Mariano Ramos Narváez (CDMX, 26-10-53 – 05-10-2012) ha sido seguramente el torero más poderoso nacido en México después de Fermín Espinosa Saucedo "Armillita Chico". Abundantes evidencias lo avalan… aunque quizá menos de las que debieran, pues se daba en Mariano el curioso fenómeno de que, aun sabiendo agigantarse cuando tenía ante sí la prueba de fuego de algún toro especialmente geniudo y fuerte, al ser interrogado sobre el particular se declaraba alérgico a enfrentar este tipo de situaciones.
Aunque eso sí, en otro extraño giro de su personalidad, nunca opuso reparos a ganaderías y alternantes a los que las figuras y hasta los figurines acostumbran escurrirles el bulto. Tan figura fue que en sus años de esplendor solía ponerles las cosas muy cuesta arriba a los nombres más sonoros de una época comprendida entre la fecha de su alternativa (Irapuato, 20-11-71; padrino Manolo Martínez, testigo Francisco Rivera "Paquirri") y la década final del siglo XX.
Su segundo aire
Mal administrado y un tanto displicente, había dejado decaer su cartel en la segunda mitad de los años 80, por lo que al reabrirse la Plaza México gracias a una empresa-patronato con marchamo gubernamental, la afición capitalina se fue de espaldas al toparse con un Mariano renovado en su ánimo y perfectamente cuajado en maestro del toreo, que en nada desmerecía ante la emergente emotividad de David Silveti, el ímpetu de Jorge Gutiérrez y los últimos soplos de inspiración de Miguel Espinosa. Y tampoco, ni mucho menos, al enfrentar a los diestros que Iberia nos enviaba, los Capea, Ortega Cano, Joselito Arroyo o José Mari Manzanares, con quien estaba anunciado, junto con el hidalguense Gutiérrez, para la séptima corrida de la temporada 1992-93.
Para entonces, ya los favoritos de la nueva empresa –Alfaga-Televisa– habían hecho varias apariciones con toritos a modo y mediocres resultados. Reciente estaba el mano a mano Manzanares-Armillita con ganado chico y tullido de Vistahermosa, así como la "triunfal" despedida de Curro Rivera, las comillas a cuenta de la comprobación oficial de que los inocentes bovinos de Julio Delgado no tenían la edad reglamentaria y presentaban manipulaciones fraudulentas en sus astas. Para más inri, se trataba de la presentación de la ganadería en la capital, lo que de acuerdo con el reglamento de la época suponía el envío de una corrida con la mejor presentación y nota posibles, con vistas a obtener cartel y fijar la antigüedad oficial de su hierro y divisa. Cartel que le denegado y requisitos posteriormente eliminados a favor de la corriente autorregulatoria del neoliberalismo.
Inesperado mano a mano
Los tres componentes de la terna de aquel 29 de noviembre de 1992, con toros-toros de José Julián Llaguno, se presentaron puntualmente en el patio de cuadrillas de la México, pero sólo dos de ellos partirían plaza. Porque Jorge Gutiérrez, cuyo vertiginoso ascenso del 90-91 fue interrumpido por algunas cornadas graves y una campaña última llena de claroscuros, presentaba un cuadro eruptivo, con náuseas y mareos, que lo hizo ponerse en manos de los médicos de plaza, que alarmados, le prohibieron torear y lo despacharon en ambulancia rumbo al hospital más cercano.
Baño integral
Por lo demás, esta corrida cobraría fama como la tarde más completa de Mariano Ramos en la capital –si no por la suma de apéndices sí por el asombroso nivel táurico exhibido--, de igual modo que por la desastrosa actuación de Manzanares, que no quiso ni ver a los de José Julián y optó por entregar la cuchara prontito y sin miramientos.
José Julián Llaguno envió una corrida preciosa de hechuras, muy seria de romana y armamento y estupenda de casta y bravura, con un promedio de peso de 531 kilos y mucho que torear. Los astados zacatecanos se encontrarían con un José Mari corto de entrega y lleno de dudas que se fue hundiendo conforme la corrida transcurría: de las chicuelinas de mano baja –aunque a prudente distancia—en su quite al abreplaza "Solitario", y algún derechazo estimable en su breve faena, a la pérdida de los papeles ante el duro 5º, "Dije", al que dio muerte de cualquier manera bajo tupida silbatina y sonoras mofas y reclamos.
