Ahora que tantos andan buscando soluciones a los graves problemas del toreo (aunque no los suficientes ni tampoco los más interesados y capacitados para resolverlos), conviene echar la mirada hacia donde las cosas funcionan y entender los porqués.
Siempre se ha hablado, como un tópico recurrente del ejemplo perfecto, del modelo francés de gestión. Y es cierto que durante muchos años el trabajo de las comisiones de festejos de las villas taurinas de Francia ha marcado pautas de buen hacer y de resultados artísticos y económicos saneados y prósperos.
En cambio, de un tiempo a esta parte, parece que el sistema galo también empieza a tener grietas y fallos de funcionamiento. No muchos pero sí significativos y forzados por rácanos intereses que, por ejemplo, hacen que a El Fundi, un torero imprescindible en las temporadas francesas de las dos últimas décadas, el que más ha toreado en ese país a lo largo de la historia, se le haya perdido el respeto y tenga este año que despedirse de sus plazas prácticamente "a la francesa", en un ruedo menor y a mediados del mes de julio. Así que no todo es perfecto en la dulce Francia.
Pero nunca se ha hablado de otro modelo de gestión no tan conocido, más modesto, pero que no por ello deja de ser interesante: el azoreño. En mitad del Atlántico, en ese verde archipiélago donde nacen los anticiclones, un grupo de aficionados, resistentes como los pobladores de la aldea de Asterix, trabajan muy seriamente por la continuidad y la salud de la Fiesta a miles de kilómetros de los centros de poder taurino.
Con una pequeña ayuda de la Cámara Municipal de Angra do Heroísmo, que repercute económicamente multiplicada en la ciudad, los miembros de la Tertulia Tauromáquica Terceirense organizan cada festividad de San Juan una feria modélica por su equilibrio y sus buenos resultados a todos los niveles.
El planteamiento es sencillo: dar al aficionado local lo que le gusta, mezclar en perfectas proporciones (es evidente que hablamos de Portugal) el toreo a caballo, la lidia a pie y la presencia de forcados, y aprovechar la vieja rivalidad ganadera entre los asolerados hierros locales que se vive en la isla con auténtica pasión. Y todo a precios verdaderamente populares, pues la entrada más cara, una barrera de sombra, asciende a la "astronómica" cantidad de 37 euros (unos 630 pesos).
Sobre esa base, la joven y dinámica junta directiva de la Tertulia enmarca la feria dentro de la modernidad, y busca el impacto publicitario de sus carteles con esas vallas ya famosas en el mundo taurino por sus dimensiones y su diseño espectacular, además de usar la red de internet para difundir urbi et orbi lo que sucede en el coqueto coso de Angra, donde todo se cuida hasta el último detalle con absoluto respeto a la liturgia.
Ver toros en Terceira es un placer para el aficionado. Y también vivir el toreo en la calle, donde la fiesta se alimenta de la Fiesta y está presente en los balcones, en los bailes, en las canciones, en los disfraces o en los numerosos "toros a corda" que invaden las "largadas" y las playas.
Pero en las Azores no sólo hay toros los días feriados, sino que el largo resto del año, gracias a esta incansable Tertulia, está salpicado con conferencias, mesas redondas, debates, proyecciones de videos y, cada dos años, ese intenso Fórum Mundial de la Cultura Taurina que ha dejado eterna huella en cada uno de los que hemos asistido.
Se hace afición, y buena afición, porque se habla mucho de toros en Terceira, el lugar de Portugal donde más gente se conecta a las emisiones taurinas de Canal Plus, donde los aficionados están al corriente de todo cuanto sucede en esas plazas lejanas adonde viajan a menudo los más apasionados siguiendo a José Tomás, a Morante, a las ganaderías de su tierra…
No hay complejo alguno por ser taurino en esta verde isla, tal vez porque desde hace años, como una más de las actividades extraescolares, los maestros llevan de la mano a sus alumnos más pequeños a los tendidos de la plaza de Angra, a que asistan gratuitamente a esa becerrada infantil que sirve de primer contacto con el rito.
Esas bellas imágenes que circulan en la red, las de cientos de niños felices mientras contemplan toros en Terceira, es toda una bofetada en el rostro de los demagogos que divagan con los supuestos perjuicios psicológicos que dicen que este espectáculo puede ejercer en la infancia.
Les recomiendo que vayan a Terceira a comprobarlo. Y ojalá que, dentro de poco, también con suerte de varas incluida, que todo se andará. Estos azoreños son capaces de cualquier cosa, incluso de convertirse en un modelo a seguir desde la que ellos mismos llaman "Capital atlántica de la Tauromaquia".