Gobiernos pseudotaurinos y empresarios piratas
Lunes, 10 Nov 2008
México, D.F.
Leonardo Páez
Injusticia en "Jalos"
La plaga parece invencible y nuestra sólida tradición de simulación continúa a la alza. Porque los peores enemigos de la fiesta de los toros en México no son los verdes ecologistas ni los defensores de mascotas sino los taurinos. Los malos, se entiende, porque los buenos son escasos y tienen poca influencia en el errático rumbo tomado por los promotores del alguna vez apasionante espectáculo.
A estos malos y contumaces taurinos hay que añadir, de un tiempo para acá, a otros acérrimos adversarios de la grandeza intrínseca del arte del toreo: las autoridades estatales y municipales, que junto a su protagonismo villamelón e ignorancia taurina exhiben una preocupante insensibilidad política y una sospechosa permisividad en lo que a concesión de ferias taurinas se refiere.
Esta lamentable insensibilidad de tan conspicuos funcionarios rebasa el ámbito de sus responsabilidades públicas para instalarse, satisfecha, en una reiterada incomprensión del valor histórico, cultural, económico y político de la fiesta brava. Sus entendederas no dan para más, lo cual incluso puede explicarse: el poder aturde. Pero lo que resulta injustificable es la impúdica repetición de sus mismos errores, un año tras otro, una feria sí y otra también, arrojando un balde de agua de fregadero sobre la resignada cuanto desunida e indiferente afición de sus estados y municipios.
Ausente por lo general de estas mascaradas, su majestad el toro, sin embargo, se encarga de desprestigiar políticamente a estos mitoteros burócratas, cuando lo que buscan es todo lo contrario.
Lo anterior a propósito de los recientes y repetidos petardos de las vapuleadas ferias de Pachuca y Tlaxcala, donde la nefasta mancuerna malos taurinos-sospechosas autoridades volvió a hacer de las suyas a costa de una fiesta brava rezagada ya del resto de los espectáculos.
Malos criterios, peores resultados
¿Con qué criterios los gobiernos estatales, comités de feria, asesores taurinos y demás instancias involucradas otorgaron la organización de la reciente feria de las citadas capitales a dos calamitosas empresas?
Si ignoraron los antecedentes taurinos de los empresarios y sus modestos o nulos resultados, no pueden reclamar nada. Si a su negligencia añadieron subsidios, aportaciones o condonación de impuestos a las respectivas empresas, la ciudadanía tiene todo el derecho de exigir cuentas. Y si fueron motivos extrataurinos, por no decir económicos, los que movieron a algunos de los cumplidos funcionarios a otorgar las concesiones, se impone una investigación por parte de los gobernadores de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Tlaxcala, Héctor Israel Ortiz Ortiz.
¿Hacer fiesta o negocitos?
Porque lo que ya no se puede tolerar es que con el pretexto de “hacer fiesta”, lo único que se haga es darle al público atole con el dedo, obtener algunos un dinerito extra y llevarse entre las patas la desfalleciente tradición taurina de México. Ojo: en estos inexcusables casos de fraude y cinismo las asociaciones de empresarios y de matadores sirven para lo que se le unta al queso.
Al impúdico desfile de novillotes de Fernando de la Mora en Pachuca para la alternativa de Octavio García El Payo –¡qué forma de escupirle a su trayectoria!–, al costo exorbitante de las entradas para pagarle a Morante y a Castella –los nuevos ricos de la fiesta quieren, a la manera de Carlos Salinas, que México sea primer mundo taurino por antojo, no por organización–, y al desaire del grueso del público al mitotero cartel –menos de un tercio de entrada en la plaza "Vicente Segura", con 9 mil localidades–, el empresario Pedro Haces añadió otros logros: anunciar en el elenco de la feria a Joselito Adame y Arturo Macías, sin que actuaran; cambiar ganado y alternantes en los carteles y mal aplicar criterios obsoletos de mercadotecnia y publicidad.
Ahora el municipio de Mérida, Yucatán, que preside César Bojórquez, espera con los brazos abiertos el estilo personal de hacer fiesta de Haces y su equipo. Con su pan se lo coman.
Por su tlaxcalteca parte, el gobierno estatal encargó por segunda ocasión consecutiva a José Antonio González "Chilolín" organizar –es un decir– la feria taurina de la ciudad de Tlaxcala, con resultados parecidos a los de Pachuca.
González, quien ya ha sido concesionario de la hermosa plaza Jorge "El Ranchero" Aguilar (2,600 localidades) y lo es del coso de Huamantla (5,000 asientos), en el mismo estado, no desentonó de las irregularidades pachuqueñas: cambios de toros y de toreros anunciados –en descargo de estos promotores la aldeana advertencia de la empresa de la Plaza México de no contratar a quien toree con otras empresas a 200 kilómetros de la ciudad de México–; nulo estímulo a toreros modestos de la región, escasa publicidad o suspensión de festejos anunciados.
Jaloneos en "Jalos"
Pero el manoseo de la fiesta de los toros por parte de malos taurinos y dudosas autoridades no se reduce a las ferias de las capitales. En Jalostotitlán, Jalisco, con una arraigada tradición taurina, los últimos nueve años el entusiasta empresario Marco Antonio González –homónimo del ganadero de Piedras Negras– se ha dedicado, con afición, sentido ético y profesionalismo, a organizar la feria anual, logrando la contratación de las primeras figuras nacionales y extranjeras y dándole a la feria taurina de "Jalos" una categoría como pocos escenarios del país.
Ahora, como es el último año de gobierno del presidente municipal Roberto Pérez Hernández, éste decidió, asesorado seguramente por malos taurinos y colaboradores oportunistas, quitarle a Marco Antonio González la organización de la feria taurina de Jalostotitlán, no obstante nueve años de trabajo transparente y resultados exitosos. ¿Estará pensando este alcalde en empresarios taurinos como Haces y Chilolín? Pronto lo sabremos. Pero es inaceptable tan arbitraria decisión.
Santa Clara, contraste increíble
A diferencia de pretenciosas capitales de estados que presumen de un taurinismo que en los hechos resulta bastante mediocre, la modesta pero emprendedora población de Santa Clara, en el estado de México, realiza cada año, en una plaza portátil, una novillada y una corrida de toros que son ejemplo de organización, de participación comprometida de un comité ciudadano y de seriedad y respeto por la fiesta y por el público.
En agosto pasado, con una asistencia nutrida de ganaderos y matadores, además de los feriantes que colmaron el coso, fue lidiado un encierro impecablemente presentado de José Julián Llaguno. Pero en Santa Clara dar toros no es ciencia sino compromiso con la Fiesta, autoestima y gusto por hacer bien las cosas con el apoyo, no la complicidad, de sus autoridades.
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