Banners
Banners
Banners

¡Manolo, Manolo y ya...!

Lunes, 22 Jul 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
La tarde que marcó el inicio de una época en el toreo mexicano
Para comprender a cabalidad el fenómeno Manolo Martínez y su influencia en el devenir de la tauromaquia en México, es preciso viajar a la alborada misma del torero, cuando parecía portar todas las posibilidades de un porvenir de ensueño, pues conjuntaba un clasicismo perfecto, un valor a toda prueba y un sentido artístico de primer orden, amén de la personalidad y el carácter que siempre lo distinguieron. Muy lejano todo esto del estado de descomposición que habría de legarle a la fiesta al cabo de un cuarto de siglo de establecer su imperio en los ruedos, en los despachos y en el campo alguna vez bravo.

Habiendo tomado la alternativa en su tierra natal (07-11-65) de manos de Lorenzo Garza –que volvió fugazmente a los toros con el propósito de ungir a quien consideraba heredero indiscutible de sus glorias–, la táctica de su descubridor y primer apoderado, el ex matador Pepe Luis Méndez, consistió en placearlo por el interior del país antes de hacerlo confirmar ese doctorado ante la cátedra de la Plaza México (12-02-67). 

Muy revuelto andaba por entonces  el ambiente taurino, con dos sindicatos disputándose la titularidad del gremio de matadores y novilleros. En la antigua Unión, capitaneada por Luis Procuna, confluían veteranos pasados de moda y jóvenes sin contratos. Una mayoría carente de fuerza, drásticamente vetada por la empresa capitalina a cuyo frente se encontraba un beisbolero cubano, Ángel Vázquez, sin antecedentes taurinos, que reajustó contratos a la baja y apadrinó una nueva agrupación, bautizada como Asociación de Matadores, que captó a casi todas las figuras a excepción de Joselito Huerta… y Manolo Martínez, piezas fuertes de Leodegario Hernández, que manejaba algunas de las plazas más importantes de los estados. 

Al cabo, la fuerza taquillera del emergente fenómeno de Monterrey obligaría a la empresa de la México a contar con él para su temporada grande de 1967, tras una huelga de subalternos que cerró los cosos del país por casi dos meses, y del paréntesis establecido por el Sindicato del Espectáculo de España, que abrió una pausa al Convenio antes de decidir a cuál de las dos agrupaciones reconocería. 

En ese ambiente enrarecido Manolo Martínez confirmó al fin la alternativa (12-02-67), le cuajó a "Halcón" de Jesús Cabrera la faena de la temporada (18-02-67) y venció apretadamente a Raúl Contreras "Finito" en la disputa por el Estoque de Oro de la flamante Asociación, cuyo presidente era precisamente Raúl (08-04-67). Fue bajo la efervescencia del desatado martinismo que la propia empresa de la México, también a cargo de El Toreo, anunció en mitad del verano una insólita feria de cuatro corridas en dos fines de semana. Puso en juego a todas sus cartas fuertes –Manuel Capetillo, Finito y Eloy Cavazos figuraban cada cual en dos carteles–, pero a nadie se ocultaba que el leitmotiv del negocio era Manolo Martínez (Monterrey, 10-01-46), la figura emergente que estaba en boca de todo México. 

Dos soberbias faenas y un quite memorable

Lleno total en El Toreo aquel 22 de julio del 67 cuando partieron plaza Alfredo Leal (perla y oro), Manolo Martínez (verde y oro) y Eloy Cavazos (grana y oro) para despachar un encierro de San Miguel de Mimiahuapam, ganadería que Luis Barroso Barona había llevado por aquellos años a su apogeo en materia de noble durabilidad y fijeza. Tarde de sensaciones imborrables, que veremos reflejadas en los textos de dos señores cronistas: José Alameda y Juan Pellicer Cámara "Juan de Marchena".

