadas con nuestro espectáculo.

Así que este homenaje no sólo era necesario, sino obligado. Esa placa es una forma de darle las gracias a Jacobo, y de tener presente su personalidad, su carisma, su simpatía, y ese cúmulo de cualidades que hicieron de él un personaje inolvidable e irrepetible.