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La vocación por la cirugía taurina

Sábado, 23 Nov 2024    Guadalajara, Jal.    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
Arte que explora los límites mismos de la condición humana
Mientras más me adentro en los rincones del mundo taurino, más descubro vocaciones fascinantes. Este llamado profundo hacia una actividad o propósito ha sido objeto de reflexión filosófica. Pensadores como Kierkegaard y Heidegger lo vinculaban con la autenticidad. Para ellos, la vocación no proviene de un mandato externo, sino de una respuesta interna a la necesidad de vivir de forma genuina, alineada con el propio ser y asumiendo la responsabilidad de sus elecciones.

En este sentido, Heidegger señala que vivir auténticamente implica responder al llamado interno de nuestro propio ser, mientras que la vida "inauténtica" se caracteriza por la conformidad con las expectativas ajenas o el simple seguimiento de las normas sociales. De manera similar, Kierkegaard advierte que ignorar la vocación puede llevar a un estado de desesperación, la angustia de no ser fiel a uno mismo. 

En el caso de los cirujanos taurinos, su elección profesional refleja una respuesta genuina al llamado de su esencia, a pesar del desprestigio social y las dificultades económicas. Es precisamente esta autenticidad lo que los diferencia de quienes eligen caminos más seguros pero desconectados de su verdadera identidad.

El doctor Francisco M. Preciado, jefe de los servicios médicos de la plaza Nuevo Progreso, me invitó a participar en las Jornadas Nacionales de Cirugía Taurina que se llevaron a cabo esta semana en Guadalajara, Jalisco.

"¿Qué sabes tú de cirugía taurina?", me cuestionó Paloma, mi esposa, cuando le conté que daría una ponencia en un evento tan especializado. Tiene razón, mi experiencia con médicos taurinos se circunscribe a estar del lado de los pacientes. Y es que en mi casa de la infancia –como ya lo he contado en alguna ocasión previa– todo giraba alrededor de los toros. Así que mi papá nos llevaba únicamente a médicos taurinos. El pediatra, el dentista, el ortodoncista, el ortopedista, el médico familiar y hasta el acupunturista eran taurinos. "No me interesa si son buenos o malos doctores –afirmaba mi papá– lo importante es que chanelen de toros". 

Para prepararme a hablar con los cirujanos, leí un artículo que el doctor Antonio Ríos publicó en la revista Cirugía Española titulado "Cirugía taurina en el siglo XXI. De la gloria al desprecio" (2021, 99(7), 482-489). El doctor Ríos asevera que la cirugía taurina enfrenta múltiples desafíos: está socialmente desprestigiada, mal pagada y abandonada por las instituciones profesionales y académicas. Además, que carece de un cuerpo de doctrina específico.

Ante estas condiciones, ¿quién querría ser cirujano taurino?

Asistí a las Jornadas Nacionales de Cirugía Taurina con la intención de reflexionar sobre ¿Qué motiva a un médico a practicar la cirugía taurina?

En cuanto llegué a la Antigua Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara, sede de las jornadas, empecé a dirimir sobre mi pregunta. Me topé con el doctor Jorge Uribe Camacho, jefe de los servicios médicos de la Plaza México, quien me contó de su amor por el toro de lidia y me dio una cátedra de cultura mediterránea. Me habló desde el poema de Gilgamesh y hasta la afición de su padre. 

Los médicos taurinos están en constante capacitación. Se reúnen entre ellos, comparten mejores prácticas, invitan a otros especialistas para aprender técnicas de vanguardia. Lo hacen para mantenerse actualizados y perfeccionar su práctica. Y como es una profesión que, como el explica el médico español Antonio Ríos, no les traerá prestigio en la sociedad, ni grandes recursos económicos, lo hacen con el propósito de salvar vidas de toreros. 

Una de las características principales del ser humano es su capacidad de comunicación. Es fundamental en todos los aspectos de la vida: desde en el ámbito psicológico hasta para facilitar la supervivencia. El hombre usa el lenguaje para comunicarse.

Artistas, como los toreros, usan el arte para transmitir emociones y sentimientos. Para el médico taurino, la cirugía (el bisturí, el quirófano…) es el lenguaje que le permite transmitir su esencia, lo que son y lo que siente. Esto hace que la vocación de los médicos taurinos se vincule con la autorrealización, con  la búsqueda de la plenitud al desarrollar al máximo sus capacidades y talentos únicos.

Para profundizar en aquello que motiva a un médico a volverse cirujano taurino,  leí el artículo que el doctor Carlos Val-Carreres escribió en Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid sobre la lesión de Juan José Padilla sufrida en octubre del 2011 y la posterior reconstrucción facial. Titula el artículo "Arte y técnica en la cirugía taurina" (2015, 52, 325-328). En una ocasión posterior, el doctor Val-Carreres declaró: "La cirugía taurina me ha quitado horas de sueño, pero me ha dado grandes satisfacciones".

