El juego desigual de los toros de Jaral de Peñas y las ráfagas de viento, tan refrescantes como molestas, fueron la constante de la sexta corrida de la temporada en la plaza de toros Mérida, que se saldó con el corte final de dos orejas, que se repartieron Zotoluco y Castella.

 Con la temporada en plena recta final y un cartel postinero, los aficionados se volcaron a los tendidos hasta registrar una destacada entrada para presenciar el mano a mano que, al final, no terminó por tomar vuelo.

El anuncio de dos figuras, toreros de sobrada capacidad, auguraba en el papel un agarrón con toreros de distinto corte, empero las circunstancias ya citadas terminaron por imponer condiciones.

Los de Jaral de Peñas, bien presentados, de bonita lámina y destacados inicios, en su mayoría terminaron rajándose y desluciendo las faenas, sin dejar de lado sendos tumbos para los picadores Pedro López y Luis Miguel González.

Tampoco habrá que dejar fuera los fuertes sustos para el banderillero Felipe González y al propio Zotoluco, que hubieron de tomar el olivo ante las inesperadas acometidas de sus antagonistas que hicieron oliera a cornada. Todo paró en “espantás”.

Así, el triunfo de Eulalio López “Zotoluco” llegó con el segundo de su lote. Un toro de buena facha y prometedor inicio por su voluntad para embestir, cualidades aprovechadas por el de Azcapotzalco, que terminó por  dar paso a una faena estructurada.

Habrá que destacar como decisión atinada que dejaran al toro crudo en varas, lo que permitió un inicio complicado con el toro entero, repitiendo con nervio, más la recompensa llegó al final al alcanzarle el motor, si se permite, para rematar su labor.

Destacados fueron los pasajes con la muleta en la mano derecha y su torería para mantener el ritmo de la faena con el toro viniéndose a menos, por lo que meritorio fue tener siempre el ánimo de los aficionados en su trasteo. Mató de buena estocada y paseó merecida oreja.

Con el que abrió plaza, el de los tumbos a Pedro López y Luis Miguel González, hubo de pagar la factura. El toro apretó a los caballos y ambos varilargueros le recetaron sendos puyazos, sangrando hasta las pezuñas. El resultado: un toro literalmente desfondado, que no alcanzó más que para el intento.

Al tercero de su lote lo tuvo que corretear por toda la plaza. Manso, escupiéndose de la suerte, resultó escasa materia para pensar en faena. Los aficionados le agradecieron su entrega.

Sebastián Castella hubo de ver la misma telenovela. Con el del triunfo, el toro que mejor funcionó de la corrida –si cabe-, alcanzó los momentos más artísticos de la tarde. Con tendencia al toreo vertical, el torero galo terminó por echarse para adelante, citando de frente en pasajes de mucha verdad, para una faena meritoria y con detalles de subida calidad.

Castella se acomodó, dando paso a derechazos y naturales templados, muletazos del desdén, trincherazos y otras alegrías para una faena de  buen corte que, si bien no llegó a romperse a causa de las características del astado, al final fue agradecida por los presentes, que ya se habían zumbado cinco capítulos con las mismas características.

Con su primero la faena terminó en detalles ante un toro que se vino a menos, historia que se repitió con su segundo. Habrá que decir que en esta serie de despropósitos, el torero colaboró en la repetición de escenas, tras pinchar a sus tres toros.