Para Mariano fue una jornada completa. El torero de la Magdalena Mixhuca –no de La Viga, como se decía en un principio– dio un recital de acabada maestría aunando temple y poderío, cabeza clara y corazón bien puesto. Sin un instante de flaqueza, con un sitio y una clarividencia formidables, lidiando primero para torear después, sus engaños, acusados de burdos por algunos, se deslizaron con persuasiva suavidad incluso en los lances preparatorios y los pases de castigo, antes de que el torero se irguiera para impartir sendas lecciones de un arte al par recio y sutil. Solamente falló al estoquear al tercero, "Pariente", y hasta le sonaron un aviso, a cambio de fuerte ovación que recogió desde el tercio.
Le había cortado una oreja a "Marqués", el segundo de la tarde, y se llevaría las dos del sexto, un "Campero", con 590 kilos, con el que materialmente bordó el toreo. Al final se negó a que lo pasearan en hombros y prefirió escoltar a su abroncado y casi inexistente alternante.
La crónica de Juan Antonio de Labra
"Ni Manzanares ni Gutiérrez tenían firmada la corrida de José Julián Llaguno, y Mariano, como es sabido, entró en el cartel a media semana. De modo que a los apoderados les dio hipo cuando vieron en los corrales de la plaza el encierro zacatecano (...) Don José Julián, con sus toros, les tapó la boca a aquellos ganaderitos y taurinitos de bisutería que no dan crédito al toro de cuatro para cinco años. Esos que insisten en que los toros con edad y peso no caminan y no dan espectáculo (…)
Vómitos en la enfermería, malestar general y finalmente un choque anafiláctico fue la causa de que Jorge Gutiérrez fuera enviado del patio de cuadrillas al hospital. La tarde se quedó en un mano a mano entre un torero que demostró oficio magistral y vergüenza torera, y otro que sólo dejó entrever miedo y desvergüenza (…)
Pero hablemos de vergüenza torera: la de Mariano Ramos, que demostró que la empresa estaba en un error al tardar tanto en contratarlo (…) A "Fresnillo", segundo de la tarde, lo toreó como había que torearlo. Primero, doblándose para castigarlo y quebrantarlo; luego, tragando paquete con aguante para desengañarlo y poder torearlo a placer, con emoción y sentido de la distancia, con temple y mando. Oreja mejor cortada pocas veces se ve.
Con "Pariente", un toro muy bien cortado y cornidelantero, que tuvo una salida alegre y fue apagándose y distrayéndose, Mariano se mostró como gran artista. Muletazos suaves y desdeñosos, metido en tablas, fueron el colofón de una obra redonda. Pinchó, lamentablemente, pero ahí queda esa cátedra.
Cerró plaza un torazo llamado "Campero", de poca fuerza pero buen estilo (…) Comenzó la faena sin obligar demasiado a su enemigo, toreándolo a media altura con mucho temple, hasta que el toro recobró algo de la fuerza perdida y acabó entregándose a la maestría y el arte de Mariano. Tras sepultar tres cuartos de acero en buen sitio, vinieron las dos orejas para el torero de La Viga (…)
José Mari atravesó el ruedo bajo una lluvia de mentadas y cojines. Mariano guardó entonces "la regadera" en la espuerta y sin aspavientos, se negó a ser llevado en hombros" (El Financiero, 30 de noviembre de 1992)
El comentario de Leonardo Páez
"Hace 21 años escribí emocionado ante la sapiencia innata del entonces novillero: "Mariano Ramos es aristotélico por inteligente e intuitivo delante de los astados; sabe convertir lo regular y aun lo malo en factor positivo para crear, para triunfar. Si el muchacho se rodea de gente que lo sepa ver y aprovechar, podrá llegar hasta donde quiera. El aristotelismo taurino es su mejor aliado"
Con motivo de su imponente, histórica faena al enrazado "Timbalero" de Piedras Negras en marzo del 82, escribí: "Mariano es el poderío sin fuerza. Harto lamentable que no haya querido convertirse en un torero de pelea, de retos y desafíos con toros con edad y trapío, de esos que los figurones no quieren ver ni en pintura (…) Y lamentabilísimo que ningún ganadero mexicano haya querido hacer de Mariano su torero, su embajador plenipotenciario. La fiesta brava en México sería más sana y más verdadera".
Después de sus clamorosas faenas del domingo y del fenomenal repaso que le pegó al impotente Manzanares, ojalá que a Mariano Ramos no le dé pena el éxito y sea capaz de levantar con más frecuencia su poderosa muleta mexicana para que, frente al auténtico toro y al lado de figuras de donde sea, plasme nuevas obras desafiantes y creadoras en las que unos pitones íntegros derroten furiosamente al vacío, provocados por tan excepcional lidiador". (Ovaciones, 1 de diciembre de 1992).