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¡Antonio Lomelín, tres orejas en Madrid!

Lunes, 30 Jun 2025    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Conquistó un gran triunfo en la Feria de San Isidro de 1970
Antonio Lomelín Migoni (Acapulco, 26-12-45 – Ciudad de México, 04-03-2004) confirmó su alternativa en Madrid en la decimoquinta corrida de San Isidro de 1970 con un encierro de la ganadería de Alonso Moreno de la Cova de ésos a los que las figuras les hacen ascos (28-05-70).

Sería su única presentación isidril, en contraste con las tres de su paisano Manolo Martínez que, por cierto, quedaron reducidas a dos, ya que los toros de San Miguel de Mimiahuápam –por primera vez iba a correrse un encierro mexicano en Las Ventas– fueron rechazados por los veterinarios, y debieron esperar un año largo en el campo andaluz antes de ser lidiados en la capital de España.

La circunstancia del desafortunado paso de Martínez por la isidrada, que pudo restar brillo a la comparecencia de Lomelín, sólo logró exacerbar el amor propio del acapulqueño, quien poco antes de partir plaza declaraba a la agencia EFE que "Manolo Martínez no ha demostrado en Madrid la fama que traía. Y es que para torear hay que tener un poco de valor". Evidentemente, estaba dispuesto a poner eso que tanto echara de menos en la actitud de su compatriota. Y fue así como consiguió sobreponerse al escepticismo que privaba en el ambiente a raíz de la decepción causada por la pobre actuación del regiomontano en esa gran muestra anual del toreo que es la feria del santo labrador.

El relato de José Alameda

Sin duda, el viaje a Madrid del prestigiado cronista de El Heraldo de México estaba directamente relacionada con el interés despertado por la presentación de la primera figura del país en la primera plaza del mundo. A su lado, la solitaria corrida de Antonio Lomelín apenas importaba. Pero tras la tibia confirmación de Martínez y, sobre todo, después del rotundo fracaso que supuso la que sería su última comparecencia en Las Ventas, sin duda se avivó la reconocida casta del acapulqueño, anunciado con Andrés Vázquez –como padrino de confirmación– y José Manuel Inchausti "Tinín" para dar cuenta de los saltillos de Moreno de la Cova. Con inclusión de un prólogo ecuestre a cargo del rejoneador portugués David Ribeiro Telles y un novillo de El Torero.

Desde el encabezado –"¡Lomelín, tres orejas y a hombros en Madrid!"–, Alameda anticipa el alborozo que su crónica va a reflejar: "Señor Antonio Lomelín: puede usted estar satisfecho como torero y como hombre… ¡Así se llega a Madrid! (…) Es, lisa y llanamente, el triunfo más grande que un torero mexicano ha obtenido aquí desde Carlos Arruza. 

Salió el primer toro de Alonso Moreno de la Cova, con sus 573 kilos sobre los lomos, un toro levantado y con brío… y Lomelín, muy bien vestido de azul rey y oro, no esperó a que lo corrieran (…) un lance a pies juntos, varias verónicas de buen corte y un recorte, para oír la primera ovación (…) llevó al toro al tercio con chicuelinas "ambulantes" garbosas, precisas… segunda ovación (…) El toro, que empujaba fuerte, tomó ésas tres varas que ya se habían olvidado y han reaparecido (…) Y Lomelín asió las banderillas… un par, precedido del adorno de la vuelta, y los palos en lo alto (…) Para el segundo le entregaron banderillas tricolores, verde, blanco y rojo, y Lomelín les hizo honor reuniéndolas en el morrillo… Pero lo grande vino después, cuando el diestro, teniendo al toro en la raya interior del tercio, se colocó en los medios, alegró al astado, lo esperó, lo midió y, marcando el quiebro con despaciosa justeza, colocó un par sencillamente de antología (…) Después de brindar al público, citó desde los medios, con la intención visible del péndulo… el toro no vino, pero se levantó en los tendidos un rumor aprobatorio. Fuese Lomelín al tercio y, con trincherazos y de la firma, empezó a avanzar con el toro, hasta cerrar con un gran pase de pecho… Luego los derechazos y los naturales, no todos limpios, pero siempre serenos y asentados… Y, de pronto, un templado y largo natural, lo mejor de su faena… Se adornó con un molinete, sumó a la capetillina el de pecho con la zurda, siempre solo y en los medios… la gente lo aclamaba una y otra vez (…) Lio la muleta, colocado de dentro a fuera y muy en corto, como debe ser para el auténtico volapié. Bajó el engaño, se fue sobre el morrillo, dobló sobre el pitón, y la espada penetró en lo alto… un ¡ahhh! de la plaza al ver consumada, como nunca en esta feria, la suerte del volapié, en toda su verdad y toda su pureza (…) El toro derivó hacia las tablas, paso a paso, y Lomelín, sin permitir que los peones hicieran de "enterradores", tomó la espada corta y con certero y rápido descabello, fulminó al de Alonso Moreno. Plaza blanca, una oreja, la vuelta al ruedo… Había caído de pie un torero de México ante la afición madrileña… ¡Ya era tiempo!