Manolo Martínez dio la medida esperada y aun la superó, enorme de torerismo y arte, de inteligencia poderosa y serena valentía. A su primero le cortó la oreja y la del quinto se la escatimaron, indebidamente. La otra nota cumbre del festejo vino a darla Alfredo Leal con un quite de calidad excepcional al tercer toro, primero de Cavazos. Fueron tan sólo tres verónicas y media, pero de una cadencia, un temple y un sabor pocas veces vistos. La prolongada ovación obligó al diestro a saludar varias veces montera en mano. Con su lote, Leal no tuvo la misma fortuna: a su primero lo estrelló su banderillero Javier Cerrillo en un burladero y se rompió el pitón, el cuarto se paró por completo y un séptimo, de obsequio, tampoco funcionó en absoluto. Pero "Leal está hecho un maestro", afirmación de Pellicer.  

También quedó claro que Eloy Cavazos no estaba aún para empresas mayores. Alameda lo explicó así: "Eloy Cavazos no pareció Eloy Cavazos (…) Quienes lo conocemos no reconocimos en el torero "descentrado" de ayer al artista garboso, pinturero y de acusada personalidad que deja huella muy precisa y muy "suya" (…) Lo sentimos como preocupado, como "amarrado", sin esa vitalidad maravillosa que suele irradiar (…) Mató pronto, porque tiene valor para mirar el morrillo y olvidar los pitones (…) Pero ayer toreó la sombra de Eloy… Cuando toreé Eloy, hablaremos." (El Heraldo de México, 23 de julio de 1967)

Manolo Martínez, visto por Pellicer

"Manolo Martínez afirmó, de manera definitiva, su categoría de torero excepcional. Las orejas cortadas no importan. Le dieron una, de su primer toro, y yo no sé por qué no cortó también la de su segundo. La merecía tanto o más que la del otro. Pero ahí quedaron esas dos faenas verdaderamente extraordinarias (…) No es el toreo de Manolo Martínez ese toreo fuera de cacho, en línea recta, sino el toreo en línea quebrada, echándose hacia adelante cuando llega el toro al terreno del torero y desviándolo, llevándolo toreado y despidiéndolo con amplitud (…) En un natural se le quedó su primer astado y lo prendió de manera impresionante, por el cuello, y así lo llevó largo trecho. Volvió como si nada, había sido solamente una pausa, a torear en redondo con sereno dominio, con admirable pureza, con perfecta medida (…) Al quinto, todo un toro, con pitones y con kilos, lo veroniqueó sobre piernas (…) 

Fuerte el bicho, poderoso y de sentido, era, según el uso actual, para una faena de aliño. Pero cuánto torero hay en Manolo Martínez. Se metió con él doblándolo con valor, con gran clase. Y como pudo con él vinieron los ayudados en redondo y los naturales de prolongado temple, de increíble extensión, y esa torera bandera del pase de pecho con la izquierda se alzó victoriosamente. Inesperada faena, magnífica, torerísima, toreando a raudales porque ese toro tenía mucho que torear, y este torero tiene toreo para dar y prestar (…) Por segunda vez el matador respondió al torero y, a volapié impecable, dejó un estoconazo en lo alto. Faena de mérito indiscutible, merecedora, tal vez más que la anterior, del premio taurino de la oreja. Pero el mundo taurino es así y a veces imperan los villamelones (…) Vuelta al ruedo y salida a los medios. Manolo Martínez, gran torero". (ESTO, 23 de julio de 1967) 

Manolo Martínez visto por Alameda

"Ser un gran torero es una gran pesadumbre. Y a Manolo Martínez le va a pesar. Temprano empieza a exigirle el público. Ese mismo público, que ayer lo recibió con una gran ovación, y después le dio la oreja de su primer toro, fue el que en su segundo, con el que había estado mejor, le frunció el ceño, negándole el premio y hasta, en parte, quiso oponerse a que diera la vuelta al ruedo.

Explicación taurina no la hay, porque el quinto de Mimiahuapam fue más toro, tuvo un peligro que no había tenido el otro, y Manolo no solamente le hizo una faena de más mérito, de mayor fondo y exposición, sino que lo mató en forma extraordinaria, de una estocada en todo lo alto que le hizo morder el polvo de inmediato. Sólo cabe una explicación psicológica. Las masas, que frecuentemente se encariñan con el débil y amparan y protegen a los toreros desiguales, de claroscuro y contraste, suelen irritarse con el poderoso, con el que vence los obstáculos y no se doblega ni se rinde. Sabido es que a Guerrita, el superpoderoso, lo aburrieron de tal modo que al retirarse declaró: "No me voy. Me echan…" Y que a Gallito (edición corregida y aumentada de Guerrita) le dieron un cojinazo el 15 de mayo de 1920 en Madrid, por lo que prefirió irse el 16 al ruedo pueblerino de Talavera de la Reina, donde le esperaba la muerte. 

