Si en algún lugar tuvo Carlos Arruza tratamiento de figura grande en cuanto hizo contacto con sus públicos y plazas fue en Madrid y en Barcelona… pero sobre todo en Sevilla. Entre la feria de San Miguel de 1944 y ésta del 46, Carlos hizo el paseíllo seis veces en la Real Maestranza, no dejó una sola tarde sin tocar pelo y, al final del recuento, había paseado diez apéndices auriculares por el asimétrico ruedo maestrante.
Que no tuviera ningún rabo en sus manos –aunque en la corrida hoy referenciada el público lo solicitó con insistencia– era esto, de acuerdo con tan apabullante estadística, algo así como una anomalía. La subsanó, si bien módicamente, cortándoselo al novillo que le correspondió en el festival del 28 de octubre de 1945, a beneficio del Ateneo sevillano. En el palco de autoridades estaban Emilio Torres "Bombita", Rafael El Gallo y Juan Belmonte. Don Fabricio, cronista del ABC de Andalucía, se refirió en estos términos a la actuación de Carlos en el citado festival: "Carlos Arruza se prodigó, contribuyendo con su emocionante manera de hacer el toreo al mayor éxito del festival. En los tres tercios de la lidia derrochó arte y valentía, entrega y maestría (…) En todo momento brilló la personalidad de Arruza, quien al saberse el mayor contribuyente al lleno registrado en los graderíos hizo honor a tamaña responsabilidad (…) Ovaciones clamorosas subrayaron su meritísima labor de Carlos, a quien le fueron adjudicados los máximos trofeos." (ABC, martes 30 de octubre de 1945)
En lo que a acumulación masiva de apéndices se refiere, la apoteosis cimera del Ciclón Mexicano ocurrió en la primera corrida de la feria de San Miguel del 46, con toros de Buendía-Santa Coloma y Rafael Ortega "Gallito" y Pepín Martín Vázquez por compañeros de terna. Como quedara establecido en el relato de Don Fabricio, el nombre de Arruza garantizaba de antemano el lleno. Y el espada defeño respondió a la expectación no dando reposo a su ímpetu en ningún momento de su memorable tarde.
Muy atrás quedaron sus alternantes, un Gallito del que ya nadie esperaba mayor cosa, como testifican las tibias pitadas que comentaron sus breves y movidos trasteos, rematados de cualquier manera con la espada. Otra cosa era Pepín Martín Vázquez, en el apogeo de su espléndida tauromaquia, fugaz por desgracia pero colmada en esos momentos de saber y sabor, de gracia andaluza y rabiosa valentía. Muy torero estuvo con el lote menos propicio del encierro santacolomeño, especialmente al torear con el capote y en particular cuando interpretó con arte y ajuste la gaonera. A pesar de lo cual las faenas a sus dos deslucidos astados concluyeron con significativos silencios.
Crónica del ABC
La edición madrileña de este diario solamente ofreció de la corrida uno de esos repasos toro por toro que empezaban a ser anacrónicos. No obstante, algo se extendió al referirse a las dos lidias a cargo de Arruza. A pesar de lo convencional y vago de la terminología, es inocultable el nivel de las actuaciones de Carlos y su efecto en el público que llenaba la Maestranza:
"Segundo. Arruza veroniquea apretado (Ovación). Toma las banderillas y coloca tres pares magníficos (Ovaciones). Realiza una gran faena, intercalando naturales, de pecho y molinetes de pie y de rodillas (música). Entrando en corto y derecho deja una gran estocada (ovación y dos orejas).
Quinto. Un espontáneo se lanza al ruedo y actúa deslucido (…) Arruza coloca tres pares de banderillas de poder a poder, estupendos. (Ovación y música). Realiza después una faena entre los pitones a base de naturales, de pecho, molinetes y en redondo, entusiasmando al público hasta el paroxismo. (Ovación, vueltas al ruedo, dos orejas y prendas de vestir).
Arruza es llevado en hombros hasta el hotel, paseado así por las calles del centro seguido de numerosos aficionados. Peso de los toros 286, 264, 266, 295, 288, 297. Corresponsal." (ABC, 29 de septiembre de 1946)
Agregaría solamente que los pesos en canal de los toros –que es como están reportados aquí– oscilarían entre los 450-490 kilos en pie.
Filiberto Mira y el Arruza histórico
Porque refleja la perspectiva que dan los años, vale la pena rescatar el comentario que del paso de Arruza por la Real Maestranza –y en esta corrida en particular– hace Filiberto Mira en su libro biográfico sobre la historia del coso sevillano, tan valioso estadísticamente y como memoria viva de lo sucedido durante los cincuenta años comprendidos entre 1939 y 1989. Leámoslo, no tiene desperdicio:
"Arruza –cinco orejas en dos tardes– torea el 28 y el 29 de septiembre. Si hemos dicho que los cuatro éxitos de Manolete en abril del 45 marcaron la más alta meta de la Feria de Abril en medio siglo, debemos decir que las cumbres de las sanmigueladas, en el mismo período de años, lo ostenta el criollo Carlos Arruza (…) La realidad es que las actuaciones en Sevilla de Carlos Ruiz Camino –nombre oficial de Carlos Arruza–, tuvieron la peculiaridad, bien significativa, de que en todas cortó orejas.
Efectivamente, Carlos debutó el 29 de septiembre de 1944 y le llevaron una oreja a la enfermería. En 1945 cortó una en cada tarde los días 18 y 19 de abril y dos más en la sanmiguelada. Su mayor éxito llegó el 28 de septiembre de 1946 cuando el público, eufórico con el torear emotivísimo de Arruza, abroncó con furia al presidente por no concederle el rabo (…) Yo sé que los apéndices cortados no lo son todo como medida de los éxitos, pero otro marcador no existe en la Fiesta (…) Como torero, el mexicano Carlos Arruza fue el máximo goleador en la Maestranza, en medio siglo." (Mira, Filiberto. Medio siglo de toreo en la Maestranza. 1939-1989. Edit. Biblioteca Guadalquivir. Sevilla. 1990. pp. 103-104)
No es mucho lo que se puede agregar. Y solamente como confirmación de la importancia capital que alcanzó la figura de Arruza en ruedos hispanos, aun y sobre todo después de la muerte de Manolete, de quien fue rival directo y pareja indiscutible durante dos temporadas, baste recordar que sumó 108 corridas en su campaña de 1945 –con un romántico sentido de las proporciones se detuvo en esa cifra al enterarse de que don Juan Belmonte había toreado 109 en el año 19, cifra máxima hasta entonces–. Y que por torear dos corridas en la feria de la Merced de 1952, en Barcelona, Pedro Balañá Espinós le pagó un millón de pesetas, una suma que ni siquiera el Monstruo de Córdoba había llegado a cobrar.
Ese fue Carlos Arruza, por si alguien lo hubiera olvidado.