Salió el sexto (…) con el capote, Lomelín estuvo bien a secas (…) volvió a banderillear, ahora en forma distinta, muy alegre, recortando al toro casi al galleo para retornar sobre sus pasos y clavar en lo alto… uno, dos, tres pares. Se volcaba la plaza con la ovación… y el torero ligó un cuarto par, como diciendo "yo no me ahogo, ni se me seca la boca"… y nuevamente se asomó al balcón haciendo la suerte a toda ley (…) Empezó la faena en los medios, con el péndulo, ahora sí, conseguido limpia, espectacularmente. El toro tiraba un derrote alto y no siempre le dejó ligar los derechazos, pero como no perdió nunca la serenidad y se le vio el aplomo y la fijeza, bastó que se adornara con otro péndulo en corto, que diera un magnífico pase de pecho y que ofreciera la traza de quien domina la situación para que la gente siguiera con él (…) Se perfiló de nuevo en corto y, a volapié neto, le metió hasta la mano al de Alfonso Moreno ¡Mejor todavía que la estocada primera! Y se armó la tremolina. Una oreja… Pidieron la otra… la concedió el juez… Y Lomelín en hombros, a salir así por la puerta grande (…) ¡Cómo da gusto ver triunfar a un mexicano en Madrid!

Sus alternantes no estuvieron del todo mal pero se vieron "pálidos" al lado del acapulqueño (...) Tinín dio vuelta en su primero. Y Andrés Vázquez se recetó dos vueltas al ruedo, una en cada toro, a pesar de la oposición de buena parte del público. Pero esas "vueltecitas" mejor las olvidamos. Porque este 28 de mayo de 1970, en la plaza de Las Ventas, fue "la tarde de Antonio Lomelín". (El Heraldo de México. 29 de mayo de 1970).

"De Méjico ha llegado…"

Así encabezó El Ruedo su comentario (sin firma) de la 15a. de la serie isidril. Destaco lo esencial del texto: "Si me preguntan qué es lo que más ha resonado de la corrida del Corpus en Madrid, diré sin titubeos: el mejicano (…) su vivaz y deportivo sentido del toreo tuvo un tintineo alegre (…) Tiene buena planta, juventud y ganas de triunfo. No maneja los engaños con gran temple (pero) sabe hacer el toreo a cuerpo limpio, correr un toro, cambiarlo, quebrarlo, con lo cual tiene una facilidad extraordinaria con las banderillas. Y se tira a matar como los nativos se Acapulco se tiran de las altísimas rocas al mar para asombro de turistas: de cabeza. Tiene mente despejada, serenidad y sentido de las relaciones públicas (…) Como se esperaba un torero modesto, tal vez se sobreestimó un poco su labor. Pero quien no se asusta delante de un toro como "Napolitano" – enmorrillado, hondo, bien puesto y con cara de sabio del Pentágono– es digno de ser tenido en cuenta. Me acordé del día de la presentación de Carlos Arruza en Madrid, el 18 de julio de 1944 (…) Ese día, todos entraron a la plaza preguntando quién era, y salieron proclamando la llegada de un torero". (El Ruedo, 2 de junio de 1970).