Lo acontecido con Guerrita y con Gallito sucedió cuando ambos llevaban largo tiempo en la profesión. En cambio, Manolo está en los albores. Y ya le pesa su propia importancia de torero. Temprano castigo el de la gloria (…) En lo íntimo, lo advertimos un poco dolido, pues pudimos escucharlo en el callejón (y el auditorio de la TV también) después de cada uno de sus toros. Del segundo dijo: "Estoy muy contento por la forma tan cariñosa en que me trata el público". Pero en el quinto opinó: "Sigo contento, sólo deseo que el público mida a los demás con el mismo rasero". Para ello, decimos nosotros, será necesario que los demás se hagan merecedores de tal exigencia." (El Heraldo de México, íbid)

El quite de Leal, descrito por Pellicer

"En el tercer toro de la corrida, primero de Cavazos, en el tercio de quites, Alfredo Leal se plantó en los medios a torear por verónicas. Fueron tres. Asombrosas (…) ¡Cómo tiraba el capote hasta los belfos, para traerse a ese toro de lenta embestida literalmente prendido de los vuelos del engaño, y con qué temple supremo, con qué perfección, fue marcando suavemente los tres tiempos de la verónica! Alfredo Leal estaba toreando para sí mismo, y tuvimos la suerte de asistir a la creación de una obra de arte. Verónicas inolvidables, para hablar de ellas durante mucho tiempo, para poner el nombre de este torero junto a los de quienes hayan toreado mejor con el capote. Digna de ellas fue la media verónica con que culminó ese momento cumbre, garbosa, trianera, señorial" (ESTO, ídem).

El quite de Leal, según Alameda

"Surge el nombre de Alfredo Leal como uno de los grandes intérpretes de la verónica, insigne ayer. Al tercer toro de la tarde le hizo un quite que puede servir como paradigma de lo que es el arte de torear, en el que caben insospechados matices de temple y ritmo. Citó desde largo en los medios, soltó los brazos al llegar el toro, y fue graduando sus lances con tal cadencia que el público los acompañó, más que con olés, con gritos de asombro. Toreo musical, y esto va dicho sin hipérbole, en sentido estricto, ya que el toreo, como la música, es un "arte en el tiempo", en el cual las medidas de velocidad y la correspondencia rítmica entre toro y torero cuentan mucho más que las posturas (…) Por aquellas tres verónicas asombrosas recibió Alfredo tres ovaciones que lo obligaron otras tantas veces a descubrirse y saludar desde los medios." (El Heraldo, ídem).

¿Feria fallida?

La conmoción provocada por Martínez enmascaró la realidad de un experimento que se dio a plaza llena los días que toreó Manolo pero con entradas discretas para ver los dos carteles restantes. Dejó, como huella sangrienta, la grave cornada que un bicho de Valparaíso le infligió el domingo 23 a Ricardo Balderas, de la cuadrilla de Caleserito. Y solamente dos orejas cortadas, ambas por Manolo Martínez. Muy poco para cuatro festejos y 26 toros lidiados, descastados e impropios en su mayoría. El caso es que por esas u otras razones, los aficionados de la capital jamás volvieron a disponer de una feria de corridas en pleno verano.

El mano a mano Capetillo-Martínez –julio 29– se resolvió en favor del regiomontano, imponente de torerismo y celo con los mansos y flojos bureles de Cabrera: le dieron la oreja del sexto pero con el que hizo llover sombreros a la arena fue con el cuarto, el remiso y geniudo "Tulipán", al que luego pinchó. Estaba, evidentemente, en su momento, y el jurado no tuvo que deliberar siquiera para decidir quién se llevaría el Azteca de Bronce, trofeo que Rodolfo Gaona le entregó al joven regiomontano en una cena de gala.  "Después de ver a éste todos los demás nos parecen feos", sentenciosas palabras del viejo Califa de los ruedos.


Comparte la noticia


Banners
Banners