Los cirujanos taurinos se sienten toreros. En su oficio, los cirujanos taurinos realizan una actividad bella, donde la perfección de las suturas y las curaciones evoca la elegancia de una hermosa verónica que les complace a la vista o al oído y, por extensión, al espíritu. Pero dado que la suya es una actividad llena de incertidumbre, donde están sujetos al azar y a lo que sucede en el ruedo, se ven obligados a improvisar y a resolver múltiples problemas de cara al peligro. Como los toreros, su profesión les obliga a estar entre la vida y la muerte, a vivir al filo de la navaja.

En mi intervención en las Jornadas Nacionales de Cirugía Taurina les proyecté fragmentos de la faena de César Rincón al toro "Bastonito" de Baltasar Ibán en Madrid el 7 de junio 1994. Un toro que acudía con mucha codicia a los engaños y embestía con fiereza. César le planteó cara con determinación. A pesar de que la calidad de video no era muy buena, se percibía el peligro.  Los cirujanos observaban con atención, se les secaba la boca ante lo que veían. Como se esperaba, ocurrió la voltereta. El colombiano se levantó y remató la faena con técnica, emoción y valor. Tras la estocada, Rincón fue prendido aparatosamente y estuvo a merced del toro.  Les puse en cámara lenta la escena. "Bastonito", a pesar de estar herido de muerte, perseguía con voracidad y rapacidad, se percibía la agresividad del toro, mientras que Rincón intentaba rodar para salvarse del peligro.

Los médicos atentos se vislumbraban en el callejón de la plaza. Algunos empezaban a colocarse los guantes y todos imaginaban lo que tendrían que hacer en cuanto el torero llegara herido a su qurófano. "Nos hemos vuelto adictos a la adrenalina", me confesó el médico de la plaza de Pachuca. Me contó que, cuando no está en el quirófano, practica deportes extremos para sentirse vivo.

Les dije Aristóteles, en su obra Poética, fue el primero que explicó las sensaciones ante dramas como el que observábamos en la plaza de las Ventas de César Rincón ante "Bastonito" que evocan piedad y terror en el espectador. El filósofo ponía el acento en el proceso de purificación que llamó catarsis, a través del cual el aficionado libera pasiones que por sí solas no producirían ningún placer.

Para Edmund Burke, el dolor y el peligro es fuente de lo sublime, es decir, produce la emoción más fuerte que el alma es capaz de experimentar. Lo sublime se da cuando se liberan pasiones como el terror o se evocan sensaciones de privación, como el vacío, la soledad o el silencio. Lo sublime desemboca en lo infinito: la aspiración a algo cada vez mayor.

Sin embargo, estas experiencias de catarsis y lo sublime no se limitan al espectador de una corrida de toros. También pueden vivirse desde el punto de vista del cirujano taurino, quien enfrenta su propia mezcla de terror y éxtasis en el quirófano. Ante cada operación, el médico se encuentra al filo de la navaja, enfrentando la incertidumbre que trae consigo el azar del ruedo. 

En estos momentos de extrema tensión, donde la vida y la muerte están en juego, el cirujano no solo busca salvar al torero, sino que también se ve a sí mismo superando sus propios límites. En este sentido, su labor, como la del torero, se convierte en una forma de trascender lo mundano, alcanzando una dimensión que combina belleza, técnica y una profunda conexión con lo humano.

El doctor Luis Alejandro López Alcalá, médico de León, asentía para después explicarme que sublimación, en la química, es la transición de una sustancia que pasa directamente del estado sólido al estado gaseoso, sin pasar por el estado líquido.

El toreo, como en la cirugía taurina, es un arte que va de lo bello a lo sublime.

Los médicos taurinos expresan esa vocación interna, sin importar que sea una profesión mal pagada o desprestigiada, es la respuesta a la necesidad de vivir de forma genuina, alineada con su esencia, su forma de ser y asumiendo la responsabilidad de salvar la vida de los toreros.

En última instancia, la cirugía taurina no solo salva vidas, sino que trasciende lo técnico para convertirse en un arte que explora los límites mismos de la condición humana. Como el torero en la arena, el cirujano en el quirófano camina al filo de la navaja, enfrentando la muerte con valentía y creando algo que, aunque efímero, toca las fibras más profundas de lo sublime y lo eterno. En su labor, encontramos la expresión de una vocación que no solo busca curar, sino también afirmar la vida, incluso en su fragilidad. 


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