"Napolitano" fue el alonsomoreno que cerró la corrida (el de las dos orejas). El que la abrió, y con el que Andrés Vázquez le confirmó la alternativa a Antonio Lomelín, se llamaba "Montillano". La ganadería de Alonso Moreno de la Cova, vecino de Córdoba, tenía sangre pura del Marqués de Saltillo.

Cañabate

Antes que nada, el veterano crítico del ABC Antonio Díaz-Cañabate exaltó la presentación y pujanza del encierro, desusados en un tiempo en el que, no lo olvidemos, los excesos de administración de El Cordobés iban a forzar, como reacción, la disposición gubernamental que obliga a certificar bajo testimonio notarial el marcado a cada res con el año de su nacimiento. Pero los frutos de esa ley comenzarían a verse hasta la temporada siguiente. Por lo pronto, Cañabate escribió: "Por el chiquero han salido seis estampas (…) Regordíos pero no cebados. A la finura de su línea se unía la arrogancia de sus cabezas, la hermosura de sus corpachones (…) Ovacionados de salida (…) El elogio de la corrida de don Alonso Moreno se contiene en la repetición de la exclamación entusiasta: ¡Eso es un toro! (…) Don Alonso ha traído a Madrid la flor de su ganadería." (ABC, 29 de mayo de 1970). 

Después de calificar de "pordioseo" el que Andrés Vázquez diese una forzada y protestada vuelta al ruedo a la muerte del cuarto galán de la corrida –condenado a banderillas negras pero dócil y sencillo de embestida–, exaltaría, como todo mundo, los segundos tercios y la forma de estoquear de Antonio Lomelín: "El mejicano nos sorprendió al banderillear a sus dos toros. Siete pares colocó. El mejor, uno al verdadero quiebro, no a topa carnero (…) Produjo la sensación de banderillero fácil, pero dentro de esa facilidad, cierto estilo airoso, alejado de la vulgaridad. Entra, se centra, clava y sale con donaire. Algo desacostumbrado en esta época de penuria banderillera (…) Su faena de muleta al toro de la confirmación fue desigual. A momentos, lucida. A otros, excelente. En otros, corriente. En conjunto, muy aceptable. Creo que lo más sobresaliente estuvo en la estocada. Soberbia estocada. De perfecta ejecución. Oreja. En el sexto se mantuvo por debajo de las posibilidades que ofrecía el buen toro. Comenzó por un pase muy espectacular, citando al toro de frente pero despidiéndolo con la muleta a la espalda, como había intentado en el primero para después repetirlo en este (…) Volvió Lomelín a matar muy bien (…) volcándose en el toro. Y la embalada gente, orejófila, le dio las dos orejas." (íbid).

Ejemplar trayectoria

La empresa Jardón no dudó en incluir a Lomelín en el San Isidro de 1971, de nuevo con el encierro de Alonso Moreno de la Cova, que en esa ocasión abrió feria el día del santo; y repitió al mexicano el día 22, para dar cuenta del postergado encierro tlaxcalteca de San Miguel de Mimiahuápam. En su primera salida cobró Antonio una oreja de cada toro y abrió la puerta grande de Las Ventas por segunda vez. Pero en la otra iba a cuajar con "Cariñoso", el primero de su lote, su mejor faena madrileña, la más pura, templada y redonda de todas, luego de repetir su par a quiebro en los medios, de dibujar un péndulo perfecto como inicio del trasteo y de estoquearlo tan ejemplarmente como acostumbraba. 

Para Alameda –y para gran parte del público– era faena de dos orejas aunque solamente le hayan dado una. De cualquier manera, dejó esta histórica marca: en sus únicas tres tardes en Madrid seis apéndices auriculares y dos salidas en hombros.


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