El próximo domingo se celebran elecciones generales en España, para las que todo apunta a una holgada victoria del Partido Popular. Con un país asolado por la crisis, con más de cinco millones de parados, con los bancos aferrándose al último euro y con la moral de la gente por los suelos, la triste y desangelada campaña electoral de los partidos mayoritarios se ha basado, cómo no, en la economía.
Pero, aunque las prioridades sean otras y más apremiantes, también se podría haber hablado de toros. Porque para este mundo también son importantes estas elecciones: por la cuestión económica, que afecta a todo, y porque la polémica sobre su continuidad está recrudeciéndose.
Hubiera sido bueno saber cuáles son los planes de los políticos para con el espectáculo y el posicionamiento de cada partido. Porque, ya que ninguno podrá ni sabrá solucionar la grave situación financiera, su postura ante la Fiesta sería una buena razón paralela para decidir el voto.
El Partido Socialista no dice nada de toros en su programa. Aunque su gobierno ha pasado las competencias taurinas al Ministerio de Cultura y acaba de crear desde esa instancia el Premio Nacional de Tauromaquia, ni saben ni contestan. Pero, como se ha comprobado a través de las redes sociales, tras esa ambigüedad de los socialistas subyace un larvado antitaurinismo, el que desde la llegada de Zapatero y sus ministras represoras expresan las nuevas generaciones de un partido que, de seguir en esta línea, podría ser quien firmara la prohibición definitiva del espectáculo.
El programa del Partido Popular sí hace una breve alusión, asegurando que fomentarán "la protección de todas las manifestaciones artísticas populares que sean parte de nuestra cultura, como la tauromaquia". Un insuficiente alegato, apenas un tibio guiño para ratificarse en su papel de "únicos" defensores de la Fiesta, aunque la tengan maltratada en las comunidades autónomas donde gobiernan.
De hecho, la presidenta popular de Madrid, Esperanza Aguirre, ha retrasado hasta después de las elecciones la publicación del decisivo pliego de condiciones de Las Ventas, sin dejar tiempo de reacción a los empresarios que vayan a presentarse a un concurso del que dependen tantas cosas en este negocio. Debe pensar la tan taurina presidenta que la rumoreada subida del precio de las localidades que contemplará el pliego podría influir, aunque sea mínimamente, en las intenciones de voto hacia su partido en los comicios del domingo.
Con todo, las gentes del toro ven en la cantada victoria del Partido Popular un ansiado freno para las crecientes campañas antitaurinas. Porque si no apoyan claramente, al menos no dejarán que nos ataquen. La vuelta de las transmisiones taurinas a Televisión Española y el blindaje del espectáculo a nivel nacional son las medidas taurinas más esperadas del más que posible gobierno de Rajoy.
Lo malo es que en este país de Caínes, ese mayor apoyo del Partido Popular serviría para radicalizar aún más las posturas y ratificar a muchos izquierdistas en su errónea convicción de que los toros son de derechas, un espectáculo retrógrado propio del pasado más negro. Por eso mismo hay algunos partidos que quieren acabar directamente con él, como asegura el ecologista Equo dirigido por un sobrino de Ricardo López de Uralde, el responsable editorial de las dos memorables colecciones de libros taurinos de Espasa-Calpe-, o quitarle subvenciones y promoción, como pretende esa Izquierda Unida que se está pasando del rojo al verde.
En medio de todos, sin ser respetados ni escuchados, seguiremos los taurinos. Los de derechas y los de izquierdas, los que sabemos que la Fiesta lleva siglos sin pertenecer a nadie. Sólo al pueblo. Será por eso que sigue sin importarles a los políticos.