Una corrida maratónica se vivió hoy en Aguascalientes, con una duración de 4 horas 15 minutos, con tres toros de regalo, que vienen a sumarse a los otros cuatro que se habían obsequiado en días pasados, por lo que este asunto tan particular ya se salió un poco de contexto.
Y aunque a la gente le encantan estas cosas, no es muy recomendable malacostumbrarla a darle toros a destajo, que para eso es una feria larga con muchos carteles y posibilidades de ver torear y triunfos cuando la suerte, que en esto juega un papel tan importante, así lo permita.
Porque lo de hoy, a diferencia de tardes pasadas en que se han dado triunfos puntuales, retribuyó en escasa medida el entusiasmo inicial del público, que hizo una buena entrada para ver otro cartel equilibrado y atractivo, que ha sido la tónica general de un ciclo bien confeccionado y con un marcado acento acalitano.
Quizá los más rescatable y trascendente de la corrida haya sido la sólida actuación de Diego Sánchez, que venía a su segundo contrato con ganas de seguir gritando a los cuatro vientos que le den más oportunidades, pues toda la tarde estuvo centrado y asentado, toreando con temple y largueza, con ese talante de muletero terso que caracteriza a su dinastía torera.
Y se llevó el mejor lote del hierro titular de José Barba, en el que hubo un toro bajo y reunido, bonito de tipo, que fue el tercero, bautizado en honor del desaparecido don Paco Muro, –excelente aficionado y mejor persona– y otro más hondo y mejor presentado, el sexto, que tenía una manita lastimada pero siempre mantuvo una gran voluntad para embestir.
La faena al tercero fue estructurada y concisa, con tandas bien estructuradas, y de no haber matado con una estocada caída, la concesión de la oreja hubiese tenido otro peso. Hay que insistir en una plaza monumental como la de Aguascalientes, con una feria de tal relevancia, no se pueden conceder orejas con estocadas caídas, ni siquiera aunque exista una nutrida petición –que no fue el caso– porque después de las protestan a los toreros, tal y como sucedió.
Al sexto lo recibió a porta gayola y el toro salió como un rayo del toril queriendo comerse el capote. Lástima lo de la mano lesionada porque, si no lo hubiera acusado, tenía mucha clase, y la faena tuvo su parte más significativa cuando. Diego se echó la muleta a la zurda y le dio los mejores naturales de la corrida. Su afán de querer asegurarlo con la espada, pues se tiró por derecho y con enjundia, acabó arrebatándole el triunfo, por lo que, al igual que sus compañeros de cartel, se animó a regalar un sobrero de Santa Inés, cuando, ciertamente, ya no había ninguna necesidad de ello, aunque se afanó tanto en agradar que volvió a rayar a buen nivel salvo con la espada, emborronando así una entonada actuación que debe servirle para abrir las puertas de otras empresas.
Cabe señalar que tanto este toro de regalo como el de Sebastián Castella se anunciaron fuera del momento que establece el reglamento taurino (código municipal de esta ciudad), y mientras no sea modificado, merece la pena respetarlos y hacer ver al público que no se puede atropellar la actual ordenanza. Porque para anunciar toros de regalo debe hacerse antes de que toquen a muerte del sexto de la lidia ordinaria y no fuera de cacho, como sucedió.
Al margen de este detalle, se justifica, hasta cierto punto, el regalo tanto de Castella como de El Payo, que no habían tenido toros para triunfar y, como ambos venían a una sola tarde, no se querían marchar de aquí sin mostrarse.
El toro de José Barba que se despitorró de salida, segundo del queretano, trastocó un poco los planes, ya que en su lugar salió un sobrero de Montecristo, castaño de capa, que fue flojo de remos y tuvo nula transmisión. En cambio, el de Jaral de Peñas de regalo sí que mantuvo la emoción cuando El Payo se quedaba en la distancia para que le repitiera las embestidas en una faena con detalles de su consabida calidad. Una estocada defectuosa, ejecutada tras un pinchazo, lo dejó sin trofeo.
Por su parte, el regalo de Castella fue otro toro de Montecristo, que en la tarjeta del sorteo figuraba como segundo sobrero, y que tenía un trapío armonioso. El torero francés se lo pasó una y otra vez por la faja en una faena templada, que fue del agrado de la gente, que lo trató con cariño y le pidió a coro que se animara a regalar dicho toro. Una estocada habilidosa le puso en las manos una oreja, que paseó con gratitud, en medio de la admiración de la gente, que en esta plaza lo quiere bien.
Se vienen cuatro días completos de relativo descanso, aunque esta ciudad en feria nunca para. Esperemos que estos días sirvan para la reflexión de todas esas cosas trascendentes que se han vivido en la monumental, y que la afición –y los profesionales– recarguen las baterías para el último fin de semana, que también depara grandes emociones. Ojalá que sin la necesidad de echar mano de ese ventajoso ardid –y muchas veces innecesario– del toro de regalo que sólo debe ser obsequiado de forma excepcional, y no por necedad o mucho menos por capricho.